Rompecabezas

miércoles, 29 de octubre de 2008

105. El Último Malabar

domingo, 26 de octubre de 2008

Más tarde, le mandé un mensaje a Felipe.

"Anoche te escribí un email, o como yo lo llamo Mi Último Malabar. Avísame cuando lo veas en Youtube así después puedo eliminarlo."

Continué con mi trabajo, ya que esperaba que esa respuesta recién estuviera para las horas de la siesta, ya que dudaba que se pusiera a ver el video en su oficina, cuando de repente obtengo el mensaje.

"¿Casualidad? Me faltaba 5 segundos para terminar de verlo. Estuvo hermoso. Muchas gracias. Te quiero y nos vemos."

Era la primera vez que decía que me quería, lo cual me di cuenta que esperó a que yo dejara de hablarle. De todos modos, mi mayor preocupación en ese momento era intentar borrar ese video antes que alguien más, por esos errores del destino que acostumbran a pasarme a mí, veía una sucesión de imágenes de Addison con el slogan "Para Felipe... de Oliver".

Pero, como era de preveer, al intentar conectarme desde mi computadora, la conexión parecía haberse quedado en el olvido, porque la página jamás se abrió.

- Necesito un segundo tu computadora para borrar algo de Internet - le pedí a Tadeo, mi compañero de oficina.

Tadeo accedió rápidamente e intenté por su computadora, con el mismo vano sentido. Lo cual me pareció lógico, ya que la conexión de ambas computadoras es la misma. Pero cuando quise cerrar su ventana del MSN para que no me molestara, vi mi nombre en una de las ventanas.

Tadeo tenía una poco fluida conversación con uno de los Contadores de la empresa, que son sus amigos, donde me estaban criticando.

Si bien era algo digno de esperarse, me tomó muy por sorpresa que fuera real.

104. Un Domingo de Película

Aquél domingo, después de mi charla con Felipe, sentía que debía hacer algo para él.

Una forma más sentida de decirle que nos debíamos dar un tiempo, y despedirme con todo el melodrama posible, así que aproveché a usar la canción que más le gustaba actualmente (La Visita, de La Oreja de Van Gogh), que dicho sea de paso se asemejaba a nuestra historia y hacer un video de la persona que más me gustaba a mí: Kate Walsh.

Claro que para hacerlo debía instalar el programa de Edición, que se había borrado cuando Marcelo hizo la reinstalación, y como pesaba demasiado me pasé la tarde entera eliminado series que había descargado para que entrara el programa.

Así que tres horas y un ataque de nervios más tarde, finalmente el programa se instaló para descubrir que no funcionaba, y como si eso fuera poco, borré todas mis series en vano ya que como Marcelo particionó mi disco, el programa se instaló en otra unidad.

Desesperado, busqué otra alternativa para poder editar y encontré un programa casi inútil que me demoró tres horas en hacer un video de 3 minutos.

Como si todo esto fuera poco, mi padre me dijo que se olvidó de decirme que ese día tenía turno con mi psiquiatra, por lo que ahora tendría que esperar un mes más para poder verla y por poco me muero de un infarto.

Y como si no faltaba más en un día en donde la vida se me complicó sin salir de mi casa, tenía trabajo atrasado que tenía que presentar en un par de horas y estaba guardado en mi correo electrónico que, por supuesto, ¡no se abría por un error de hotmail!

Así que mandé el video para Felipe, junto con un email donde le explicaba lo que hacía, y luego decidí acostarme a dormir un poco y más tarde suicidarme.

A la mañana siguente ya pensaba que mis jefes iban a terminar echándome porque, claro que faltaba otro dato, el viernes falté a uno de los cursos que ellos organizaban por haberme quedado dormido.

Sin embargo, uno de ellos no estaba. Justo al que tenía que presentarle el trabajo, así que me estaba tomando mi tiempo para pensar mis excusas sobre los mil y un motivos por el cual no pude terminarlo en el fin de semana.

Pero entonces, algo mágico ocurre con respecto a mi jefe.

- El suegro ha muerto - me dijo el Gerente. - No va a venir hoy.

El mismo suegro al que no pude donarle sangre, había fallecido el día de ayer. Es totalmente rebuscado del destino que, si tiene que darme un poco de suerte, significa que primero tiene que morir alguien.

103. Un Tiempo

Después de mucho análisis, había descubierto que necesitaba distanciarme de Felipe. Ahora él había recuperado su libertad, cuando le confesó a su madre sus deseos de mudarse y ella a cambio le ofreció un trato con tal de que no se marchara, y me lastimaba demasiado el hecho de saber que no la estaba despediciando conmigo.

Me daba bronca descubrir que el papel de héroe que había tenido mientras fingía ser su compañero de estudio, había llegado a su fin y ahora ya no tenía más qué hacer.

Pasaba a ser uno más. Y yo odiaba ser uno más.

YO: Tú estás bien ahora, ¿no? Recuperaste tu libertad y las cosas en tu casa están mejorando. Puedes ver a Alfonzo con más frecuencia y eso está bien, ¿cierto?

FELIPE: No todo el tiempo, pero sí. La verdad es que estoy muy bien.

YO: Es grandioso. Bueno, mira, necesito que dejemos de hablarnos por un tiempo.

FELIPE: ¿Disculpa?

YO: Antes de conocerte, mi vida era un desastre. Ahora lo sigue siendo y me encantaría decirte que esto no tiene nada que ver contigo, pero de hecho sí lo tiene. Tienes un gran porcentaje de mis problemas y lo que deseo es distanciarme, para poder volver y ofrecerte una amistad sincera sin pretender que suceda nada más.

Felipe entendió lo que le decía, y como estaba previsto, le molestó un poco mi decisión pero no hizo nada por retenerme.

