85. Quédate

jueves, 25 de septiembre de 2008

Me desperté a la mañana siguiente un poco confundido por la fiesta de la noche anterior.

Escuché que mis familiares se reían en la cocina, por lo que no quise asomarme al exterior de mi habitación hasta no estar bien despierto.

Recordé a Marcelo y la información que poseía sobre mí.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Actuar con normalidad? ¿Preguntárselo?

Me conecté y, para mi sorpresa, estaba Felipe.

Recordé que la estaba pasando bastante mal por su preocupación sobre su novio y su nuevo empleo, que le ocuparía los horarios libres que tenían para verse a la tarde.

Inexplicablemente, había encontrado ya una solución.

FELIPE: Necesito mudarme de mi casa. Conseguir un departamento y mudarme. Así mi madre no podrá prohibirme que salga a la hora que yo quiera. Podré ver a mi novio a la siesta y a la noche. Seré libre.

Nunca dije que era una solución coherente.

FELIPE: ¿Puedes preguntar a alguno de tus amigos si conocen algunos sitios?

En la primera persona que pensé es en Martha. Ella tenía conocimiento en bienes raíces, porque tuvo una vez un novio que vivía en otro sitio y que también estuvo diambulando de lugar en lugar hasta encontrar alguno cómodo.

YO: De acuerdo. Veré que puedo averiguar. Me tengo que ir.

Y de hecho mientras hablaba con él me estaba cambiando, cuando de repente, en la ventana, aparece la petición menos esperada.

FELIPE: No te vayas. Quédate un poco más.

Suspiré.

No podía decirle que no.

YO: Vale. Me quedaré media hora más y luego me iré, porque todos mis amigos me están esperando.

FELIPE: De acuerdo.

La siguiente media hora hablamos sobre lo que sería tener una nueva vida, prometiendo un espacio de su tiempo libre para dedicármelo a mí.

Una cínica sonrisa se me cruzó en el rostro al darme cuenta que el muchacho ya tenía conocimiento de que me tenía donde quería.

Él me iba a pedir que salte.

Yo iba a preguntar qué tan alto.

84. Cuando Guillermina quedó Sola

Esa misma noche, en otra punta de la ciudad, Susana y Martha se habían reunido para pasar la noche de un sábado sin planes.

Después de que Jessica había armado toda una campaña en contra, las dos fueron excluidas oficialmente por todo el grupo, y para empezar, por Guillermina quien era la única que las amarraba cada vez que había algún evento de índole social.

- Pero ahora Guillermina está sola - le dijo Martha a Susana, cuando se pusieron a debatir sobre el tema. - Jessica ha conseguido un nuevo empleo, ¿sabías?

- Bien por ella - dijo Susana, con cara de pocos amigos.

Estaba claro que no le hacía gracia hablar sobre su ex mejor amiga que tanto la había humillado.

- Es que te apostaré algo - le dijo Martha, que le encantaba jugar a ser vidente. - Desde que Jessica comenzó a trabajar, Guillermina se sostiene en el grupo gracias a Oliver. Pablo, Lucas o hasta Tobías apenas la tienen en cuenta, y si analizamos bien la cuestión, ellos son amigos de él pese a que la conocen a ella desde hace más tiempo.

Susana miró esperando una gran explicación que siguiera después de esta declaración. Martha entendió que le faltaba continuar para ser entendida.

- Oliver tiene un cumpleaños esta noche - anunció Martha. - Hoy, noche de sábado. Jessica trabaja hasta tarde. Lo que significa que Guillermina, te apuesto lo que quieras, querrá ver qué haremos nosotras para que ella no se sienta tan sola.

Susana no creyó que fuera así de cierto. En general, Martha tendía a equivocarse en cuanto a las reacciones de los demás. Pero fue tan sorprendente cuando en el MSN, Guillermina hizo tal cual lo que su amiga había anunciado, que no pudo evitar reírse.

Por supuesto, la ignoró por completo, sabiendo que Guillermina se iba a alterar del otro lado del monitor.

- Me está preguntando qué es lo que haremos - le dijo Susana a su amiga. - Le estoy respondiendo que no sabemos bien y luego le estoy mandando íconos gestuales. Sé que le alteran.

- Nos altera a todos - le reconoció Martha.

Y, en efecto, Guillermina se fue insultando a Susana diciendo que deje de hacerse la estúpida si sabía que tenían planes, por más que no la quisieran invitar.

- Es una pena por ella - dijo Susana, cerrando sesión. - Si no hubiera sido tan venenosa conmigo, posiblemente sentiría compasión de que todos la abandonen.

- Aún así, sabemos que ella es solamente un títere de Jessica - repitió Martha. - Llegará el día en que a Jessica se le vuelva en contra todo el veneno que volcó hacia los demás. Hacia nosotras, hacia Oliver, hacia Lucas, hacia Andrés y hasta hacia Eleonora.

Tarde o temprano, el karma se encarga de devolverte los favores.

No hay héroes que te salven de esto.

83. Seguro fue Pablo

Mi cabeza estaba con todos los cables desconectados.

La historia que Lucas me acababa de contar tenía cosas ilógicas e incoherentes por todos los puntos en donde se lo mire.

- No encuentro una conexión coherente - dije, encogiéndome en hombros. - No hay forma en que la información sobre mi bisexualidad haya entrado en Marcelo. No hay forma.

Creo que a Lucas le encantaba verme en ese estado de incertidumbre, pero ciertamente aquello era un hecho significativamente distinto.

- También lo sabe Iván - dijo, de pronto.

Lo miré con una mezcla de asombro e intento de homicidio. Lucas lo notó y se defendió con sus manos, poniéndolas como un escudo, antes de que yo lo golpeara.

- Fue Pablo - dijo, antes que yo pudiera soltar palabra. - Cuando Iván estuvo de visitas en la ciudad, hace un mes, Pablo y él tuvieron una charla sobre ti. Pablo le reveló la verdad a Iván y él me la vino a contar a mí. Tuve que decirle que no comente nada o iba a seguir esparciéndolo.

- ¡¿Pero acaso Pablo no tiene una vida?! - exclamé, totalmente indignado. - ¿No tiene una cosa más interesante que hacer que ponerse a hablar de mí?

- De todos modos, Iván es el que menos te tiene que preocupar - reconoció Lucas. - Es mi mejor amigo, confío en él y sé que se va a quedar con esto que sabe. El problema real es Marcelo. ¿Cómo se enteró?

Me prendí un cigarrillos de los nervios por enfrentarme a aquél debate.

- Es que toda la historia es ilógica - analicé. - Para empezar, sé que Marcelo tiene aires de homofóbico, por lo cual jamás pensaba revelarle una cosa así a él. Y si alguien se lo contó, significa que alguien de mi confianza me traicionó. Y otra cuestión que no puedo creer es que Marcelo lo haya comentado delante tuyo y delante de Tobías. ¡Justamente él!

- ¿Por qué te parece extraño?

- Porque cuando Pablo contó a Guillermina y a Jessica que Susana se acostó con Iván y que por este motivo la comenzaron a apartar del grupo, Marcelo saltó en su defenza - recordé. - Esta indignado que las chicas se metieran con Susana, que será lo fácil que quieran, pero no es una mala persona. ¡Y de última, él mismo reconoció, que se acueste con quien se acueste, es problema de ella!

- Pero después de todo estuvieron juntos ayer - me recordó Lucas, como queriendo sacar algo bueno del asunto. - Significa que superó su trauma.

- Significa que yo no sabía nada de esto por haber actuado con tanta naturalidad - reclamé. - Es tan injusto.

Tenía tal confusión de asombro en la cabeza que no podía pensar con mucha claridad.

Es increíble como el héroe de una persona puede ser el villano de otra. Y esta vez, Marcelo se había convertido en mi villano.

82. Marcelo lo ha Descubierto

Tres días atrás, Lucas se encontraba con Tobías y Marcelo tomando una cerveza en un bar, como quienes pierden un miércoles por la noche después de un arduo día de trabajo.

Un encuentro de amigos para hablar un poco de trivialidades.

- ¡Oliver se acuesta con hombres! - gritó Marcelo, de repente.

Lucas casi se atragantó con el poco de cerveza que tenía en la boca.

- ¿Qué? - dijo, fingiendo sorpresa. - ¿Y eso?

- Me enteré - dijo Marcelo, indignado. - No lo puedo creer. Practicamente se me cae un ídolo. Jamás lo hubiera pensado de él.

Lucas miró a Tobías buscando ayuda con los ojos, pero le fue devuelta la misma mirada de incertidumbre.

- ¿De dónde sacaste una cosa así? - preguntó Lucas.

- No puedo decir quién es mi fuente - aclaró Marcelo. - Sólo sé que la situación me da asco. Es más, creo que no voy a volver a hablarle.

Nuevamente Lucas y Tobías intercambiaron una mirada de asombro.

- Espera, Marcelo, ¿estás escuchando lo que estás diciendo? - le preguntó Lucas, en mi defenza. - Más allá de si eso es cierto o no, estás por dejarle de hablar a una persona que conoces porque te has enterado de algo que no es relevante en tu vida. ¡Es ridículo!

- Es que tengo miedo - confesó Marcelo, encogiéndose en hombros. - No me gusta la gente así. Ahora no sé cómo hablarle. Mira si quiere seducirme.

Lucas ahogó una risa.

- ¡Por Dios, Marcelo! - gritó. - ¡Lo conoces desde hace casi un año! ¿En algún momento notaste que él se te haya insinuado? Porque dudo mucho que para él tú entres en la categoría de sus gustos.

- Entonces me estás confirmando que es cierto - dijo Marcelo.

- Sólo estoy confirmando que de última instancia es un tema de él y no algo que debamos debatir nosotros - retrucó Lucas. - Si él no quiso contártelo, debe ser porque no quería que te enteraras. Y creo que debemos respetar eso.

Marcelo se quedó callado y a Lucas le despertó la curiosidad ante aquél arranque de histeria por esa información.

Tobías, que generalmente permanece callado, tomó la palabra. Miró a Lucas.

- A mí no me importa - dijo, finalmente. - Pero siempre escuché rumores que se sentía atraído por ti.

- Esas son cosas de Jessica - respondió Lucas. - Tú sabes que entre ella y yo las cosas terminaron mal y que haría cualquier cosa con tal de desprestigiar al resto. Todos saben que es una serpiente. Y si no lo saben, es porque están ciegos y no ven lo obvio.

Se hizo un silencio por unos minutos en la conversación de los tres caballeros.

Marcelo parecía haberse perdido entre sus pensamientos.

- No lo sé - largó, como un suspiro. - Veré si puedo vincularme con él y si no me siento extraño. Pero no puedo prometer nada. Tal vez nuestra amistad se termine aquí.

81. La Decisión de Lucas

Habíamos terminado de cenar hasta el postre, cuando finalmente tuvimos la oportunidad con Lucas, vestido de etiqueta como todos los mozos, de sentarnos a fumar un cigarrillo.

