5. Hablemos de Ana (1º Parte)

lunes, 30 de junio de 2008

Las reuniones para jugar Rol se estaban realizando cada fin de semana de por medio. Éramos bastante: Sebastián (como Master), Lucas, Ana, Jessica, Guillermina, Marcelo, Tobías, Pablo y yo. Ocho personas para uno solo, era algo que a Sebastián se le fue de la manos y terminó ocasionando que el juego se convierta en un aburrimiento de toda la noche.

Pero a lo que vamos a darle importancia es a lo que pasó entre Ana y Marcelo en una de nuestras reuniones. Marcelo la había visto a Ana en una disco y como ella no lo vio, decidió ofenderse solamente para hacerla sentir culpable. Y lo consiguió con intereses, porque no dejaron de tener una falsa discusión en toda la noche al punto en que Ana estaba al borde del llanto por lo mal que se sentía por no haber saludado al muchacho.

Sin embargo, este es sólo un detalle. Lo peor de todo fue cuando Ana y Lucas comenzaron a mandarse mensajes. Todo el tiempo se estaban escribiendo cuando no estaban juntos como si fueran las personas con las que más necesitaban hablar en la vida. Y, tengo que reconocerlo, eso hizo que mis celos se incrementen a un nivel extremo, aunque jamás lo reconocí en público.

Aún así, mis señales fueron recibidas cuando le mandé un mensaje a Ana preguntándole algo acerca de la facultad. Seis horas después, no obtuve respuesta, a lo que totalmente indignado (y en pleno acto de inmadurez) le volví a escribir:

"Está bien. No te molestes en responderme. Guarda el crédito para tu mejor amigo Lucas."

Cinco minutos más tarde surtió efecto y obtuve mi respuesta.

"Perdón, cuando llegó tu mensaje no tenía el celular y después me olvidé de responderte. Vamos, Oliver, ¿acaso te encuentras celoso de Lucas?"

Demoré alrededor de cuarenta minutos en contestar aquello, pero con un fino propósito de transfondo.

"No, no creo. Perdón por no haberte respondido antes, pero me encontré con mi mejor amiga Gladis y me olvidé de contestarte a ti."

Gladis es la enemiga número uno de Ana. De hecho, Gladis es la enemiga número uno de cualquier ser viviente de mi ciudad. Es un ser repulsivo, malvado y egoísta (como Lucas, podríamos decirle) y la usé solamente porque quería darle a entender mi mensaje.

"Ah, ya veo. Entonces avísame cuando te 'desofendas'."

Ya sabía qué era lo que debía contestar, aunque también era consciente que me iba a ir por la tangente.

"Está bien, yo te aviso. Sé que no soy tan importante en tu vida como Marcelo como para que te preocupes porque estoy ofendido."

Esto ocasionó que la muchacha me llame envuelta en una nube de odio, que presiento que si hubiera estado cerca mío, posiblemente me habría clavado un cuchillo en la cara. Lo más chistoso es que yo no tenía idea sobre qué decirle, por lo que comencé a fingir que me encontraba en una clase a la que ella no había asistido.

- ¿Qué quieres? - contesté, en voz baja, pero lacónico.

- ¿A qué se debe tu estupidez del día, Oliver? - me gritó del otro lado. - Tus mensajes rayaron lo ridículo. ¿Lucas? ¿Marcelo? Por el amor de Dios, ¡deja de buscarte problemas conmigo donde no los hay! ¡Es absurdo!

Pero a pesar de todo el drama que he creado por unos mensajes de textos entre ellos dos, había una cosa que tenía que averiguar antes. Una pregunta que hacerle a Lucas acerca de sus verdaderas intenciones con Ana.

Ana jamás lo sabría, por supuesto, pero era una duda que yo mismo tenía que sacármela.

4. Hablemos de Juan (3º Parte)

Nuestra última reunión fue con respecto al gran dolor que de cabeza que invade mi vida: Lucas. Así es, el muchacho merece un aplauso por cómo inició el mes siendo la persona más increíble que jamás pude haber encontrado y terminó convirtiéndose en otra de esas personas que te destruyen el mundo, y no conformes con eso, con una escoba barren las cenizas para que la metáfora del fénix no tenga efecto.

- Y encima después de que yo acepto creerle nuevamente - le expliqué a Juan, ya en un tono apasible y muy cínico, - de que acepto su voto lástima, llega Tobías y hace una cosa así delante mío. ¡Otra vez! Y ahora estoy en dudas sobre si ir con él a ese viaje o no. Todo por culpa de Ana. Ella fue la que me dijo que fue tierno de su parte todas las cosas que dijo, que no deben ser más que simples mentiras.