La despedida fue más larga que todas las charlas que pudimos tener anteriormente, como si ninguno de los dos quisiera dejar de hablar. Siempre había un comentario con el cual seguir la conversación, por más vana y supérflua que ya estuviera siendo.

YO: Sabes que cada vez que me necesites, estaré allí. Y esto será un tiempo, porque realmente realmente me encanta hablar contigo y aparte me das la confianza de contarte todo.

FELIPE: ¿Pero?

YO: No hay "peros" en este caso. Es verdad todo. Te quiero, amigo.

Sin embargo, no lloré ni me afectó como pensé. Contrario a eso, encontré un poco de paz.

Pese a que Felipe era menor que yo, y quizá era la persona más pequeña en la que me había fijado, era la separación más madura que alguna vez he tenido.

Era por el bien de los dos.

102. Lo que Diferencia

Me encontraba humillado, rechazado y malherido, como es mi costumbre cuando recibo esos rechazos justo de las personas que me importan. Mi autoestima sufrió un golpe que practicamente dejó de existir, y pese a jurarme nunca ser una de esas clases de personas que se lamentan de existir, en este momento fracasé en mi promesa.

Con Felipe las cosas se habían puesto a un nivel mejor. Como el muchacho no podía salir, inventamos con Ana la excusa de ser compañeros de su facultad y gracias a eso pudimos estar juntos varias tardes. Conocí, por estos hechos, a Rafael, el hermano mellizo y mucho más lindo de Felipe, y a su novio, Fabricio, un muchachito sumamente sociable. Tan sociable que creo que a Rafael no le agradaba que lo fuera.

Por estos motivos, ahora el sábado se había convertido en una partida de TEG con tres homosexuales interesantes, del cual uno me había rechazado practicamente humillándome. Lo cual en mi cabeza sólo me replanteaba cómo haría para sobrevivir a eso y tener que verlo tan de repente sin haber superado lo que sucedió.

Yo, como siempre, metiéndome en estas situaciones tan repugnantes para mi salud mental.

- No vayas a jugar con ellos - me aconsejó Lucas. - Déjala a Ana que vaya sola.

- No voy a dejar que vaya sola - respondí. - Aparte, quiero ir y mostrar la poca dignidad que me queda.

- Te estás arrastrando solamente esperando que él sólo confirme que puede destruirte.

Suspiré enojado. Ya no sabía qué hacer.

Era un día más que no valía la pena ser vivido.

- Oye, Lucas - dije. - Sé que voy a estar bien. Pude sobrevivir a muchas cosas. Simplemente era la persona equivocada, otra vez.

- Pero tengo miedo en lo que te puedes convertir después - me dijo. - No quiero que seas un arpío brujo corazón de piedra. Es lo que te diferencia de mí.

101. La Hija de Jazmín

Jazmín era una joven que no creía en el amor. Era tan hermosa como inaccesible.

Estuvo de novia por tres años con un sujeto con el que nunca se había acostado y cuando justo se estaba enamorando de él, él la dejó por una chica que sí le diera sexo.

Entonces Jazmín conoció a Rodolfo y esta vez ya estaba dispuesta para el sexo. El problema fue que nadie le había enseñado a usar protección y en las primeras veces ya se había enterado que estaba embarazada.

Los primeros síntomas fueron insostenibles y tomó sus náuseas como si fuera algo mal que le había caído en el estómago.

Su familia, por supuesto, jamás hubiera sospechado que estaba embarazada. Es más, ni hasta el día de hoy lo creen. Es que ella es la clase de persona que si comenta que está embarazada del Espíritu Santo, uno le creería.

La única vez que estuvo cerca del sexo real, fue cuando le practicó una felación a un hermoso joven adulto en el patio de su casa. Pero de allí, nada por mucho tiempo más.

Sin embargo, Rodolfo era una persona real. Así que luego de la noticia, compraron una casa y se fueron a vivir juntos.

Así fue como, en el segundo día de Octubre, cerca de las 10 de la mañana, Jazmín envió a los pocos amigos que le quedaban un mensaje de texto anexando la foto de su criatura, que ahora tenía en brazos.

Al mismo tiempo, Felipe hablaba conmigo en la computadora y me hacía chistes de mal gusto acerca de su cuerpo y lo rico que sabía su cuello.

YO: No lo sé. No lo probé.

Mal hecho.

Al instante, como queriendo a toda costa demostrar que no intentaba seducirme, comenzó a poner íconos gestuales que demostraban cara de desagrado.

Mal hecho.

Así es de irónica la vida, mientras algo nacía y mi amiga lo sostenía entre manos, algo se moría dentro de mí. Algo que, como muchos otros casos, nunca debió haber nacido.

Malabares


A veces hago malabares

para sorprenderte

y conseguir un poco

de tu atención.

Ni así me miras.

Qué Hiciste?

100. Nombre Real

jueves, 9 de octubre de 2008

Al día siguiente volvimos a hablar con Felipe por chat. Confesó estar cada día empeorando más y que apenas pudo dormir en esa noche de sábado.

FELIPE: Te comento que agarré un peluche que tengo desde chico y salí al patio. Apenas estaba amaneciendo. Me puse a tararear una canción y me largué a llorar. Apenas puedo soportar esto, Oliver.

No sabía cómo ayudarlo y cada palabra que me decía me destrozaba cada vez más.

Mi imaginación me jugaba una fantasía hermosa y era la de imaginarme abrazándo y sosteniendo su cuerpo mientras sufría.

Jugar a ser su escudo humano.

Jugar a ser su héroe.

Pero no podía decirle esos deseos, porque en teoría era algo que yo tenía que controlar con astucia. Claro que esa adjetivo nunca era algo que me identifique.

Pasamos la tarde distendiéndonos y jugando a la Batalla Naval por Internet, aunque él tuvo que explicarme de qué se trataba porque nunca jugué a ese juego.