Los invitados pasaban por delante nuestro en el patio y se preguntaban qué diablos hacía aquél joven que no estaba trabajando para servir en la fiesta. Pero a Lucas no le importaba.

- Voy a renunciar después de esta noche - me contó.

La primera pregunta que se me vino a la cabeza no fue "¿por qué?", sino "¿qué harás ahora?". No pregunté ninguna de las dos.

- Si hay algo que a mí no me agrada, son los líos que se pueden armar gracias al chisme - comentó, dándole una pitada a su cigarrillo. - Estoy muy enojado con mi jefa. Más que enojado, estoy desilusionado. El otro día vino con un arranque de histeria y comenzó a gritarle a mi compañera que ninguno hacía nada. Dijo que yo solamente jugaba con la Playstation allí y que ni siquiera atendía a la gente.

Dos jóvenes pasaron hacia el baño de hombres. Uno era atractivo.

- Pero voy a renunicar, porque no puedo seguir trabajando aquí.

No quise explayarme en mi opinión porque estaba en total desacuerdo con lo que me decía aquél sujeto.

- ¿Estás completamente seguro? - atiné a preguntar.

- Así es - dijo, cruzándose de brazos. - Mi jefa tendrá que hacer un arduo trabajo de persuación si piensa que va a conseguir que me quede. Y si lo hace, van a cambiar muchas cosas.

Ahora tenía un poco más de sentido.

Lucas quería jugar con su suerte para saber hasta qué punto era importante en la empresa, o hasta qué punto alguien notaba su valía.

Ni yo hago tantas cosas infantiles.

- Me da mucha pena por mis amigos, los que se quedan - dijo. - Ellos son los que van a tener que soportar aquél maltrato.

- Me parece que no es la forma de manejar las cosas - contesté, al fin. - Estás actuando por impulso y no estás usando el razonamiento. Es preferible que lo hables antes que digas algo de lo que después no sepas cómo retornar.

- Es que ya lo pensé - prosiguió. - Es la única alternativa que me queda.

Corazón Gitano

80. Franco

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Ignoré al muchacho no sin antes verlo de reojo un instante.

Encontré a uno de los amigos de Juan del curso en que el año pasado nos encontrábamos. Ni me acordaba el nombre.

- La mayoría se encuentra con presentaciones en el interior - me contó. - Por eso no pudieron venir a este cumpleaños. Por ejemplo, un show que Juan dirigió salió tercer lugar en un Encuentro y ahora esto le dio una fama bastante importante.

- Mira tú que bien - dije, feliz.

Había recibido la invitación para ir a ver aquél espectáculo, pero por cosas diversas, nunca pude ir. De todos modos, me alegro que Juan haya avanzado en su carrera como director y finalmente haya hecho algo productivo por su existencia.

- Tienes que aparecer algún día - me dijo el joven. - Se te extraña.

Sonreí sin prometer nada. Sabía que tal vez nunca cumpliría.

El muchacho se metió nuevamente por el pasillo y el joven rubio de ojos claros que me estuvo observando se acercó y se puso delante mío sin dejar de dedicarme una sonrisa.

Me sentí incómodo.

Lo miré.

No dijo nada.

- ¿Qué? - dije, asustado.

- ¿Eres Oliver?

- Sí.

- ¿Oliver Luk?

- Sí, ¿te conozco?

- Soy Franco - me dijo.

Entonces lo recordé. Franco era un muchacho que perteneció a mi existencia un tiempo, hace muchos atrás, y luego se había mudado de la ciudad. Ahora parecía estar de regreso, con un look totalmente contrario al que me tenía acostumbrado.

Sonreí por el reencuentro y lo abracé.

- Por Dios, estás muy distinto - dije, emocionado. - ¿Qué haces aquí?

- No me dejan pasar - me reconoció. - Mis amigos están dentro y no me dejan ingresar a mí porque no tengo tarjeta.

- Te haría entrar pero siendo el primo me dijeron que también necesitaba tarjeta, así que mi voto no cuenta demasiado aquí - le reconocí.

De todos modos la charla no duró demasiado. Los amigos de Franco salieron en ese momento para anunciarle que volverían más tarde, cuando tenga acceso a ese lugar.

Nos dedicamos un último saludo y nos despedimos.

Fue un buen reencuentro. Breve, pero dos veces bueno.

79. El Cumpleaños

Llegamos a una fiesta totalmente bien organizada por la empresa en la que Lucas trabaja. Telas rosadas y amarillas colgaban por el techo y luces de colores se escondían por los rincones del salón. Portarretratos de mi prima como souveniere brillaban en una mesa lejana, mientras que todos los familiares se iban acomodando en sus respectivos puestos.

Apenas entré, pude ver a Lucas en la entrada.

- ¿Targeta de invitación? - bromeó, cuando me vio.

- ¿Cómo estás? - pregunté.

- Bien, desde las ocho de la mañana que estamos acá - dijo.

Seguí a mi familia que se dirigía hacia nuestra mesa.

- Por favor, rescátame apenas puedas - le supliqué, sonriendo.

Esquivé a un par de mimos que entretenían a dos niñas en el patio y me metí en el salón. Así que entretenidos con pequeños platillos, tuvimos que esperar poco más de una hora hasta que mi prima hiciera su apertura.

Divisé a la hermana de Guillermina, que figuraba en la lista de invitados, sentándose en una mesa lejos de allí. También me choqué con la hija de mi compañera de oficina que era practicamente una de las cabecillas del evento. Ambas muy afectadas por el suicidio de hace un par de semanas atrás, ahora finalmente tenían una leve sonrisa en sus rostros.

También encontré a varios chicos del grupo que eran amigos de Juan. Me saludaron gentilmente y cuando me acerqué a hablarles, sólo me dijeron que posiblemente serían unos pocos, ya que todo el resto andaba con distintas presentaciones en la provincia.

Pasada la medianoche las luces se apagaron y en la pantalla apareció un video de la que debería ser mi prima en sus primeros años. Luego ella hizo su gran introducción y una voz de locutora muy sexy anunció que permanezcan todos en sus puestos para que puedan servir la comida.

Yo agradecido, porque me moría del hambre para esa altura.

Por fortuna, debería creer, a Lucas le tocó ser mozo de mi mesa. Lo que le dio la total confianza de servir el plato de entrada y luego el principal, a todos menos a mí.

- Lo siento, no podía traer todos - me decía, encogiéndose en hombros. - Ya te traigo tu comida.

Y minutos después, cuando todos en mi mesa alcanzaron a devorar sus alimentos, a mí recién me los traía.

Lucas a veces no es tan divino como suele mostrarse.

- Ya vuelvo - dije, a los familiares que se encontraban en esa mesa.

Salí del salón con intenciones de ir a la entrada a fumar un cigarrillo, pero en eso me crucé en el pasillo a un chico rubia, de ojos claros y verdaderamente lindo que me resultó conocido.

No supe si en el pasado me había acostado con él.

Sólo recuerdo que, en el presente, sonrió.

78. La Llamada Perdida

Cuando la vida parece estar al tope de los conflictos que a uno se le genera, siempre hay espacio para otros más.

Tuve una llamada de Ana durante la siesta. No nos podíamos ver con la frecuencia de antes y practicamente toda la semana pasamos sin hablarnos. Ella ocupada con sus estudios y yo ocupado con mis horas extras y traumas que me generaba el ser rechazado por un hermoso jovencito.

- No sabes con quién hablé en estos días - me comentó emocionada. - Recibí una llamada inesperada de... ¡Juan!

¿Algo más tendrá el destino para jugarme una mala pasada?

- Que suerte - dije, lacónico.

- Pero fue algo muy gracioso - me contó. - Resulta que yo estaba medio dormida y me llaman por teléfono. Y como no tenía agendado el número, pensé que era un amigo mío. La cosa es que me estuvo invitando a ir a no sé qué lugar y yo estaba pidiéndole que me de un tiempo para bañarme, cambiarme, producirme e iba.

La historia se interrumpió un momento porque se comenzó a reír.

- Pero en eso me dijo "¿quién habla?" - continuó. - A lo que le digo quién era yo, y él me dice "mil disculpas, Ana, quería hablar con otra persona". A lo que quedó muy gracioso, porque yo también pensaba que era otro sujeto.

Me reí ante la risa de mi amiga pero no porque la historia de Juan me causara mucha gracia.

- ¿Nos vemos el lunes? - me preguntó.

- Afirmativo - dije, y corté la llamada.

Me preparé para ir al cumpleaños por el que toda mi familia estaba invadiendo mi casa.

Lo único bueno es que la empresa de Lucas era la encargada de hacer el servicio y por lo menos, en algunos momentos de la noche, podría escaparme con él.

77. Café de Madrugada

Menudo conflicto se hayaba ahora en la vida de Felipe. No sólo tenía más trabas por delante, independientemente de cuanto me beneficiaba a mí, sino que también ahora practicamente ya no se podría ver más con el amor de su vida.

Que dolor, que dolor, que pena.

Mientras tanto, la fiesta duró hasta altas horas de la madrugada, donde cinco personas solamente dieron señales que necesitaba un techo donde refugiarse, porque en ningún momento intentaron relacionarse con nadie más.

Marcelo y yo fuimos a tomar un café después de salir de allí.

- No puedo creer lo sociable que es la madre de Ana - comentó Marcelo. - Nunca pensé que existiera una de esas madres que sean tan sociables. Es como una más del grupo.

- Sí - respondí. - Cuando en Semana Santa, Ana y su familia se fue, todos fuimos a jugar al TEG con ella solamente.

- Me contó Lucas que le quieres regalar un teclado a Ana - dijo, metiéndose un sandwich en la boca. - ¿No te parece muy costoso?

- No - dije, encogiéndome en hombros. - Es casi todo un mes de trabajo, pero vale la pena en última instancia. Lo que sucede es que estoy esperando la llamada de la madre de Ana que me confirme que nadie más le va a regalar una cosa así.

Desde hace dos semanas, a Ana se le dio por tocar el teclado. Ya aprendió a tocar la Marcha Nupcial, por lo menos la primera parte, y el Feliz Cumpleaños.

Todos estamos muy orgullosos por ella.

A Marcelo le llovían los mensajes de textos.

- Dejé mis cosas en la casa de tu vecina y traje sus llaves - comentó. - Ahora me está apurando para que regrese porque quiere entrar a dormir, así que terminemos rápido con todo esto y marchemos.

Estábamos hablando de la misma persona que hace un par de días atrás le practicó sexo oral a Lucas en la parte de atrás de su auto, pero no le comenté a Marcelo que yo disponía de esa información.

Nos fuimos y nos despedimos como siempre.

Esa noche yo todavía desconocía de la verdad que me escondió Marcelo en toda la velada.

76. Él Comienza a Trabajar

No podría catalogar a Jessica como la maldad absoluta, pero un buen puesto en el pedio de lo malévolo se lo ha ganado. Sus lacayos, Guillermina y Pablo, sin su protección, diambulaban como estrellas fuera de órbita.