- ¿Invitó a Tobías a salir delante tuyo y a ti jamás te llegó la invitación? - preguntó Juan, sin poder creerlo. - Segundos después de que tú lo invitaste a un viaje y le diste una seguna oportunidad. Veo que no es una persona muy sutil.

- Es un bestia - remarqué.

Estaba claro que Lucas aquél día no era mi persona favorita. Para estos días, ya no iba de frente con él. No valía la pena. Había estado claro que ya no tenía derecho a hacerle ningún planteo. ¿Para qué? Me había desilusionado de tal manera que había vuelto a la primera etapa: la de querer evitarlo.

- Si no te importa, yo sí quisiera ir contigo - me dijo Juan, de pronto.

Me quedé mirándolo sorprendido. Notó mi cara de confusión, dado que Juan sí capta sutilezas.

- Si es que tienes lugar en tu auto, claro - se apresuró a decir.

- Cielos, Juan, no lo sé - respondí, confundido. - No tengo buenos recuerdos de los viajes que hicimos juntos.

- ¡Pero si nunca viajamos juntos! - se defendió el muy cararrota. - Siempre que me invitabas, yo por algún motivo distinto, ¡no iba! Así que no pudimos... Ah, ya entendí.

Que irónico captar las sutilezas de una mirada pero no la ironía de las palabras. De todos modos, le había ganado esa vuelta. Podría estar en la confusión entre si seguir dejando a Lucas en mi vida o no, pero estaba seguro de que no iba a dejar que Juan volviera a entrar.

3. Hablemos de Juan (2º Parte)

La primera semana de trabajo fue horrible. Acostumbrarme a despertarme a las 5 de la mañana, para luego estar despierto hasta cerca de la medianoche no era algo que estaba disfrutando como se debería.

Lo que más me dolía era el factor Lucas. Me había acostumbrado tanto a verlo todas las noches. A ver series. A hablar. A verlo jugar en la PC (llegué a un punto en donde hasta extrañaba eso). Pero me dolía mucho más no ver su auto en mi vereda, indicando que esa noche estaba disponible para él. Solamente para él.

Sin contar que la facultad me estaba atrasando demasiado. No llegaba con las materias y la fecha de los exámenes estaban encima. No sabía de dónde iba a sacar tantas fuerzas para estudiar todo lo que tenía. Sobretodo, cómo hacerlo sin cansarme mentalmente.

Me sentía frustrado y al volver a mi casa por la noche y encontrar que no tenía fuerzas para soportar despierto, mientras esperaba en vano que Lucas llegara a mi casa, me destrozaba en pedazos.

- Es algo que a mí también me sucedió - me comentó Juan, mientras hablábamos. - Cuando comencé a trabajar (en el trabajo actual que estoy ahora), me sentí totalmente prisionero. Me tenía que despedir de todos mis amigos, de mi vida social, y para lo único que vivía era para trabajar y luego irme a dormir. Odiaba ese cambio y, como sé que tú odias los cambios más que nada en el mundo, imagino cómo te estará afectando esto.

- Justo en el momento en que las cosas estaban muy bien - medité. - Había conseguido una especie de equilibrio. Y está bien, esa clase de cosas a mí no me duran mucho tiempo, aunque hubiera querido que dure un poco más.

- Te acostumbrás, aunque no lo creas - me revela. - Sé que es algo que todo el mundo te dice, pero es cierto. Vas a tener esos momentos en donde vas a llorar practicamente por no ir, pero luego vas a lograrlo. Yo por otro lado, pienso renunciar a mi trabajo. Porque al estar ahí, me doy cuenta que no es lo mismo. Yo soy artista.

- ¿Y qué ocupación haces en tu trabajo actual?

- Soy parrillero - contestó. - Trabajo en un restaurante.

Y pese a que esa alegría por esa charla me duró un par de días, me sentí mejor al ver que mi desborde no era algo que solamente yo podía conseguirlo. Era algo que le pasaba a más de uno, así que por suerte no me sentí tan ajeno a la sociedad.

2. Hablemos de Juan (1º Parte)

La reaparición de Juan en mi vida no tuvo la trascendencia que cualquiera hubiera imaginado. Claro que estábamos hablando de un hecho muy positivo. Podíamos estar sentados y hablar como amigos sin que haya ninguna clase de sentimientos entre nosotros. Por lo menos, no de mi lado.