De todos modos, le gané y me gocé de haberlo conseguido.

YO: Espero que esto te haya hecho olvidar un poco que estás separado de tu novio.

FELIPE: Se llama Lorenzo, Oliver, ya te lo conté.

YO: Prefiero seguir sin saber su nombre.

FELIPE: ¿Por qué?

YO: Porque saber su nombre significa que es real. Y no quiero que sea real.

Al día siguiente, mandé mi matutino mensaje preguntando cómo seguía.

La respuesta fue inesperada.

"No te voy a mentir. Feliz como nunca. Fui a verlo a él, me alegró la mañana y se me iluminó mi existencia. Pude salir de mi casa porque trabajo. ¿Tú cómo estás?"

Vaya. Yo pude haberlo destruído en el juego de la Batalla Naval, pero él me acababa de destrozar en la vida real.

"Me alegro que hayas encontrado fuerzas para sobrevivir un día más en el planeta."

Felipe ya tenía su héroe.

Uno real. Uno quien siempre estuvo.

No necesitaba más.

Yo podía ser el bote salvavida, pero no era el guerrero que llegaba volando y lo rescataba del mar.

Ese era Lorenzo.

Tan real como nunca antes.

Al pensarlo, sonreí al preguntarme en qué momento fue que empecé a alucinar, nuevamente, que ese héroe podría haber sido yo.

99. No tan Zorra como Ella

El cumplaños pasó casi sin pena ni gloria. Hubo momentos interesantes como cuando encerré a todos afuera de la casa de Ana y me quedé adentro hablando con Guillermina, Pablo y Emilio mientras todos gritaban que tenían frío. Guillermina me obligó a que los dejara pasar sólo porque era irritante el quejido de Martha del otro lado.

Cuando ingresaron, Leo quiso venir a pegarme, pero abrió la puerta de una forma tan brusca que casi rompió el espejo que colgaba de la pared, así que todos se concentraron en eso.

Más adelante, Emilio me pidió que lo acompaña a fumar un cigarrillo al patio y fue cuando descubrimos a Guillermina, Pablo y Jessica hablando de cosas interesantes y de interés general como el tema de embarazos y formas de prevenirlo. Una trivialidad bastante extraña para los 3 seres que se dedican a criticar a todo el mundo cuando están juntos, pero en ese momento me pareció un buen cambio.

- ¿Estás embarazada, cielo? - le preguntó Emilio a Jessica.

- Sí, mi vida, pero no sé si es tuyo.

- Entonces no me haré cargo - dijo él, fingiendo ofenderse y dándose media vuelta.

Todos nos reímos por esa escena, justo cuando a Guillermina le explotaban las ganas de decir algo por la forma que se estaba riendo.

- ¡Eres una puta!

Los cuatro nos quedamos en silencio, mirándola sorprendidos por lo que le había gritado a su mejor amiga.

Guillermina se dio cuenta que nadie entendió el chiste y, entre risas, intentaba explicarse.

- Es lo que Pablo le dijo hoy - dijo, riéndose. - Yo sólo repetí.

- Yo no dije nada - se defendió Pablo, sólo para irritar a Guillermina.

- Y yo le creo - salté.

- Y ni que yo fuera Susana para que me digas una cosa así - exclamó Jessica, riéndose. - Si yo me estuviera revolcando con cualquier hombre que se me cruza, como lo hace esa zorra, estaría bien que me gane el título, así como ella se lo ha ganado. Pero yo dentro de todo le soy fiel, no como esa que a su novio lo engañó con cualquiera y todos los días era uno distinto.

Guillermina lanzó esa sonrisa que siempre hace cuando tiene que reírse por obligación. Creo que la misma cara teníamos todos.

- Ese comentario era innecesario, cielo - le dijo Emilio.

- No era necesario que te explayas tanto - remató Guillermina.

Yo no dije nada, así que fingiendo una sonrisa más, me metí dentro de la casa y dejé mi cigarrillo por la mitad. Jessica hacía que se me fueran las ganas hasta de fumar cuando su idiotez llegaba a niveles tan elevados como los de esa noche.

98. Yo no te Perdoné

Mi fin de semana me atacó con un Lucas buscándome para ir al cumpleaños de Ana. Como yo no podía moverme por mis propios medios gracias a la gripe que me invadió, Lucas había aceptado hacerse responsable de mí. Estábamos llegando tarde.

- Tú siempre tienes el don de hacerme responsable a mí de todo lo que pasa - me reprochó, mientras íbamos camino al Supermercado a comprar gaseosas. - Siempre que haces algo malo, me echas la culpa y la gente te cree.

Sonreí por eso. En parte porque era cierto y en parte porque era una misión muy sencilla. El status de Lucas dentro del grupo no era precisamente el de la Madre Teresa. Con esto no quiero decir que la Madre Teresa tenga alguna relevancia dentro del grupo.

En la fiesta, Ana había recibido ya a Guillermina, Martha, Susana, Tobías, Pablo, Emilio y Leo. Jessica prometió ir apenas saliera del trabajo. Eso significaba

- Siempre que te echo la culpa, ¡es porque hiciste algo malo! - le retruqué. - Entiendo esa estupidez de "Amigos por Siempre", pero mi integridad física vale mucho más que lo que puede ser nuestra amistad.

Lucas se giró, como si se hubiera ofendido por lo que le dije. T

- Algún día no volveré a hablarte - dijo, cruzándose de brazos.

- Y yo lo entenderé - contesté, sin darle importancia.

- ¿Por qué eres tan frío? - me insistió. - Desde que volvimos a hablar estás completamente agresivo hacia mi persona. Yo ni siquiera te puedo decir un chiste sin que me contestes mal. Cualquier cosa que quiero hacer, tú ya me atacas. ¿Qué pasa contigo?