Sentí asco.

- Marcelo encontró un nuevo juego del que podemos jugar - nos contó Pablo, esa misma noche, un rato más tarde. - Es como Calabozos y Dragones, pero se llama Vampiros. Es diferente, pero podemos probar.

Tanto a Guillermina como a mí nos gustaba la idea. Hacía tiempo ya que no jugábamos con Sebastián, dado que el mismo Master había perdido interés en continuar con su propia campaña, y la idea de poder continuar el juego liderados por Marcelo de una manera más contínua, llamaba poderosamente la atención.

- De todos modos Marcelo tiene que conseguir los libros, ponerse a leer y avisarnos a todos - dijo Pablo. - Si lo vemos ahora, podemos decirle que nos explique mejor.

- Si lo ven ahora, pueden decirle que me devuelva mi celular - pidió Martha, algo enfurecida.

Lo cierto es que desde hacía ya dos semanas que Martha le había dado a Marcelo su celular para que pruebe arreglarlo, pero el muchacho no se había tomado la molestia ni siquiera de verlo, por lo que el movil andaba paseando en su mochila junto a miles de cosas más, a donde quiera que Marcelo fuera.

Mientras tanto, las cosas en la casa de Martha no estaban del todo bien. Sus padres se encontraban cada vez más cerca del divorcio, por lo cual no era un sitio con buena aura para el que podamos estar.

Sin Martha, quien acotó cansancio, Pablo, Guillermina y yo nos fuimos a un kiosco, avisando a todos los que podían que nos encontraríamos allí.

Jessica y Emilio no tardaron en aparecer, mientras que Marcelo respondió que se encontraba en una fiesta por un cumpleaños y que éramos invitados a ir si queríamos.

Emilio tenía su Viernes de Póker, por lo que Jessica quedó a la libre dispocisión de Pablo. Guillermina fue conmigo hacia el lugar.

- No conozco absolutamente a nadie de aquí - dijo Marcelo, al vernos llegar. - De todos modos, por lo menos saluden a la muchacha que cumple años y luego vamos a la parte de atrás.

Así que mientras los cuatro saludábamos en general y nos marchábamos al patio de atrás, como buenos antisociales que somos, me llegó un mensaje de Felipe.

FELIPE: "Me acaba de morder un perro. Tengo la pierna hinchada y mi pantalón totalmente inutilizado. Es lo que me faltaba para terminar mal mi día."

Fingí una preocupación que ocultaba la risa que me daba la noticia.

YO: "¡Que horror! ¿Qué más te pasó?"

FELIPE: "Mi novio tiene que comenzar a trabajar a la tarde también. No me malinterpretes, estoy muy feliz por él y está re linda la noticia, pero si yo no salgo a la siesta y no puedo salir a la noche, ¿me quieres decir cuando nos vamos a ver?".

Debería ser bueno y estar disgustado por aquello que seguro estaba preocupando a Felipe de una forma muy dramática. Sin embargo, mi bondad era algo que cada día estaba ocultándose más.

Puedo Jurarlo

75. Los Abandonados

Apenas había conseguido dormir un par de horas cuando sentí los brutales golpes en la puerta de mi habitación. Alguien intentaba derrumbarla.

Así que mientras me cambiaba rápidamente y comprobaba que faltaba una hora para la medianoche, pensé que todos habrán sospechado que me hayaba muerto.

Sin embargo, al abrir la puerta de mi habitación, me encontré a Marcelo del otro lado.

- ¿Por qué hay tanta gente en tu casa? - me preguntó, asombrado. - ¿Y por qué tienes los ojos rojos?

- Días sin dormir - respondí, encogiéndome en hombros. - Trabajo atrasado. La historia de siempre.

Eché de mi casa a Marcelo y le dije que le avisaría apenas sabía qué es lo que haríamos esa noche. Martha me mandó un mensaje invitándome a su hogar, compadeciéndose sobre mi situación actual.

Así que después de una cena de reencuentro en donde todo el mundo estaba esperando el cumpleaños del día siguiente, huí de mi casa hacia la casa de mi amiga.

- Guillermina me dijo que le avisaste que vendrías para aquí - me dijo Martha, en un tono poco amigable. - ¿Por qué hiciste eso?

- Porque me lo preguntó - respondí.

Estaba más que claro que el grupo femenino se encontraba dividido y esa línea cada día iba aumentando en lugar de extinguirse. Susana y Martha estaban cada vez más alejadas de Guillermina y de Jessica, y como esta última había conseguido empleo, ahora la cara visible del grupo malévolo se quedaba sola.

Esto tuvo como consecuencia que Guillermina, de repente, sienta un desmedido apego hacia dos de las mujeres que más había criticado. Las otras dos lo sabían.

Mi teléfono suena.

- ¿Pablo? - saludé. - ¿Qué haces?

- Quería saber qué hacías y dónde estabas y si puedo ir - sugirió.

Sin comentarios.

74. La Novia de Leo


No tuve tiempo de pensar en lo frustrado que me sentía, dado que mi familia llegaba al día siguiente desde otra ciudad, y yo me tenía que comunicar con Leo para ver si me permitía quedarme en su casa.

Por supuesto, ocurrió lo más obvio.

- Hola - saludó, hablándome casi en susurro.

- ¿Estás trabajando o en la facultad? - pregunté, de forma apresurada.

- En lo de mi novia - dijo.

¡Nunca viene esa muchacha a la ciudad! ¡Justo el fin de semana que menos necesitaba que apareciera, ella se le ocurre visitar a su chico!

- De acuerdo, llámame más tarde - dije, sin comentarle que lo necesitaba.

- Pero espera, ¿pasa algo?

- No importa, te lo comentaré cuando estés más libre - dije, despojándolo de la responsabilidad de hacerse cargo de mí.

Genial.

Sencillamente genial.

No sólo tenía que lidiar con Felipe y su repentino desapego a mi persona (tan repentino como su apego en sí), sino que también debía lidiar con mis familiares durante cinco días invadiendo las habitaciones de mi hogar, cosa que me resultaba muy repulsiva de llevar a cabo.

Intenté mantenerme ocupado con horas extras para no pensar en el rechazo que acababa de recibir. Ese día estuve despierto casi 22 horas, para dos horas más tarde de finalmente haberme acostado a dormir, volver a despertarme.

Para cuando llegó el viernes por la tarde, era practicamente un zombie.

Las visitas estaban cerca y el fin de semana se avecinaba, no pronosticando nada bueno en él.

Cuando se fue el efecto del energizante, me eché a dormir deseando que las cosas fueran un poco mejor.

73. Exageración

Tal vez exageré demasiado.

Al día siguiente de recibir ese mensaje, decido responderle a Felipe por no haber podido hacerlo la noche anterior.

Para colmo de males, mi familia venía desde otra ciudad y se instalarían en mi casa, por lo que mi madre me aconsejó buscar otro sitio para vivir mientras dure el fin de semana. Pensé en Leo, ya que es el único de mis amigos que vive solo y seguramente no tendría problemas, pero esperaría a llamarlo después de que saliera del trabajo.

Entre tanto, la conversación por mensajes de texto con Felipe fue la siguiente:

YO: "Perdón por no responder anoche. ¿Cómo hiciste para escaparte de tu casa a esas horas?"

FELIPE: "Inventé que tenía un cumpleaños. Recién me despierto y llegué tarde a mi trabajo. ¿Tú cómo estás?"

YO: "Bien, aunque me echaron de mi casa."

FELIPE: "Y eso, ¿a qué se debe?"

YO: "Les dije a mis padres que quería tener sexo con un jovencito que me encantaba y me echaron. No, mentira. Viene mi familia e invadirán mi habitación."

Aquello reconozco que fue arriesgado. Pero, ¿qué más daba?

FELIPE: "Después el sexópata soy yo, ¿eh? Por cierto, tengo una marca en el cuello."

YO: "No me digas así que me pongo celoso. Pero es cierto, bastante sexópata, si quieres vuelvo a como era antes para no incomodarte."

FELIPE: "No me incomoda. Tengo una amiga con quien bromeamos así y no por eso me acostaré con ella."

Touché.

YO: "De acuerdo, entendí la indirecta."

FELIPE: "No fue ninguna indirecta. Sólo te cuento mi trato con la chica."

YO: "Pero eso significa que indirectamente debo asumir que tendremos el mismo vínculo. ¿No?"

Ahí estaba. La pregunta que tendría que haber hecho al día siguiente de conocerlo y que tanto he demorado en preguntar por miedo a saber la respuesta.

FELIPE: "Somos amigos, ¿esperabas otra cosa?"

Y ahí estaba, nuevamente esquivaba la bala y me hacía tener a mí el control de una situación que no deseaba controlar.

Decidí ser sincero, no sé por qué.

YO: "Es una pregunta complicada. Es lógico que siento una superficial atracción hacia tu persona, pero también sé que no estoy buscando sexo porque no me hace falta. También es cierto que no soy ningún premio, y desde que te conozco atravieso crisis de autoestima, cosa que nunca antes me había pasado, lo cual me hace detestarte un poco. Así que no tengo una respuesta a tu pregunta."

No sé cómo consigo, en un mismo mensaje, evadir, humillarme y mostrar mi dignidad, pero lo logro.

FELIPE: "¿Por qué tan complicado? Tuve que leer tu mensaje un mínimo de 3 veces. Yo no quiero causarte problemas."

YO: "Ya sé eso, amigo. No es tu culpa. Y no es un tema que tendríamos que hablar, pero no soy de quedarme callado con las cosas que siento, así que te lo dije, por más que no exista una solución. Aparte, no es que te he dicho algo que no sospecharas."

FELIPE: "No sé si lo sospechaba. Todo el tiempo hablábamos así y pensé que era parte de un juego. Yo soy así también, y en ningún momento intenté seducirte."

Un puñal se me instaló en el corazón y lo revolvió.

Era tan obvio que eso me iba a pasar.

72. Como Antes

Convencido completamente que Dios me odia y que Marcelo dejó mi computadora peor de lo que se encontraba antes, volví a conectarme para que Felipe me dijera simplemente las palabras: "Me voy, hablamos después, besos".

- Es un experto a la hora de histeriquear - le dije a Lucas, una hora más tarde. - En ningún momento me rechazó, pero tampoco me dijo que sí. Simplemente me deja la opción abierta.

Nos encontrábamos en su oficina, donde me invitó a ir dado que estaba solo y no tenía mucho trabajo para hacer. Era la primera tarde con calor después de una oleada de frío polar.

- Tú sabes lo que pienso - me dijo. - Si tienen sexo, arruinan todo. Mira lo que me pasó a mí. Anoche salimos con Marcelo y unas amigas de él. Estábamos todos borrachos. Yo iba en la parte de atrás con una de las chicas, se me insinuó y hasta me dio una mamada delante de los otros.

No entendía qué tenía que ver una cosa con la otra, pero de todos modos lo escuché.