La cita obligatoria se hizo los jueves por la noche, donde muy al estilo de Sex and the City, dos amigos se reunían en un café a contarse las cosas de la semana.

Detalles sobre Juan:

1. Sabía cómo mantener una conversación.

2. Sabía qué es lo que necesitabas escuchar.

3. Le ponía interés al tema que estabas hablando.

Tuve que agradecer que su aparición haya sido la que ocasionó que Lucas se prestara a la charla. Verán, en el momento en que Lucas cree que está perdiendo terreno conmigo por la aparición de Juan, sumado al agregado de andar divulgando que lo que más extrañaba de él era la comunicación que teníamos, mi nuevo mejor amigo hace algo milagroso: apaga el monitor de la PC y se pone a hablar conmigo.

Este detalle hizo que me reenamore de él.

Es una lástima que no le haya dicho que lo que más extrañaba de Juan era el sexo, porque posiblemente sólo para competir, lo hubiéramos tenido. Tendré en cuenta este detalle la próxima vez.

- Creo que es bueno todo lo que pasó entre nosotros - me dijo Juan, cuando finalizaba nuestra primera sesión de cofee. - Siendote sincero, a mí me dolió mucho terminar contigo. Estaba muy acostumbrado a ti. Te extrañé a horrores.

Esta declaración me hizo sentir mucho mejor, sobretodo porque fue él el que tocó el tema "nosotros". Yo no tenía intenciones de hacerlo.

- Pero fue bueno, porque tú conociste muchas personas nuevas - me destacó. - Y yo también. Creo que esas cosas que no funcionaron antes y se detuvieron a tiempo fue lo que logró que ahora tranquilamente podamos estar tomando un café y hablando como seres humanos.

- Disculpa - dije, viendo que estaba confundido de perspectiva. - Que tú y yo estemos compartiendo un hábitad social no significa que yo me haya olvidado y mucho menos perdonado de todo lo que me hiciste el año pasado. Si crees eso, tienes una idea muy retorcida del panorama, porque el que ahora te hable, no significa que hayas dejado de encabezar la lista de Personas que Debo Asesinar en un Futuro Cercano.

Juan me miró con la boca abierta y luego sonrío.

La primera victoria fue mía. Así me gustaba.

1. Hablemos de Mí


Ha pasado un mes desde la última vez que recuerdo haber tenido cinco minutos para sentarme frente a una computadora y comenzar a hablar sobre mis ilusiones, mis sueños y mis angustias por ausencias bien presentes.
¿El problema? Ninguno en particular. Simplemente comencé a trabajar en una empresa gubernamental, en una oficina, como un empleado público más del montón (como muy sabiamente me llamaría Sebastián tiempo después, queriendo intentar ser gracioso).
Este trabajo comenzó a absorverme de una manera desmedida que costó lágrimas, tristeza y desesperación. La separación con Lucas. La pérdida de mi tiempo nocturno. Dolor. Mucho dolor. El fin de una era.
Al principio pensé que el trabajo me iba a costar sacrificio en la facultad, en mis romances y con mis amigos. Pero no, resulta ser que nada de eso pasó. Sólo fue en mi vida académica, amorosa y social en donde tengo problemas. Serios problemas. Y afortunadamente ahora le puedo echar la culpa a algo.
Costó mucho adaptarme a dormir solamente 5 horas por día, pero he logrado adquirir un ritmo, por lo que mi día queda dividido en tres partes.
Por la mañana, trabajo.
Por la siesta, visitas de diversas personas.
Por la tarde, facultad.
Lo peor de todo era Lucas. Una parte de mí se sentía culpable por dejarlo solo, porque este trabajo salió justo cuando nuestra relación estaba alcanzando un grado de comunicación importante. Finalmente compartíamos un código. Nos entendíamos. Nos juramos amistad eterna y otras cuantas estupideces.
Después de lo mucho que he luchado, el trabajo había llegado en el peor momento de mi vida, pero tampoco podía rechazarlo. Era una oportunidad, de esas que se dan una vez en la vida y digamos que no es que con Lucas yo tenía el cielo. Habíamos llegado a la comunicación, no al casamiento.
Pero eso ya hace un mes y un millón de cosas pasaron desde ese entonces. Aquí comienzo la segunda parte de mi vida, por lo menos la que comparto con ustedes. Y no es por pecar de negativo, pero parece ser peor que la primera.