Detuve mi caminata y lo miré de reojo.

- ¿Realmente quieres una conversación ahora?

- ¿Tenemos algo mejor de que hablar?

Estaba en claro que Lucas no sospechaba que yo tenía cosas que decirle sobre el tema, pero en el cumpleaños le he advertido que me quedaron muchas cosas atravesadas en la garganta.

- Si tengo que ser franco... yo no te perdoné - dije, suspirando. - Hay una parte mía que sabe que las cosas están mejor como están ahora, pero hay otra parte superior que es la que me impide perdonarte y que no deja de odiarte. Hasta sigue con esos deseos de provocarte daño. No lo hago para herirte, ni lo hago por venganza. Simplemente, ya no soy el mismo que alguna vez fui.

Lucas me miró y no podía disimular su sorpresa.

- Ciertamente estás muy equivocado si creías que porque ahora nos llevemos bien, yo pude superar todo lo que pasó - le comenté. - No puedo perdonar todo lo mal que la pasé cuando nos peleamos.

Doblamos la esquina que nos lleva a la casa de Ana y vimos que algunos se encontraban en la vereda. Incluyendo a Jessica, quien ya había llegado.

- Estamos mejor así que hace mucho tiempo atrás - dijo, como comentario. - Ahora nos llevamos mejor. Puedes seguir odiándome todo lo que quieras.

97. Finalmente una Buena

Leo giró la última vuelta de llave que trababa su puerta comenzó a sacarse el uniforme del trabajo que siempre traía consigo a casa.

Había tenido de esos días casi eternos en donde se enfrentaba a cosas que lo disgustaban: un jefe enojado, un amigo que no podía ser atendido y una novia que partía para volver en unos meses.

Se acostó en su cama, como hace casi siempre que intenta dormir, pero sólo consiguió que su vista se concentre en el techo de la habitación.

El sonido del teléfono volvió a ponerlo en pos de la vida real.

Atendió.

- Hola, Leo - le dijo la voz familiar de su hermana.

- Hey, ¿cómo estás?

- Bastante bien. Tenemos que hablar de algo.

Leo sabía que una llamada de su hermana significaba que era un tema de charla acerca del estado salud de su madre. Durante estos días estuvo muy descolocado con el tema, y en lugar de amargarse por como las cosas empeoraban, prefirió disfrutar del fin de semana con la compañía de su novia.

- ¿Es mamá, no?

- Sí - dijo la chica. - Se trata de algo que sabemos recientemente y no te queríamos comunicar nada hasta que no esté confirmado.

Leo tragó saliva evitando reprochar. Odiaba que le ocultaran cosas, pero él tampoco había hecho méritos para encontrarlas.

- Te escucho.

- Bien, ella se sometió a una operación donde intentaron sacarle parte del tumor - comentó la chica. - No era una operación peligrosa, por lo que no valía la pena preocuparte a la distancia.

El corazón de Leo comenzó a latir con fuerza. No quiso pensar en lo que venía a continuación.

- Dime qué sucedió - dijo.

- Lograron sacarle una parte importante del cáncer - dijo, con voz quebrada, la hermana. - Los médicos ven muchas posibilidades de que sane completamente.

Aquello era lo menos esperado que pudo haber escuchado, mucho más para una persona que estaba esperando que su madre muriera de un momento a otro.

Leo no era buena llorando, pero ese día sintió que tenía motivos para derramar una lágrima.

96. Cuando Todo se Descubre

Felipe se estaba echando una última mirada para ir a trabajar cuando su hermana mayor entró en la habitación y lo miró desde el portal.

Él no le había preguntado nada acerca de la conversación que ésta y su madre habían tenido en cuestión a lo que descubrió de los dos mellizos encontrándose. Tenía miedo de saber lo que pasaba. Pero supuso que el hecho de que su hermana lo esté observando de esa forma, estaba cruelmente relacionado.

- Fui a tu facultad - dijo ella. - En mesa de entrada me dijeron que ninguno de los dos asiste a clases.

Felipe continuó peinándose sin devolverle la mirada.

- Tienen hasta esta noche para decirle a mamá lo que sucede o sino lo haré yo - amenazó.

La charla con su hermano lo serenó más de lo que estaba. Su hermana mayor podría parecer mala, pero jamás los mandaría al frente contra su madre.

Después de todo, son códigos de hermanos. Y eso era algo que respetaban muy bien.

Sin embargo, cuando esa noche se encontraron en la misma esquina e ingresaron a casa para la cena, la madre de los mellizos más lindos del mundo estalló en gritos.

- ¡¿Ustedes me toman por estúpida a mí?! - dijo, con lágrimas en los ojos. - ¡Uno se muere dándoles una educación digna y así me pagan! ¿Acaso piensan que esa facultad sale gratis? Pero no, ¿eh? La cara de estúpida que me vieron todo este tiempo se terminó acá. ¡Tiene prohibidas las salidas que no sean para ir a trabajar! ¡No van a salir ni a la esquina! ¡No van a traer amigos a esta casa! ¡Para lo único que van a vivir será para estudiar todo lo que no estudiaron el resto del año!

Felipe resopló totalmente disgustado.

Como si no tuviera su tiempo limitado, ahora directamente lo estaban sentenciando a prisión.

Así que esa noche, totalmente desesperado por saber cómo iba a seguir con su vida de ahora en más, se fue a dormir envuelto en lágrimas.

Era practicamente considerado, junto con su hermano, la oveja negra de la familia.

Esa negación con la cabeza al recordar a alguien que sólo causa desilución.

Y eso que sólo no iba a la facultad. Su madre posiblemente se hubiera suicidado si hubieran asaltado un banco o algo así.

Se rió por ese pensamiento.

Fue su última risa en todo el mes.