- Lo peor de todo es que cuando llegamos a la casa de la muchacha en cuestión, en pleno acto se queda dormida - comentó, sonriendo, como si aquello era una anécdota divertida. - Así que nuevamente ni siquiera pude acabar y con esto ya van tres chicas a las que le doy su merecido pero no me satisfacen a mí.

Seguía sin comprender el vínculo de su historia con la mía, pero de todos modos me pareció graciosa la situación.

La chica en cuestión es una amiga de Marcelo que vive a unas cuadras de mi casa y que le prestó al joven su locación para que pueda celebrar su cumpleaños. Era la época en donde Lucas y yo nos odiábamos e Iván estaba dividiéndose para saber con cuál de los dos podía hablar.

- Volviendo a mi tema - dije, sin saber bien cómo continuar la charla. - Sigo en la misma. Sin saber qué hacer. De repente ahora se empieza a interesar en mí porque le hablé del sexo que él quisiera practicar. No sé, vuelvo a ser considerado un pene por quien no quiero que me considere así.

- Sólo te digo que no lo hagas - me aconsejó justo la persona menos adecuada. - Las cosas se complicarán todavía más.

Cuando regresé a mi casa esa noche, pensé que tal vez estaba exagerando el tema. Cabía la posibilidad de que en realidad Felipe no estuviera interesado en mí y no me haya rechazado por el simple hecho de ser cortez.

Me estaba durmiendo cuando recibí un mensaje de él preguntándome qué es lo que hacía y que se tenía que ver con su novio.

Un mensaje como en los viejos tiempos.

Tal vez no exageré.

71. Pregunta Indiscreta

¿A quién no le agrada la idea de sentirse un héroe?

Tener el poder de salvar a otra persona de su alma en desgracia y llevarla a vivir un cuento de hadas.

Bueno, yo lo tengo. Por si no tuviera ya de por sí pocos complejos.

Quizá es lo que me atrapó de Felipe cuando nos conocimos y comenzó a contarme sus problemas.

Un día de estos aprenderé a no dejarme llevar por las señales que parecen ser reales y no volveré a creer que alguien tiene intenciones subliminares conmigo a menos que esté escrito por medio de una Carta Documento.

Felipe había conocido a Ana y a Lucas, en una tarde sin pena ni gloria cuando el muchacho se dio un tiempo de la casa de su novio para poder ir allí. Tiempo en el que, por supuesto, tendría que usarse para ir a la facultad.

Pero como su madre no los deja salir a ningún lado ni a él ni a su hermano mellizo, entonces aprovechan sus hóras cátedras para ir a enredarse con sus novios respectivos.

Guillermina se enteró que una nueva persona estaba entrando en la vida de todos y, como siempre, para no ser menos, quiso agregarlo a sus contactos.

Me pareció una idea espantosa, que intenté impedir, pero ahora resulta que el MSN descubre cuando uno agrega una dirección falsa. Le tuve que dar la verdadera.

No me parecía una sabia dirección la que había tomado el destino, pero de todos modos, lo dejé pasar.

Una tarde más del montón, con Felipe nos encontramos hablando y surgió el tema del sexo.

Confesó tener una leve inclinación al sadomasoquismo, que sin llegar al extremo, por lo menos le encanta el hecho de ser dominado.

Le conté una historia sexual en donde empleaba ese papel de dominante y quedó interesado.

YO: Bueno, cuando quieras, me avisas y lo hacemos.

Estaba jugando con la suerte, pero de todos modos tenía que hacerle la propuesta.

Segundos sin respuesta.

FELIPE: No es que te quiera cambiar de tema, pero hoy vi un pantalón que me gustó mucho.

YO: ¿Te puse incómodo?

FELIPE: No. Cambio del tema sexual. No el de tu "supuesta propuesta".

YO: ¿Entonces aceptas mi propuesta?

Ahí estaba.

Lancé el anzuelo.

Y entonces, de la nada, mi computadora se reinicia sola.

Héroes


70. El Cartel Verde (20º Parte)

jueves, 18 de septiembre de 2008

Ahí estaba. Lo que siempre sospeché que pasó o que iba a pasar, finalmente me llegaba la confirmación de que había sucedido.

Lucas y Eleonora estuvieron juntos.

Contrario a lo que cualquiera se hubiera imaginado, mi primera reacción fue reírme.

- Esta Eleonora sí que no pierde el tiempo - comenté. - Y eso que la fácil del grupo parecía ser Susana.

- Es que no pude haber sido tan estúpido - se lamentó, casi llorando. - Estábamos en una fiesta y comenzó a desafiarme. Lo hacía sabiendo que yo no iba a tener miedo ante ella. Y fuimos a la casa donde vive ahora que se independizó y lo hicimos. Cuando me desperté sentí tal asco que me tuve que ir de ahí sin decirle nada. Y ahora ni me la quiero volver a cruzar.

- Vaya.

- Sí, tenía que contártelo a ti - dije. - Porque si Javier se entera, me asesinaría porque es su hermana. Y si Iván se entera, también estaría en problemas porque fueron novios por un tiempo. Debería aprender a tener la ética de Tobías para manejar estas cosas.

- ¿Y qué piensas hacer si se vuelven a encontrar?

- Nada - dijo. - Espero que todo siga normal como siempre.

De algún extraño modo, y pese a que mi corazón estaba un poco hecho pedazos, esa noche dormí bien, las pocas horas que me dejó el tiempo.

Es que finalmente había pegado el cartel verde con la firma de todos mis amigos y pese a que la historia con Felipe iba de mal en peor y ahora Lucas se había acostado con la única persona del grupo que sabía lo que sentía por él, por lo cual significaría que fui traicionado por una amiga, a la que para colmo le di mi alma y le presté mi ayuda en su situación con Tobías, más allá de todo esto malo, esas firmas demostraban que no estaba solo.

Que ahí estaban mis amigos.

Arriba de mi cama, como ángeles guardianes, cuidándome.

69. El Cartel Verde (19º Parte)

"Bueno amigo, no soy bueno escribiendo estas cosas.
Sólo quiero decirte que te quiero mucho.
Firma: LUCAS."


Pero volver desgastado después de absorver tanta mala suerte no fue sino un anticipo a lo que me tocaría esperar a mí cuando volviera a casa.

Felipe, tan dulcemente, me comentó que ahora se encontraba en las mejores condiciones con su novio, por lo cual no sabría cuando tendría tiempo de volver a verme. Empezando por rechazar mi invitación a jugar al TEG con Ana y Lucas.

Me sentí bastante frustrado con este tema. No sólo porque el muchacho me rechazó por completo y ni siquiera le interesaba incluirme en su vida, sino porque era un nuevo fracaso en mi existencia.

Quizá un capricho, no lo niego, de justamente querer la única cosa que no puedo tener.

Ese día nos encontramos a jugar Marcelo, Ana, Lucas, la madre de Ana y yo. Faltaba un lugar reservado para Pablo, pero nunca se dignó en aparecer.

En medio del juego, Ana hace un truco que a Marcelo no le gustó y no dejó de torturarla en todo lo que duró el partido.

Fuera de estos detalles en donde Ana casi se ciega y mata a nuestro amigo, Lucas y yo salimos a fumar un cigarrillo.

Había salido de fiesta la noche anterior y se encontraba con algo de resaca todavía.

Se notaba que quería contarme algo.

- Bueno, yo no soy como tú - me dijo Lucas, algo histérico. - Así que no daré más vuelta para contártelo. Anoche... tuve sexo con Eleonora.

La chica, después de todo, estuvo bien que no esté invitada a mi fiesta.

68. El Cartel Verde (18º Parte)

Pese a que la noticia de la joven suicida era algo escalofriante, cosas peores le estaban sucediendo a las personas. Por lo menos en aquella tarde cuando me reuní con Susana y Martha.

Había pasado más de una semana que nos vimos con Felipe y desde aquél encuentro el muchacho había perdido todo interés en volver a vernos.

Por un momento recordé cuando antes de encontrarnos me confesó que estaba nervioso. Ojalá sea un sentimiento que todavía le seguía sucediendo.

- Hoy mi día fue interminable - me comentó Martha. - Han pasado cosas terribles y desde las cinco de la mañana que estoy despierta.

- Sentiría compasión por ti, pero yo todos los días me despierto a esa hora para ir al trabajo - le contesté.

- Pero lo que me pasó hoy fue antológico - dijo, y comenzó a relatarnos su trágico día.

Resulta ser que la abuela de Martha se comenzó a descomponer desde las cinco de la mañana, pero tenía la gran costumbre de que cuando llegaba la ambulancia, inexplicablemente se volvía a sentir bien. Entonces los médicos les daban múltiples análisis, desde diabetes a deshidratación. Tuvieron que ir a internarla por unas horas cuando por tercera vez, la ambulancia no tenía permiso de volver a su hogar.

- Por si fuera poco, en un momento me dejaron a solas - continuó Martha. - Y lo peor de todo es que yo tenía que cocinarles. ¡Y todos comían una comida distinta! Mi padre como está a dieta, no come lo mismo que mi hermano menor, a su vez, ninguno de ellos comen lo mismo que mi abuela, que por supuesto tenía que comer otra cosa. ¡Y para colmo, ninguno come lo mismo que come el perro! Así que hasta a al perro le tuve que cocinar. Y entre todo ese lío, por supuesto, un poco de aceite saltó en mi brazo y ahora lo tengo completamente vendado.

Susana y yo reímos cuando Martha mostró su brazo enyesado en blanco. No es que fuera gracioso, simplemente necesitábamos algo en qué descargar tanta tensión.

Para colmo de males, los padres de Susana habían descubierto algunas de sus relaciones amorosas gracias a la típica vecina chismosa que comenta lo que vio tras un descuido del hijo menor.

- Todavía no me han dicho nada - relató Susana. - Pero mi hermano me contó que es por alguno de mis chicos, el problema es que todavía no sé por cuál. Mi madre me trata de manera distante, como si estuviera disgustada, y mi padre todavía no vuelve del trabajo.

- Sólo estamos convencidas de que va a pasar un desastre - dijo Martha, y luego me miró. - Eso significa que tendremos que huir de aquí antes que el daño también nos llegue a nosotros.

- Como si nos fuera extraño - resoplé.

67. El Cartel Verde (17º Parte)

A partir del lunes, después de ese fin de semana extraordinario, las cosas malas comenzaron a llegar tal efecto dominó.

La hermana menor de Guillermina tuvo un ataque de neumonía y tuvieron que hospitalizarla. Tuvo días enteros llenos de incertidumbre y opiniones médicas encontradas.

Hasta hubo un día en donde parecía que la iban a mandar a su casa, pero la joven tuvo una recaída por lo cual se vio obligada a internarse unos días más.

La vida de Guillermina se convirtió en un dormir y levantarse para ir a la Clínica. No vio a nadie y no se acercó a nadie más.

Perdió su sentido del humor y se conectaba al chat unos minutos sólo para despejarse, pero no podía hablar de otra cosa.

Para colmo de males, la otra hermana, la más chica de las tres, tuvo a la muerte muy de cerca: su mejor amiga se suicidó.

Esta noticia paralizó a toda la ciudad. Pero era más tétrico porque resultaba estar más vinculada a mi vida que lo que alguna vez me hubiera imaginado.

Para empezar, la joven suicida era hija de un compañero de trabajo, a quien vi un par de veces en la empresa. Además de ser amiga de la hermana de Guillermina, también había tomado la Confirmación Cristiana el pasado domingo, junto con la nieta de mi jefe.

Dicen que se peleó con la madre, dicen que se peleó con la hermana porque no le quiso dar una computadora, dicen que fue por cosas de noviazgo, dicen que fue por culpa de la droga.

La gente habla, opina y comenta con afirmación cosas que solamente creen pero no lo saben, como si alguna vez estuvieron en la mentalidad de un suicida.

Reparten el rumor, le agregan sus gotas de pensamientos y lo desplazan.

Destrozan familias, personas, mundos y todo lo demás.

Gente que debería, como dije antes, buscarse una vida y dejar descanzar en paz a las personas que toman decisiones como esas.

Da tanta impotencia y da tanta bronca, sobretodo el no poder detenerlos. Porque son una maza de incompetentes que sólo formentan el sentirse importantes.

Que pena que la muchacha les haya dado el gusto de suicidarse y dar pie a tantos rumores. Ella tendría que haber estado para verlos morir a todos los buitres que ahora la nombran, pese a que jamás la conocieron.

66. El Cartel Verde (16º Parte)

La fiesta duró hasta eso de las 6 de la mañana. El invierno impidió que el Sol saliera a esa hora a saludarnos, y al marcharnos de allí, Lucas, Marcelo y yo fuimos hacia mi casa, donde Marcelo no se despegó de mi computadora.

Hasta permaneció allí el día siguiente hasta entrada la noche.

Mientras tanto, Lucas y yo hablábamos sobre Felipe en la cocina, pretendiendo que Marcelo no nos escuche.

- Es absurdo - dije, cruzándome en brazos. - No soy una persona que se deja llevar por lo superficial. Es más, creo que la única persona que me gustó hasta ese extremo fue Luis. El amigo de Sebastián, donde festejó su cumpleaños. Pero era solamente una utopía.

- En cambio éste... tira para tu mismo lado.

- Exactamente eso es lo que me dio miedo - continué. - El chico no es solamente superficial. Quizá no tenga muchas luces y todo eso, pero es una persona que dentro de todo tiene una pizca de sentimientos. Y me gusta. Sé que es un flash lo que estoy sintiendo, pero tampoco te estoy mintiendo. No dejo de pensar en él desde que lo conocí.

- Ojalá funcione - me dijo Lucas, mirando hacia la nada. - Ojalá tengas un final feliz.

- Me lo merezco.

Cuando los muchachos se fueron, Pablo llegó totalmente tarde pensando que todavía estaban allí. Para no ser descortez, lo invité a pasar y le pregunté cómo estaba su vida.

Tocamos el tema de Eugenia, quien tampoco la soportaba, pero confesó estar hablando en la fiesta con ella acerca de lo que se encontraba estudiando.

- Me interesa mucho la medicina - me contó. - Con mucha suerte, puede que vaya al mismo lugar donde ella se encuentra y comience a estudiar lo mismo.

No pregunté si este fanatismo por la medicina era algo nuevo o era gracias a Grey's Anatomy.

- ¿Y crees que es factible que te puedas marchar? - pregunté.

- Dependerá de mi madre, si tiene capital como para sostenerme allá - contestó. - Porque podría comenzar a trabajar para ahorrar dinero y poder irme, pero si pasa eso, empezaré a tener mi independencia. Y luego no voy a querer dar marcha atrás y dejar de tener mi propia plata. Seguro que me querré comprar una casa o alquilarme una, al menos, para que podamos vivir con Paola. Yo trabajaría a la mañana y como ella estudia por la tarde, por lo menos tendría seguro que al mediodía tendría un almuerzo preparado.

Me dejó sorprendido los planes a futuro que mi amigo tenía.

- Eso significaría dejar las fiestas y demás - se lamentó. - Pero creo que también algún día pasará.

- Es lo malo de eso que le llaman madurar - retruqué. - Por suerte me encuentro muy lejos de eso.

Pablo sonrío por mi comentario.

Volveré junto a Ti

65. El Cartel Verde (15º Parte)

"Tu felicidad es nuestra alegría.
Que estos 21 te encuentren con una sonrisa.
Firma: JESSICA"

Jessica ha pasado por muchas facetas en este tiempo y ha sacado a relucir una amplia gama de personalidades que justamente no eran del todo cariñosas.

Parecía que la muchacha estaba un poco inconforme de su vida, lo cual le daba todo el derecho del mundo a meterse en la de los demás y cada dos por tres estaba generando un nuevo drama del cual Guillermina era su principal cómplice.

Era como esa especie de series, en donde está la rubia malvada y la amiga tonta que le da la razón en todo. Bueno, es más o menos el dueto que formaban con Guillermina.

Aunque no lo pareciera, Jessica era la cabeza que formulaba todo tipo de dudas, quejas y comentarios malintencionados contra el resto de las personas.

Lo hizo con Lucas cuando se comenzó a vincular conmigo. Convenció a todos de que esa amistad estaba mal vista. Algo de razón tenía, no lo niego, pero de todos modos puso a todos en mi contra por extenderle la mano al chico cuando quedó solo.

Sin embargo, cuando Lucas y yo nos peleamos y no nos hablamos durante un mes, se puso a favor de su ex novio y dijo que yo era el dramático que se hacía problemas por todo, y que no conseguía superar una estupidez como la que él se haya alejado. Además de su teoría, no confirmada pero totalmente cierta, de mis sentimientos por él. Lo grave es que se lo dijo a todo el mundo, menos a mí.

Lo hizo con la novia de Tobías, Eugenia, comentando que su presencia impedía que todo el grupo se encuentre bien, y que además estaríamos mejor sin ella. Es decir, que cada plan que incluía a Tobías, pasaría automáticamente a excluirlo si es que ella estaba presente. Tobías, quien por cierto, es su cuñado por ser hermano de Emilio, su novio.

Lo hizo con Susana, desde que se enteraron del rumor que la muchacha se acostó con Iván. Según Jessica, es una completa falta de ética que lo haya hecho y nunca se lo haya contado, porque son amigas y no puede entender cómo es que no confía en ella. Además, se enojó cuando Susana besó también a Tobías, dado que ella no es digna para él porque el muchacho es tan bueno que se puede enamorar de verdad. Claro que Jessica no recapacitó que una persona de 24 años se puede cuidar pro sus propios medios, pero que hizo aquella campaña en contra de la que fue una de sus mejores amigas en una época, arrastrando a que Guillermina también le deje de hablar, lo hizo.

Y lo hizo con Eleonora, convenciendo a todo el mundo que le dejara de hablar también.

La cuestión es que todo lo que Jessica piensa, Guillermina también.

Es una pena, porque tampoco es una mala persona. Y no sé por qué problemas estará pasando últimamente, pero que no me estaba agradando su nueva faceta, que quizá siempre la tuvo, nada más que ahora se hizo más notoria, era cierto.

Tarde o temprano las cosas se le darían vuelta.

Y, no es por adelantarme a los hechos, pero que sola se encontrará.

64. El Cartel Verde (14º Parte)

"No te conozco mucho, pero me caes fantásticamente bien.
Un muy feliz cumpleaños.
Firma: EUGENIA"


Es cierto que sé poco y nada sobre la vida de Eugenia.

De hecho, solamente hablamos tres veces en nuestras vidas, y una de ella fue un e-mail que me envió.

Pero según la historia, lo que tenía entendido es que fue novia de Tobías hasta que se tuvo que ir a estudiar. Eran una pareja muy feliz y unida, pero ella se fue, conoció nuevas personas y destrozó por completo su corazón al decirle que no podía mantener una relación a distancia.

- Que suerte que tú puedes pasar tu cumpleaños con tus amigos - me dijo, con algo de recelo en su voz. - Yo no puedo. Tengo que pasar mi cumpleaños en otra ciudad. Bastante lejos.

- ¿Y cómo te estás adaptando al estar allá?

- Bastante bien - respondió. - Aparte tengo todo casi en un mismo lugar. Mi facultad a dos cuadras. Una farmacia en la esquina, un supermercado en otra. Casi no tengo que moverme demasiado.

- ¿Y cómo son las personas?

- Eso es lo mejor - respondió, feliz. - Si aquí la gente es amigable, allá es el doble. Aparte, tenemos un intercambio cultural bastante enorme, porque va gente de todos lados. Tengo amigos de todos lados del mundo y eso está bueno.

Terminó de firmar mi cartel y fue hacia el de Guillermina. Sólo le dijo "Feliz cumple, Eugenia".

Supuse que ella debía estar al tanto que el resto de las personas no tiene un buen concepto sobre ella. Lucas, directamente, la detestaba. Topo, Jessica, Guillermina y hasta Marcelo también tenían conflictos con su presencia.

Dicen que es muy posesiva sobre Tobías y que no lo deja pertenecer al grupo porque acapara toda su atención. Aparte de ser una mujer hueca y sin sentido de existencia.

Ellos son mis amigos, pero tampoco es que son dignos de lanzar la primera piedra.

Al despedirse e irse temprano junto con Tobías comentó que al día siguiente se marcharía junto con una amiga hacia la ciudad donde estudia.

- Nos veremos en diciembre - me contestó, sonriendo.

Sé que así será.

63. El Cartel Verde (13º Parte)

"Sé tan feliz como te atrevas a serlo.
La meta es de quien toma las riendas.
Firma: LEO"


Leo estuvo alrededor de veinte minutos mirando el cartel con un fibrón en manos.

- No tengo nada que escribirles - me dijo. - Quisiera que mis mensajes sean más profundos que un par de taradeces y deseos lindos. Quisiera que mis palabras les llegue a lo más profundo del alma.

Ni siquiera me molesté en seguir la conversación.

Verdaderamente, Leo me sorprendió apareciendo allí. Estaba muy seguro que nuestra compañía sería su ausencia que cuando llegó, corrí a abrazarlo.

Había estado conmigo la noche anterior, donde intentaba hablarle sobre una persona que había conocido.

- La cosa es que podría haber escuchado sin intrometerme y quizá me hubiera ahorrado todos estos problemas - dije, sin mencionar de quién hablaba. - Pero confió en mí. Hizo un lazo que iba más allá de lo superficial. Y le extendí mi mano.

Leo estaba dividiéndose entre si leer los subtítulos de su película, o escucharme a mí. Así que le facilité las cosas y le apagué la tele.