19 Dias y 500 Noches

lunes, 6 de octubre de 2008

95. Tan Fácil

Esa noche, Guillermina decidió reunirse con Pablo y Lucas a ver cómo jugaban a la Playistation, con la promesa que a la salida del trabajo de Jessica, los cuatro pudieran ir a una fiesta.

Los muchachos estaban tan concentrados en el juego que ni siquiera le prestaban atención, por lo que ella se concentraba en beber de su copa de coñac viejo.

Jessica llegó dos horas más tarde, para decirle a Guillermina las cosas que siempre le gustaban escuchar.

- Es increíble - dijo Jessica, bebiendo de su copa. - Pero Lucas y Pablo parecen tus hermanos mayores.

Guillermina estaba fascinada con aquella idea. Desde los inicios, lo que más quería era conseguir la atención del grupo de hombres y tratar de pertenecer, y que alguien reconociera que los chicos la trataban como una hermana mayor era el mejor comentario que había recibido en mucho tiempo.

- Es que Martha y Susana están distantes, ¿sabes? - le puso al día. - Es como si estuvieran en otra cosa. Nunca se quieren prestar a hacer planes. Nunca dicen si es que hacen algo. Son solamente ellas dos.

- Es que se quieren hacer las interesantes - le dijo Jessica. - Tú fíjate que son unas zorras que hablan bien por delante y luego clavan un puñal por la espalda. No son como nosotras. No comparten nuestros códigos. Ni siquiera pertenecen al grupo.

- ¿Entonces crees que no está mal que me sienta más cómoda con Pablo y Lucas que con las chicas?

- Por supuesto que no está mal - le dijo Jessica, haciendo un gesto de que aquella era una pregunta ridícula. - Guillermina, entiéndelo. Ellas se están quedando solas. Se lo merecen, después de todo, corazón. Tú no tienes que naufragar con ellas. Déjalas que se ahoguen solas.

Lucas y Pablo ni siquiera escucharon esa conversación.

Eso era algo de lo que Jessica se enorgullecía de su personalidad. Sabía cómo ser maligna y delante de quién serlo.

Bebió un sorbo del vodka y sonrío para sus adentros.

Guillermina tenía una mente tan dominable que daba risa.

94. Sin Excusas

- Pablo, quería hablar contigo de una cuestión que está dando vueltas en mi cabeza desde hace un par de días - inicié la charla, mientras encendía un cigarrillo. - Pero te advierto solamente que no tengo intenciones de agredirte en ningún momento, aún así sabrás disculparme si sueno brusco.

- ¿Por qué siempre haces tanto preámbulos para decir algo? - me dijo, sonriendo.

- Por casualidad de la vida, ¿estuviste hablando con Marcelo sobre mi sexualidad?

- No - respondió, encogiéndose en hombros. - La verdad es que yo no.

- Te lo pregunto porque Marcelo tuvo un arranque de locura al enterarse de esto - dije. - He intentando encontrar una fuente que pudiera unirlo con la información y, no es que te quiera catalogar de chismoso, pero te has ganado el título.

Ese día estaba encendido como nunca.

Pablo se río como si hubiera dicho un chiste normal.

- La verdad es que tu sexualidad no es tema de debate - respondió. - Por lo menos no es algo que yo comente o saque a relucir porque calculo que son cosas que tú me cuentas a mí, nada más.

- Pero si bien todo lo que dices es cierto, también lo es el hecho de que hablaste con Iván sobre el tema - lo contradije.

- Iván me hizo una jugada muy cruel - reconoció. - Tú sabes que él es psicólogo. Analiza todo. Analizó tus actitudes, tu forma de pensar y de actuar y me lo comentó simulando saberlo. Dije lo que dije pensando que él estaba al tanto, ya que Lucas lo sabía también.

Suspiré algo decepcionado, pero no dije nada.

- Está bien - dije. - Sólo quiero que quede en claro que las cosas que te cuento a ti, solamente te las cuento a ti. No quiero publicarlas, mucho menos a personas que no están capacitadas para esto. Uno se cansa de ser el primero en todo.

Pablo asintió, comprendiendo lo que acaba de decir.

- ¿Esto es lo que intentabas preguntarme el viernes pasado cuando fuimos a la fiesta de la amiga de Marcelo?

- No, intentaba contarte que el muchacho que me vuelve loco está enamorado de ti - le dije, tirando mi cigarrillo e ingresando a la casa.

Pablo se río y me dio una palmada en la espalda.

93. Hablemos Afuera

- Fue humillante, patético y hasta toqué fondo en el asunto cuando pensé en que desearía ser Pablo - le confesé a Lucas.

Con un dolor de piernas casi insufrible, nos dimos unos minutos para charlar sobre el tema de lo que había pasado con Felipe cuando nos fuimos al kiosco con la excusa de comprar cigarrillos. Mientras, en la casa de Ana, se encontraba también Guillermina, quien se estaba haciendo una fiesta por verme en ese estado tan deprorable.

Si algún día tengo un accidente, la evitaré.

- ¿Deseaste ser Pablo? - me preguntó Lucas, como si no diera crédito a la barbaridad que dije. - Estás grave.

- Lo sé - reconocí. - Es que me hablaba del cuerpo de Pablo y, qué se yo... Últimamente ante él sólo hago monerías con tal de que me preste un segundo de atención.

- ¿Y qué harás ahora? - me preguntó.

- Lo lógico sería tomar distancia - dije, encogiéndome en hombros. - No lo sé. Me siento vacío. Ninguna de las alternativas que tengo me llama la atención. Si no me aparto a tiempo, puede que termine obsesionándome al darme la cabeza contra la pared. Pero tampoco quiero dejar de hablarle, porque si vamos al quis no hizo nada malo. Soy yo el problema. Como siempre.