- La cuestión es que quiero que ingrese en mi vida, y en la de todos - continué. - Yo sé lo que es quedarse sin nada y haberse encerrado tanto en una persona que después de que te abandonan, no sabes cómo volver al mundo real.

Recordé a Juan, por un segundo. Tal vez lo que pasó con él sirvió para que yo actualmente pudiera entender a una persona en mi misma situación. No había forma de ayudarla, pero al menos podíamos hacer algo para aliviar el tormento.

- Tú sabes que nunca te sale bien cuando ayudas a alguien que queda sin nada - comentó Leo, cruzándose de brazos. - Fíjate en Lucas. Se acercó a ti cuando Iván se marchó y luego conoció a Sebastián, se hicieron muy amigos, así que tú ya no sólo pasas a un segundo plano cuando está Iván, sino pasas a un tercero cuando también está Sebas. Y es lamentable, porque siempre le abres la puerta a Lucas cada vez que él está sin nadie, pero luego ni se acuerda de ti.

Encendí la televisión.

Tal vez no estaba cambiando la historia y convirtiéndome en otro personaje. Seguía siendo el mismo plan de rescate, pero nunca el plan principal.

Dejé a Leo mirando televisión y me dormí. Cuando me desperté, él ya se había ido.

62. El Cartel Verde (12º Parte)

"Fue un placer haberte conocido.
Eres un hombre distinto.
Eres un grande.
Firma: EMILIO"


Los chicos me advirtieron que no hay nada peor que Emilio en estado de ebriedad intentando explicar algo. No solamente impide que los demás se expresen, sino que ni siquiera los escucha. Se vuelve contradictorio y jamás deja en claro ninguna idea.

Era algo divertido, pero muy costoso de someterse.

Aún así, su dedicatoria en mi cartel me llamó la atención. "Eres un chico diferente".

¿Aquello era bueno o era malo?

¿Qué tenía de "diferente"?

Le pregunté.

- Yo estoy muy acostumbrado a estos chicos - comenzó. - Mira, todos aquí tienen una opinión distina sobre la vida. Lo cual no está mal, porque nadie tiene por qué pensar igual que el resto, ¿entiendes?

- No.

- Es decir, yo los conozco a ellos - continuó, haciendo un esfuerzo gigantezco por encontrar las palabras. - Ellos tienen su forma de pensar. Ellos ven la vida cómo la ven. Pero tú la ves de otra manera.

La conversación me estaba asustando.

- No entiendo, Emilio - dije, sonriendo, un poco porque me causaba gracia aquél debate, y otro para no ser descortez para lo que tenía grandes posibilidades de ser un halago.

- A ver, quiero decirte que tú tienes una forma de reaccionar o de actuar muy diferente a lo de los demás - continuó. - Cada uno siempre está metido en su mundo, cada uno hace la vista gorda a muchas cosas, pero tú no. Tú saltas. Tú defiendes cuando te atacan y te preocupas por los demás.

Aquello podría ser muy conmovedor, pero seguía sin tener idea de cuál era la tesis central.

- Lo que quiero decir es que me das una visión muy diferente de las cosas, de las personas - finalizó. - Ojalá pudiera conocer a más personas como tú.

Quizá estaba ebrio o quizá era consciente.

Esa conversación jamás se volvería a tocar.

Pero me hizo sentir mejor.

Ojalá pudiera verme con esos ojos todas aquellas personas que me dejaron ir.

61. El Cartel Verde (11º Parte)


"Llevarme bien contigo cuesta mucho.
Te detesto, pero espero que la pases bien.
Firma: PAOLA"


La noche estaba entrando cada vez más al consumo de alcohol y la gente ya estaba comenzando a hablar de una forma menos entendible.

La novia de Pablo, rápidamente se hizo amiga de Guillermina, Jessica y las demás. Parecía una persona muy simpática, porque siempre se vivía riendo, pero parecía también la clase de persona que a la primera de cambio, da vuelta la moneda y comienza a matar personas.

Con ella rápidamente captamos un código de perro y gato. Cuanto más molesto soy con ella, más me odia y me insulta.

Es gracioso, o por lo menos entre los dos conseguimos hacer reír a varios.

- No comiste nada - le dije, acercándome, después de la cena.

- Es que no me siento bien y puedo dar un espectáculo bastante desagradable si llego a ingerir algo - me respondió.

Susana, Martha y Guillermina la escucharon. Dejaron sus cubiertos sobre la mesa por unos segundos, y luego que la imagen se les borró de la cabeza, pudieron seguir comiendo.

Lucas las vio y le habló a Jessica.

- ¿Por qué hicieron eso?

- Porque Paola les dijo que iba a vomitar si comía - respondió, la desubicada, en medio de la mesa.

Un rato después, Paola se encontraba entre todas las mujeres en la apertura de la fiesta, un poco frustrada porque su celular dejó de funcionar. Me acerqué hacia el sector femenino del grupo, aprovechando un escape entre Eugenia y Pablo que se pusieron a hablar sobre la vida de ella en otra ciudad, donde estudiaba medicina.

- Me senté sobre él - me contó la chica, algo desilusionada. - O lo tiré. No me acuerdo. Estoy algo ebria. De todos modos quiero darle el celular a Pablo para ver si puede hacer algo.

- ¿Por qué no se lo das a Marcelo? - pregunté. - Él es el que arregla siempre nuestros celulares.

- Es que confío más en mi novio.

- Pero más efectivo es Marcelo.

- Pero Pablo es mi novio.

- ¡Pero Marcelo sabe hacerlo! - grité, desesperado. - Si tengo una urgencia médica, iré con un doctor de verdad. No iré a que Ana me haga una operación por más bien que me caiga.

Paola río ante mi dicho y fuimos hacia donde se encontraba Pablo. Afortunadamente, Marcelo también estaba cerca, por lo que al ver un celular roto comenzó a arreglarlo él.

En Resumen


Es la cena por el cumpleaños de Guillermina y por el mío.

Cumpleaños doble.

Idearon un estratégico plan de un cartel verde para que coloquen sus firmas los que asistieron al evento.

Mientras tanto, Marcelo estaba más decidido a reinstalar mi computadora.

Quería hacerlo después de la fiesta.

60. El Cartel Verde (10º Parte)

"Nunca dejes de ser feliz.
Como siempre.
Firma: PABLO"


Hacía muchísimo tiempo que no hablábamos con Pablo. Es más, hace mucho tiempo que ni nos tomábamos la molestia de ver un miserable capítulo de Grey's Anatomy.

Por eso, lo encontré en la fiesta junto con su novia Paola, y mientras la chica hablaba con las damas del grupo, yo pude conseguir su atención por un segundo y apartarlo de la sociedad para que podamos hablar.

Necesitaba escuchar un consejo de alguien paulatimanete sabio, y como no lo encontré, recurrí a Pablo. Sabía que él me diría lo que quería escuchar.

- Tengo un problema - dije, sincerándome. - Tengo un amigo con quien puedo tener una relación sexual, la cual no me desagrada tenerla. Pero tengo miedo, porque el sexo modifica todo. Es decir, hay un millón de factores que entran en conflicto. Así que estoy en dudas sobre interponer mi amistad, pero el problema es que desde que noté que había posibilidades, no dejo de pensar en ello. Y me estoy volviendo loco.

Pablo me escuchó como si lo que acabara de decir era lo más normal del mundo.

- En realidad tendrías que ver con ojos más maduros la situación - me comentó. - Sexo lo puedes conseguir en cualquier lado, y quizá por un lado no estaría bien arruinar una amistad.

Aquella conversación no me estaba gustando. Si fui por Pablo, era justamente porque pensé que me iba a impulsar a que lo hiciera en lugar de que lo meditara.

- Aparte, si hay una amistad de por medio pueden pasar cosas de ambas partes - prosiguió, como si ya no me estuviera desilusionando lo suficiente. - Puede que se enamoren o que se provoquen repulsión. Rara vez podrán permanecer indiferentes al asunto. Y encima que ambas partes combinen es un asunto más complicado todavía.

No sé por qué, pero Pablo le estaba haciendo perder todo el encanto al sexo.

- Y no sé de quién me estás hablando, Oliver, pero creo que si pertenece a nuestro grupo, sería todo un hecho más caótico aún - continuó.

- Tienes razón - dije, sin responderle la duda que no me quiso consultar. - No sé cómo lo haré. Es que... Bueno, quedé un poco loco. Y ahora estoy en dudas, porque me tiraron el anzuelo y ahora no sé si pescarlo o no. Una parte de mí se muere de ganas, siendo sincero, pero otra parte más razonable tiene miedo de echarlo todo a perder. Digamos que tengo un don especial para echar a perder todo.

Pablo me puso la mano en el hombro, cual cura mira a su deboto.

- Sí, Oliver, lo tienes - me dijo, asintiendo con la cabeza y comenzamos a caminar hacia donde se encontraban todos. - Pero de todos modos me sorprende que me pidas un consejo a mí.

- Es que pensé que me ibas a impulsar a hacerlo - respondí.

Sonriendo, me mezclé entre todos los demás invitados, dejándole la incertidumbre a Pablo sobre con quién de nuestro grupo me iba a acostar.

59. El Cartel Verde (9º Parte)

"Te deseo mucha felicidad en tu día.
Y un beso donde te guste.
Firma: ANDRÉS"


Andrés era esa clase de personas que no pertenecen al grupo en forma activa, pero de alguna rebuscada forma siempre está presente.

Tiene un amplio historial en sus relaciones personales: es amigo de Leo; convivió un tiempo con Marcelo cuando él no tenía dónde ir después de que Leo lo echara de su casa; es eneamigo de Sebastián y no lo tolera demasiado (eso teníamos en común); y hasta tuvo un romance sexual con Jessica (y después la chica se toma la molestia de criticar a Susana por ser fácil).

Una forma de caracterizarlo era la de una personalidad totalmente complejo de soportar. Era una buena persona, pero no sabía calmarse cuando comenzaba con un chiste.

En la fiesta por el Día del Amigo, nos encontrábamos reunidos y lentamente se acercó a Marcelo y le dio un cabezazo en la mandíbula, haciendo un estruendo en el impacto que sorprendió a todos. Marcelo juró venganza.

Y lo hizo.

Unos días más tarde, se volvieron a encontrar en una disco y vio que Andrés estaba intentando seducir a unas mujeres. Vio la oportunidad perfecta de devolverle todos sus chistes y, pese al ruego de la mirada de Andrés, Marcelo se hizo pasar por su afeminado novio delante de las mujeres, arruinándole todos sus planes de conquista.

Buena vengaza.

Pero cuando llegó, mi fiesta fue la que sufrió las consecuencias porque comenzó a gritarle por la ira reprimida que tenían desde ese hecho.

- ¿Cómo te atreves a hacer una cosa así delante de unas mujeres? - le gritó, mientras que Marcelo sólo optó por reírse. - Una cosa es que hagamos chistes cuando estamos entre nosotros, cuando estamos entre amigos y demás, pero otra muy distinta es que me hagas pasar esos papelones delante de terceros que no nos conocen.

- Te di la lección para que la aprendas - le contestó Marcelo, sin ánimos de bajarse del pleito, pese a que lo consideraba una persona pacífica. - Quizá yo no te devuelva todos tus chistes que siempre haces delante de todos y todas tus humillaciones, pero sé cómo vengarme cada vez que te quieras pasar de listo.

Afortunadamente, parece que a Marcelo le quedó en claro, después de todo, que a Andrés no le causaban mucha gracia esos chistes, porque cuando el muchacho intentó volver a hacerse el galán con una de las hermanas menores de Guillermina, Marcelo no dijo ningún comentario, pese a que todos los de la fiesta, de repente, estaban interesados en interrumpirlo.

- Todos quieren hacer que me agarre bronca con él porque está hablando con mi hermana pequeña y con sus amigas - me comentó Guillermina, después. - Pero en realidad, lo único que está haciendo es integrarlas a la fiesta para que no estén tan apartadas.

Algo que, como grupo, nunca nos permitíamos hacer.

58. El Cartel Verde (8º Parte)

"Que esta noche la pases muy bien.
Te quiero mucho.
Firma: SUSY"


Poco a poco, para dos horas antes de la medianoche, todos mis amigos fueron llegando al lugar indicado. Exceptuando por Ana, quien se había marchado a tiempo, nadie del resto de mis amigos faltó a la cita. Inclusive estaba Leo, quien el día anterior había visto casi imposible el hecho de poder asistir.

En este tiempo, Susana pasó a ser la más juzgada de todos. Después de que se supo a los cuatro vientos la aventura sexual que tuvieron con Iván, Jessica y Guillermina comenzaron a alejarse de ella de una forma muy brusca, y comenzó a ser el centro de las críticas de parte de las dos Reinas del Mal.

¿La parte más divertida? Ella jamás se daba por enterada.

De todos modos, y no sé si por hacer rabiar las neuronas de mi compañera de cumpleaños y de la Víbora Mayor, Susana esa noche estaba vestida como una modelo. Para aumentar la cólera, no soltó su celular en toda la noche.

- No esperes hablar mucho con ella hoy - me dijo Martha, señalándola desde la distancia. - Está enamorada del primo de su padre.

Sin comentarios.

- ¿Que qué? - pregunté, intentando disimular mi risa.

- Es una historia bastante incestuosa - me comentó la chica, señalándola desde la distancia. - Todo comenzó con una charla de chat, como casi siempre empiezan los amores de Susana. El hombre comenzó a hacerse el seductor y ella le siguió el juego. La cosa es que hace unas semanas se encontraron y él le regaló el mismo anillo de compromiso que tenía la mujer.

Me estaba sintiendo algo descompuesto.

- Agradezcamos que el sujeto en cuestión no vive en la ciudad - prosiguió. - Vino para un cumpleaños del abuelo en común y allí fue cuando se encontraron. Pero, ¿te imaginas si el padre se entera que su propio primo está acostándose con su hija? El hombre la mata, lo mata a él y luego me mata a mí por saberlo.

Aunque me sorprendió que la historia se comentara, no era digno de juzgar a Susana por este hecho.

Al fin y al cabo, faltaba poco para que viniera mi primo favorito a visitarme y, en confesión, debía decir que tenía una relación igual a la de Susana con el primo de su padre.

57. El Cartel Verde (7º Parte)

"¡Feliz cumpleaños!
Te super quiero.
Firma: ANA"


Regresamos a la elaboración de las fiestas y una Ana bastante alegre vino a saludarme.

- Vas a tener que disculparme pero no puedo quedarme esta noche - me dijo, sonriendo y abrazándome, como queriendo evitar que la matara. - Lo que sucede es que una vez por año nos encontramos con mis amigas del secundario y nos reunimos todas. ¿Y adivina que fin de semana han elegido? ¡Sí, éste!

Hice intentonces para no golpearla, es cierto, pero de todos modos sentí una especie de alivio. No me agradaba el vínculo muy emocional que se había creado entre ella y Lucas. No porque no estuviera seguro que Ana jamás se fijaría en él, sino porque de repente Lucas estaba en todos lados.

Eso, sinceramente, es un problema cuando uno intenta sacárselo de su vida.

Por lo menos lo fue hace unas semanas atrás cuando evitaba encontrarme al muchacho en todos lados, y ni siquiera podía ir a ver a Ana.

Aparte, como es la persona que estuvo conmigo desde aquella época donde nos encontrábamos con Juan, es mi vínculo más fuerte dentro de este grupo.

De todos modos, Emilio nos pidió que trajéramos algo para comer, porque la noche todavía no entraba lo suficiente y tenía ganas de merendar. Notando que los dos no estábamos aportando absolutamente nada a la fiesta en cuestiones de organización, nos mandó a nosotros.

- Pero nosotros tenemos pésimo gusto - me comentaba cuando salíamos del quincho para caminar hacia algún kiosco. - Seguro elegimos algo que a nadie más le gustará.

- Entonces es mejor que llevemos a alguien que elija por nosotros y que cualquier queja se las vean con él - planeé, agarrando mi celular y marcando un número. - ¿Lucas?... Estamos en la esquina del salón. Sal y ven con nosotros a comprar algo.

Luego de que Lucas nos hiciera una escena diciendo que sólo nos acordamos de él cuando necesitábamos que de la cara ante algún posible error, la madre de Ana se detuvo a hablar un segundo con nosotros y nos propuso una idea oculta en nuestros corazones desde hacía ya mucho tiempo: jugar al TEG.

Un rato más tarde acompañé a Ana hasta su casa caminando mientras le consultaba acerca sobre si podía invitar a jugar con nosotros a mi compañero de la Iglesia.

- Invitamos a Lucas, Pablo, tú, yo y mi madre, ya somos cinco - dijo, contándonos a todos. - Y puedes invitar a tu amigo.

Estaba tan desesperado por hacer que Felipe forme parte de mi vida y de la de todos, que no estaba controlando mis emociones ante quien las tenía.

Sabía que era casi imposible que Felipe aceptara la invitación de jugar con nosotros. Pero en ese momento, soñar no me costaba nada.

56. El Cartel Verde (6º Parte)

"Eres una persona muy especial.
No cambies nunca.
Te queremos tal como eres.
Firma: GUILLERMINA."


Volvimos al salón con gasolina para la moto de Marcelo, mientras que Emilio había tomado todo el mando en lo que a cocinar se refería, desplazando por completo a Pablo, Lucas y a la misma Guillermina. Mientras, que a las únicas que permitía estar en ese sector era a Martha y a Susy porque se estaban encargando de las ensaladas.

Jessica, la novia de Emilio, no había mostrado aún señales de vida, pero tampoco nadie parecía preocuparse.

Guillermina se puso a hacer una encuesta acerca de qué es lo que les gustaría a cada uno tomar. Como siempre, era sólo otro intento fallido de la chica de intentar parecer democrática y que finalmente se termine haciendo sólo lo que ella quería.

Era una de las cosas que no me agradaban de festejar el cumpleaños con ella.

- Bien, Oliver - me dijo, acercándose. - Tú que eres el que no hizo nada en toda la tarde, acompáñame al supermercado a comprar.

Esta era otra.

Así que allí fuimos, quizá sin mucho tema de conversación, salvo el suspirar aliviados de que la pesadilla de planear un cumpleaños entre ambos había llegado a su fin.

- Vendrá Tobías con su novia - me comentó, con un dejo de rabia.

Casi nadie del grupo soportaba a la novia de Tobías. Tanto Lucas, Jessica, Pablo, Marcelo y hasta el mismo Emilio, hermano del joven en cuestión, tenían problemas con ella. Y no es porque tenga ese don de nadar a contracorrientes, pero a mí la muchacha me agradaba muchísimo. Era simpática, sociable y bella. ¿Por qué debería odiarla?

- Pero lo peor es que gracias a la novia de Tobías vendrá Ileana - me susurró.

La miré como esperando a que me contara la historia que hay detrás de su comentario, porque nunca había escuchado hablar sobre la muchacha en cuestión, por lo que debía de suponer que había un motivo oculto para que todos tengamos que odiarla.

Ni siquiera esperaba un motivo coherente, viniendo la información de quien viene, pero al menos esperaba uno.

No obtuve ni eso. Simplemente no nos caía bien.

Vaya a saber Dios por qué.

- Son personas que no se acuerdan de mí en todo el resto del año pero sí me recuerdan cuando hago alguna fiesta - me comentó Guillermina.

Tampoco servía de mucho aquél dato. Las personas que más se acuerdan de Guillermina son las que más ella tiende a odiar. Nunca se sabía cómo estar en gracia con la muchacha.

En el supermercado, no tuvimos que esperar demasiado gracias a que encontramos una fila con poca gente. Pero justo cuando estábamos por ser atendido, a la cajera se le dio por ponerse a hacer un balance del dinero que tenía y perdimos alrededor de 15 minutos.

Me imaginé que si alguna amiga se estaría embarazando en ese momento, con mucha suerte lograríamos asistir para el momento del parto.

Pero no podía afirmar nada.

Para sumar presión al asunto, Ana me mandó un mensaje informándome que se encontraba en el quincho y yo no, como si por mis propios medios no me podía dar cuenta.

Reencarnación

55. El Cartel Verde (5º Parte)

Una semana atrás, antes de que en mi mente apareciera Felipe o alguno de mis traumas infantiles que estaba atravesando, como es mi costumbre, sucedió un hecho que marcó un antes y un después.

En la oficina, a Tadeo y a mí, mi jefe nos pidió un favor extraordinario.

- Necesito que donen sangre - nos dijo.

Mi compañero de oficina y yo nos miramos incrédulos ante aquél pedido. Para empezar, porque donar sangre no era algo que estaba en mi lista de planes del día.

- No sé cómo decirle que no - me dijo, en susurros, Tadeo, algo alarmado. - Parece que necesita sangre para su suegro que está enfermo de gravedad. ¡Pero yo no quiero hacerlo!

- Imagínate yo - dije, cansado. - No sé cómo saldremos de esta.

Y de hecho, no hubo escape, porque a las 4 de la tarde, mi jefe nos estaba buscando para que fuéramos a un banco de donación.

Nervioso por aquella sensación de que el líquido rojo estuviera saliendo de mi cuerpo, el doctor me dio una lista de requisitos que tenía que cumplir.

Era una lista verdaderamente absurda, entre las cuales puedo destacar la de que me declaraba un donante si yo no "hubiera permanecido en prisión más de 72 horas; no ejercía la prostitución desde 1980; no tuve sexo con alguna prostituta sin condón; estuve con una persona de mi mismo sexo por lo menos una vez."

Aquello era ya discriminatorio, pero de todos modos no podía ser donante. Le comenté al doctor mi inseguridad, sin revelarle nada sobre mi sexualidad.