Bajé la cabeza mientras caminábamos sintiéndome lleno de frustración.

En ese momento, el mundo me daba lo mismo.

- Hablando de nuestro mejor amigo... - dijo Lucas, señalando la casa de Ana.

Pablo había llegado a saludarla por su cumpleaños, y en ese momento el recuerdo por lo que había sucedido con Iván y con Marcelo me invadió por completo. Y el odio por Felipe, del cual Pablo no tenía nada que ver, pero ya que estábamos, era un punto más para sumar a la lista de cosas por las cuales el muchacho debía dejar de existir.

- ¿Hablarás con él? - preguntó Lucas. - ¿Puedo estar presente para golpearlo también yo?

- No, Lucas, búscate tú tu propio motivo - le respondí e ingresamos a la casa donde Guillermina, Ana y Pablo nos estaban esperando.

Media hora después, le pedí al recién llegado que me acompañara a fumar un cigarrillo al patio. Todos entienden cuando hago estas cosas que es una señal para conversar a solas.

92. Una Charla Sincera

YO: Pensé que lo habíamos dejado en claro la vez pasada cuando te dije que sentía una "superficial atracción hacia tu persona".

FELIPE: ¿Y yo qué tengo que hacer?

De acuerdo, aquella era la pregunta más extraña del mundo y la menos esperada para seguir la conversación.

FELIPE: Es decir, ¿seguimos como antes? ¿Mi actitud?

YO: Nunca te pedí que cambies nada. La historia es simple. Sé que si te sigo hablando en el futuro, es posible que me enamore de ti. Pero no tengo intenciones de dejar de hablarte o quisiera que dejes de hacerlo.

FELIPE: Sería feo eso.

YO: En estos momentos de mi existencia, tú controlas mis movimientos con sólo pedirlo. Simplemente no abuses de ese poder.

Tengo que admitirlo: me había vuelto un experto en esta clase de cosas.

FELIPE: Yo te quiero como a un amigo, pero si ves que estar conmigo te perjudica, no quiero que sufras y todo lo demás.

YO: Yo no quiero que te preocupes por eso.

Nos despedimos prometiendo que nada iba a cambiar y él se fue a la casa de su novio, fingiendo para la familia que iba a la facultad.

Hablamos un poco más sobre mis amigos y nombró nuevamente a Pablo, ya que es al que conoce de vista.

FELIPE: ¿Viste el cuerpo que tiene?

YO: Es un amigo. No le ando viendo el cuerpo.

FELIPE: De todos modos es lindo.

No podía culpar a Felipe por la atracción que Pablo detonaba. Era un joven sexy y musculoso, y siendo honesto varias veces le dediqué parte de mis fantasías aunque nunca se lo confesé a nadie. Pero aún así, no me agradaba la idea de hablar de Pablo como si fuera una oportunidad para Felipe. Aunque, admitiendo en la desesperación de mis pensamientos, me hubiera gustado ser Pablo en ese momento.

FELIPE: Además, tengo que ir a ver a... Bueno, para qué vamos a seguir con este juego. Creo que es mejor que sepas el nombre real así podemos empezar a nombrarlo. Es Lorenzo.

YO: Una vez lo mencionaste por error.

FELIPE: Lo sé. Bueno, ahora ya lo sabes.

No pude evitar sentirme vacío, como un guerrero que acababa de jugar una carta más sobre la mesa sabiendo que no iba a ganar. No se desiluciona, pero se quedó sin la carta.

Pero no podía darme el lujo de deprimirme por esto.

Era el cumpleaños de Ana.

91. ¿Por qué Seguimos Hablando?

Dos días después de ausencia, decido volver al trabajo porque mi certificado ya había perdido su validez. Apenas podía caminar a causa de las inyecciones, pero ciertamente era la primera vez que caminaba después de haber estado en cama por dos días y medio.

- ¿Qué haces en este estado? - me dijo mi jefe, al verme. - Pide un certificado por dos días más y preséntate a trabajar recién el lunes.

Así que llamé para que volvieran a buscarme y me dediqué a disfrutar de aquella mañana sin ninguna preocupación.

YO: Eres una persona medio complicada, ¿sabías?

Felipe y yo nos habíamos vuelto a enredar en esas conversaciones vía-chat donde no sabíamos cómo saldríamos, ni a qué rumbo íbamos.

YO: Hay que saber cómo decirte las cosas porque uno nunca sabe cómo te puede caer algo. Lo cual me hace preguntarme una y otra vez por qué te sigo hablando.

FELIPE: Será porque soy irresistible. Y no me refiero solamente a la belleza externa.

YO: No te consideres tan irresistible. Porque si hablamos de tus manías, tu forma de hablarme, tus prohibiciones para que yo diga comentarios, las veces que me hablas cuando quieres y sino tengo que esperar a que te desocupes de hasta bajar videos que es más importante. Así que haciendo la sumatoría, te hablo porque... Bueno, me falta encontrar todavía el motivo.

FELIPE: Te hago una pregunta y quiero saber la verdad. ¿Por qué me sigues hablando?

YO: No quiero contestarte esa pregunta, porque si lo hago, tendremos una charla de verdad.

FELIPE: Yo siempre hablo de verdad. No me subestimes.

YO: No lo hago, por eso no quiero hablar contigo. Espera, suena mi teléfono.

Era Leo, quien finalmente apareció después de una semana de ausencia.

- ¿Dónde te habías metido? - le dije, intrigado.

- Tendrás que perdonarme - me dijo. - Estuve estudiando demasiado para la carrera que tú ya no haces mérito en aparecer.

- Lo siento, estuve enfermo - le dije. - Escucha, tenemos que juntarnos a ponernos al día con la vida.

- Vale - dijo. - Pero ahora tengo que ir al trabajo, como sabes. Mañana o el sábado, quizá sea un buen momento para juntarnos.

Cortamos la charla y yo seguí decidido a hablar con Felipe.

YO: Siendo brutalmente honesto, tú me gustas mucho. Lo cual se vuelve una batalla cotidiana el hecho de hablar contigo, porque intento encontrar motivos para dejar de hacerlo o por lo menos despegarte un poco de mí, pero ninguno me parece verdaderamente justificable ni razonablemente coherente.

Yo podía ser una bestia a la hora de decir las cosas cuando quería.

FELIPE: ¿Yo te gusto?

Inevitable

90. Lucas Acosado

Lucas volvió a salir esa noche de fiesta. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces en la semana llevaba de fiesta en fiesta sin detenerse. Sin sentar cabeza. Embriagándose y sin poder controlar sus actos.

Ya se había acostado con Eleonora y con la amiga de Marcelo. Y por cómo se estaban dando las cosas, parecía que iba a conseguir esa noche a la tercera víctima en cuestión.

La muchacha con la que se encontraba bailando en aquella fiesta, tiene por apodo el nombre de Rubia, aunque ni siquiera es ese su color original. Era una muchacha rellenita, pero con unos pechos bastantes interesantes.

Lucas y ella se encontraban bailando sin parar deshinibidos por el efecto del alcohol.

- ¿Sabes? Tengo mi casa para mí sola esta noche - le susurró al oído, en medio de uno de esos bailes donde es necesario que los cuerpos se junten para seguir el ritmo. - Quisiera llevarte ahí y ser tu prisionera esta noche.

A cualquier hombre normal esta proposición le hubiera encantado. Pero Lucas no es cualquier persona y ya estaba cansado de las juergas de una sola noche. Se sentía asqueado al día siguiente. Quería una relación de verdad, pero visiblemente con Rubia tampoco la iba a conseguir.

La chica puso su mano sutilmente en su entrepierna y apretó un poco. Lucas intentó retroceder por inercia, pero se controló para que nadie más lo notara.

Luego se dieron un beso eterno, mientras ella no dejaba de jugar con sus manos por su bulto.

- ¿Qué dices, niño lindo? - le susurró la chica. - ¿Vienes a hacerme de todo esta noche?

- Gracias, paso - le dijo.

Y se apartó de la muchacha yendo hacia donde se encontraban sus demás amigos hombros. Rubia tuvo un arranque de histeria.

- Eres gay - le dijo, enojada. - Si hasta se te nota, ¿cómo no me di cuenta?

- Estás enojada porque no quiero tener sexo contigo - le dijo él, sonriendo. - Tranquilízate. Valórate como mujer y no andes haciendo estas cosas.

Pero Rubia no escuchó su consejo.

Horas más tarde, se encontraba de nuevo en un baile pero esta vez con dos hombres más. Los tres estaban en un estado de ebriedad que daba vértigo.

Lucas sonrió y filmó con su celular la escena que tanta gracia y asco le causaba a la vez.

En pleno patio y ante los ojos de todos, Rubia besaba a uno de los chicos mientras otros por atrás bailaba atrayendo su trasero a su paquete.

Movimientos rítmicos de penetración por encima de la ropa.

El muchacho que estaba detrás se sacó la camisa y quedó con el torso desnudo. Luego se desprendió el cinto y se abrió la bragueta sin apartar al trasero de Rubia en ningún momento. Los movimientos aumentos. Mientras que el muchacho que se encontraba delante de ella le sacó la remera a la muchacha y luego comenzó a sacarle el corpiño hasta que quede con sus pechos al aire.

Besaba uno y luego besaba el otro.

Ninguno parecía inhibido de estar siendo vistos. Quizá porque los espectadores estaban más borrachos que ellos.

Lucas dejó de filmar y pidió un taxi para volver a su casa.

Nunca más aceptaría estar entre tantos desconocidos.

89. Antes del Final

Felipe se encontraba en la esquina de su casa esperando, como todas las noches, el reencuentro con su hermano mellizo para aparecer juntos en casa y de ese modo convencer a toda la familia que habían estado en la facultad.

Tenía una mezcla de sentimientos encontrados porque, si bien amaba la idea de que su novio pudiera disfrutar una semana más de las tardes con él, por el otro sabía que era una buena oportunidad que sea solicitado más tiempo en su empleo.

Miró el reloj. Su hermano estaba un poco retrasado.

No era la primera vez que lo hacía, así que no se molestó tanto.

Pero esta vez, había algo en la escena que era diferente.

Levemente se giró hacia su casa y vio que su madre lo observaba desde la ventana.

- Oh, mierda - dijo, en susurros.

Sabía lo que se avecinaba.

Esa noche, la madre trató a sus dos hermanos de una forma muy brusca. Como si ya sospechara algo de todo lo que estos meses se encargaron de mantener ocultos.

Felipe se metió en su habitación después de la cena, sin decir nada, y fue cuando escuchó que su madre lloraba en el otro cuarto.

Malditas paredes delgadas.

- ¿Qué sucede, mamá?

La voz femenina era la de su hermana mayor. También la había escuchado.

- ¿Son los mellizos?

- Sí - respondió la madre, entre lamento.

Luego volvió a romper en llantos.

Felipe resopló mirando al techo. Tuvo un golpe de culpa, pero ni siquiera quiso saber qué había hecho mal esta vez.

88. La Desgracia de Maya

No sólo la hermana de Guillermina y la hija de mi compañera de oficina tuvieron que atravesar una muerte inesperada e injustificada ultimamente. Maya, la ex novia de Juan, también tuvo que soportar una de una amiga del secundario.

Se enteró de la noticia de que su amiga Mariel había tenido un accidente automovilístico y que se encontraba internada en gravedad, justo en el momento en que se debatía entre si aceptar o no la propuesta de Lucio para tener sexo, el mismo día en que la habían despedido de su empleo.