- Lo que quieres decir es que estuviste con una muchacha que estuvo con otras personas y crees que puedes tener alguna clase de contagio por medio de un tercero - dijo el médico, al escuchar mi mentira. - Es posible. Creo que no te conviene hacerlo.

Pese a que me devolvió el alma al cuerpo, me sentí frustrado por no poder dar mi ayuda.

Es decir, había ido muy predispuesto a desmayarme si era necesario, pero lo que más me llenaba de impotencia es no hacerme un chequeo para comprobar si mi sangre estaba bien firme o no. Tal vez, como a muchos, me daba miedo estar contagiado del famoso virus HIV.

Les mentí a todos que era por una perforación que me hice en la oreja, para la cual tenía que esperar un año antes de poder donar, que también formaba parte de los requisitos.

Tadeo, al menos, no me creyó. Una semana atrás, antes de que en mi mente apareciera Felipe o alguno de mis traumas infantiles que estaba atravesando, como es mi costumbre, sucedió un hecho que marcó un antes y un después.

En la oficina, a Tadeo y a mí, mi jefe nos pidió un favor extraordinario.

- Necesito que donen sangre - nos dijo.

Mi compañero de oficina y yo nos miramos incrédulos ante aquél pedido. Para empezar, porque donar sangre no era algo que estaba en mi lista de planes del día.

- No sé cómo decirle que no - me dijo, en susurros, Tadeo, algo alarmado. - Parece que necesita sangre para su suegro que está enfermo de gravedad. ¡Pero yo no quiero hacerlo!

- Imagínate yo - dije, cansado. - No sé cómo saldremos de esta.

Y de hecho, no hubo escape, porque a las 4 de la tarde, mi jefe nos estaba buscando para que fuéramos a un banco de donación.

Nervioso por aquella sensación de que el líquido rojo estuviera saliendo de mi cuerpo, el doctor me dio una lista de requisitos que tenía que cumplir.

Era una lista verdaderamente absurda, entre las cuales puedo destacar la de que me declaraba un donante si yo no "hubiera permanecido en prisión más de 72 horas; no ejercía la prostitución desde 1980; no tuve sexo con alguna prostituta sin condón; estuve con una persona de mi mismo sexo por lo menos una vez."

Aquello era ya discriminatorio, pero de todos modos no podía ser donante. Le comenté al doctor mi inseguridad, sin revelarle nada sobre mi sexualidad.

- Lo que quieres decir es que estuviste con una muchacha que estuvo con otras personas y crees que puedes tener alguna clase de contagio por medio de un tercero - dijo el médico, al escuchar mi mentira. - Es posible. Creo que no te conviene hacerlo.

Pese a que me devolvió el alma al cuerpo, me sentí frustrado por no poder dar mi ayuda.

Es decir, había ido muy predispuesto a desmayarme si era necesario, pero lo que más me llenaba de impotencia es no hacerme un chequeo para comprobar si mi sangre estaba bien firme o no. Tal vez, como a muchos, me daba miedo estar contagiado del famoso virus HIV.

Les mentí a todos que era por una perforación que me hice en la oreja, para la cual tenía que esperar un año antes de poder donar, que también formaba parte de los requisitos.

Tadeo, al menos, no me creyó.

54. El Cartel Verde (4º Parte)

"No te puedo explicar todas las emociones que pasan por mí (buenas y malas), pero haciendo la sumatoria, sólo puedo agradecerte por ser como eres y por dejarme ser parte de eso.
Firma: MARCELO."


La moto de Marcelo se había quedado sin gasolina, por lo que me pidió que lo acompañara, caminando, a una estación de servicio que quedaba a dos cuadras del lugar donde todos se encontraban.

- Tengo ganas de ir a hacer daño con tu computadora - me comentó, simpaticonamente. - Encontré una forma de reinstalar todo. Tengo unos discos de 60 GB que podamos usar para hacer el bake-up y pasar toda la información allí, y luego, borro todo tu disco y lo iniciamos de nuevo.

- Suena... una idea... interesante - dije, sin saber muy bien que contestarle a un ser tan emocionado.

- Es más, lo haremos mañana - insistió.

Realmente estaba emocionado.

- O mejor aún, si no tenemos nada que hacer hoy cuando termine tu fiesta, iremos a tu casa y lo haremos esta noche - concluyó.

Veía que aquello era algo que le fascinaba hacer.

No era un privilegio que sólo gozara yo. Marcelo tenía la costumbre de arreglar todo, desde celulares a cualquier cosa relacionada con el mundo informático. Nadie sabe bien de dónde aprendió todo ni tampoco se sabe cómo fue que comenzó.

Lo que nadie podía negar es que él lo arreglaba todo. Inclusive la vida personal de cada uno.

Quizá porque era el más grande del grupo, el más maduro aunque siempre lo disfrazaba con su faceta multipremiada de ser insoportable.

En el camino a la estación de servicio, se detuvo a saludar a una joven muy hermosa.

- ¿Cómo está? - escuché que preguntó.

- Bastante bien - respondió. - Aunque todavía no se sabe mucho cómo seguirá el panorama.

- A mí me llegó un mensaje de tu novio preguntándome mi tipo de sangre - continuó Marcelo. - Yo no entendía ni para quién era, pero le dije que me avisara y que no tenía problema. Aparte, tú sabes que mi sangre es inusual y es solicitada también. Yo le pedí a tu novio que me dijera dónde y por quién pido y yo lo hacía.

La chica sonrío y yo no pude evitar hacerlo también. Marcelo cada vez demostraba ser más grande de lo que al principio podía parecer.

- Tuvimos que conformarnos con una persona que nos pidió $350 por la transfusión - continuó la muchacha, algo enojada. - Encima cada tubo que tienen que colocarle ronda los $75. No está saliendo barato salvarle la vida a alguien. De todos modos, tú no tienes que preocuparte por ahora porque no necesitaremos que dones.

- También recibí ese mensaje de tu novio donde me autorizaba a volver a comer comida grasienta - respondió Marcelo, con un suspiro de alivio. - Era algo que me dolía mucho dejar de hacer.

Aquella conversación sobre transfusiones de sangre me hizo recordar a una historia que no comenté con nadie.

Algo que me sucedió hace una semana atrás.

Algo que me hacía vivir en la incertidumbre.

53. El Cartel Verde (3º Parte)

"En este día tan especial, deseo que la pases muy bien con todos los que te queremos.
Sabes que estaré cuando me necesites.
Firma: MARTHA."


Guillermina llegó disculpándose por la demora y se excusó, mientras nos abría el portón metálico gigantezco, que su padre traía en su auto la computadora y un barril de cerveza.

Marcelo, Pablo, Martha y Susy se hicieron presentes para prestar su colaboración minutos más tarde también.

Los muchachos ayudaron a Guillermina y a Lucas a mover las cosas pesadas de lugar. Me acerqué a las muchachas para ayudarla a inflar globos y toda clase de cosas que no requerían ningún esfuerzo físico.

De todos modos el aire de mis pulmones no fue suficiente como para alcanzar a inflar un globo, por lo que en resumen, no terminé ayudando en nada.

- En mi casa está pasando una situación bastante dramática - me comentó Martha, dándome una pila de globos ya inflados pensando en que yo le ayudaría a colgarlos. - Todos tenemos la sospecha de que mi madre está engañando a mi padre con un cura.

Aquello pasaba a liderar el podio de las cosas más ridículas que jamás había escuchado.

- ¿Disculpa? - pregunté, confundido.

- ¿Recuerdas que una vez tuvimos que cargar saldo a un número de teléfono? - preguntó. - Bueno, ese número era del cura.

- No veo la conexión entre cargarle saldo a un cura al acostarse con él - dije. - No sé, creo que hay una brecha bastante grande.

Eso no era del todo cierto. En esos días, Felipe se había quedado sin saldo por lo que ya no me respondía los mensajes con tanta constancia como antes. Muchas veces sentí el deseo de gastar mi propio dinero con tal de que tenga cómo responderme.

Y sí, me quería acostar con él. Pero la idea del cura ya era absurda.

- La cosa es que mi madre ha desaparecido a las ocho de la mañana - continuó Martha. - Mira la hora que es y todavía no regresa. Ya han pasado casi diez horas. Ni siquiera regresó a almorzar.

- ¿Y por qué no la llaman?

- Porque dejó el celular en nuestra casa - respondió la muchacha, y su voz se comenzaba a quebrar al hablar del tema. - Mi hermano fue el último que la vio, pero tampoco nos es de mucha ayuda. Ella sólo le dijo que se iba y no volvería a almorzar porque estaba enojada con mi padre. Se fue a la casa de su mejor amiga, pero sólo un rato y lo único que sabe ella es que se volvía para nuestro hogar.

Me preocupé pensando en si algo grave le pudo haber pasado, pero dado que las condiciones mostraban que había una pelea de por medio, quizá aquello era sólo uno de esos enojos de adultos que todavía no están dignados a madurar por el bien de todos.

Susana me pasó un globo para que lo atara pero sin querer lo solté y salió a volar por todo el patio del salón.

Me reí.

52. El Cartel Verde (2º Parte)

Guillermina y yo habíamos conseguido un local bastante grande, en donde podíamos ver las estrellas y, a su vez, protegernos del frío dado que si bien gran parte carecía de techo, los murales que lo rodeaban eran bastantes altos.

A las seis de la tarde, Lucas y yo nos encontrábamos frente al local, esperando que Guillermina trajera la llave que nos permitiría abrir el candado.

La muchacha estaba retrasada.

- ¿Y él va a venir? - me preguntó Lucas.

- ¿Quién? - dije.

- La persona en la que más estás pensando - me sonrío. - Felipe. O como se llame. Estoy empezando a creer que es invento tuyo.

- Sinceramente, ya no sé ni qué es real en mi vida ni qué es inventado - respondí, cansinamente. - Si por mí fuera, estaría fascinado que estuviera acá. Me encantaría. Pero me pidió un tiempo para que me pueda hacer un lugar en su vida.

- ¿A qué te refieres?

- Es como tú y yo, Lucas - dije. - Cuando nos conocimos, yo me intentaba liberar de ti, pero nunca podía. Me tuve que acostumbrar a la fuerza y a moldear mi vida ya organizada que un imbécil quería pertenecer a ella también. Es casi la misma situación.

- La diferencia es que yo me acerqué a ti pero no tenía intenciones de tener sexo a largo plazo - me retrucó.

- Eso dices ahora - resoplé.

Pero aquél punto era cierto. Estaba repitiendo una historia, nada más que en lugar de ser el Oliver de siempre, esta vez me convertía en Lucas que invadía la vida de una persona solitaria con intenciones de exportarla al mundo. Así como me convertí en Juan a la hora de sacar a Lucas de mi existencia también, con tanta frialdad, como la que Juan tuvo conmigo en su tiempo.

Definitivamente, cada relación fuerte que tenía me convertía en la otra persona y un tercero que luego aparecía era quien recibía mi transformación.

Ni siquiera quise pensar en qué iba a terminar aquello.