Quiso buscar un amigo para hablar, pero Lucio no entendió el favor que le estaba solicitando.

- Somos amigos, Lucio - le dijo, como intentando ofenderse. - Aparte eres el mejor amigo de Juan, dicho sea de paso.

Lucio, que últimamente estaba teniendo arranques de locura por haber cortado la relación con su reciente novia, se puso como desquiciado.

- Así es contigo, ¿eh? - dijo, subiendo el tono de su voz. - Vienes, te haces la inocente, me calientes hasta que la tengo en alto y luego no quieres.

Maya se desconcertó ante lo que escuchó y al instante su rostro comenzó a hervir de furia. Se dio media vuelta e intentó salir de la habitación. Escuchó como Lucio le pegaba hacia la pared de la casa.

Intentaba no llorar por lo confundida que estaba mientras que la madre de su amiga Mariel la llamó por teléfono contándole la terrible noticia.

Se tomó un taxi hacia la clínica.

Maya ingresó a ver a su amiga. La imagen era fatal. Catastrófica.

Cuando tuvo el accidente, los médicos habían tenido buenas expectativas sobre su recuperación, ya que había logrado sobrevivir a las 48 principales horas.

Sin embargo, al tercer día tuvo cuatro paros cardíacos y su corazón no resistía más medicina. Decidieron dejarla partir.

Falleció veinte minutos después de que Maya la viera.

- Ella ha estado diciéndole a tu hermana menor que te diga que quería que la fueras a visitar - le explicó su madre, una semana más tarde. - Estaba muy emocionada por volver a verte. Y yo creo que te espero a ti, antes de partir con Dios.

Esa noche, Maya lloró en silencio.

87. Por Toda la Semana

Fiebre, revolcadas en mi cama, gemidos insensates y tres inyecciones más tarde, sumado a un certificado de 48 horas para no ir a trabajar, la tarde del martes me encontró casi desmayado con Ana y Lucas a mi alrededor, concentrándose en mí como si fuera un muerto al que aprecian en un ataud.

- Por favor, dejen de mirarme así - les dije. - No me estoy por morir.

- Tu jefe posiblemente va a matarte - me dijo Ana, cruzándose de brazos. - Esa presentación era para el Presidente de tu Empresa.

- Esa presentación fue enviada por e-mail anoche antes de que comenzara a sentirme así - le conté a la muchacha. - No soy estúpido. Sabía que dependían de mí y fue un acierto que me hayan permitido hacerlo desde la computadora de mi casa.

Ana cambió la expresión de casi enfado de su rostro al ver que era responsable al menos en mi trabajo, ya que la facultad había pasado a un segundo plano por esta causa.

- Yo he decidido renunciar a mi trabajo - dijo Lucas, de repente.

Había olvidado que Lucas tenía esas intenciones el sábado cuando hablamos en el cumpleaños.

- Oh, por Dios - dijo Ana, de repente. - ¿Y qué harás ahora?

Miré a Ana sorprendido por su falta de tacto a la hora de hacer semejante pregunta. La preocupación que todos teníamos por Lucas no era la admiración de renunciar por la ética que poseía, sino por saber en qué diablos ocuparía ahora su tiempo.

- Podrías molestarte en preguntar qué pasó antes - le dije, sonriendo.

- Es que si ya lo decidió está bárbaro - me explicó la chica. - Pero quisiera saber en qué rumbo andará su vida ahora.

Lucas ignoró completamente el pensamiento sobre lo que le depará el futuro sobre su decisión actual. Quizá para evitar encontrar un sermón sobre el actuar por impulso y seguir comportándose como una criatura. No era necesario conocer mucho a Ana para saber que pensaría algo así.

- Le dije a mi jefa que renunciaba y me dijo que estaba bien - acotó. - Aunque honestamente esperaba una reacción muy distinta, me sentí liberado. Mis compañeros de trabajo, pobres, no querían que lo hiciera. A ellos sí los extrañaré.

Felipe volvió a cancelarme un día más porque su novio trabajaría, si Dios quiere, recién al día siguiente.

Más tarde, Lucas confesó que el tiro le salió por la culata al esperar solamente asustar a su jefa y no que su renuncia sea en serio.

- Tienes un gran problema a la hora de poner a pruebas a la personas.

- Es que prefiero esto a estar en un trabajo donde todo el mundo se esté echando mierda entre todos - dijo, cruzándose de brazos.

- Dime qué trabajo no es así.

Y hablando de trabajo, al día siguiente Felipe me canceló directamente por toda la semana. No le dije nada acerca de la bronca que me invadió.

86. La Fiebre

Para cuando llegó el lunes, mis jefes estuvieron volviéndome loco en la oficina. Apenas tenía tiempo de contestarle los mensajes a Felipe donde le decía que había conseguido una amiga para que nos acompañara en la búsqueda de departamentos.

- Oliver, tenemos que hacer esta presentación de forma urgente - me dijo mi jefe, perdiendo esa sonrisa que usualmente quiere tener. - Si es necesario, ven a dormir a esta oficina, pero quiero estos archivos terminados para mañana.

Suspiré cansinamente y asentí con la cabeza.

Después de todo no me iba a costar mucho.

Pero dado que era unos documentos que podía avanzar mucho más rápido desde la computadora de mi casa, pregunté si no habría problemas en que los continuara allí. Me dieron esa libertad de hacerlo y que luego pase la facturación de las horas extras.

Así que regresé a casa y decidí echarme una siesta para descanzar un poco mi cerebro y luego levantarme para continuar con el trabajo. Claro que si Felipe me avisaba que tenía que acompañarlo a buscar departamentos, el trabajo se pospondría para después.

Ni hablar de asomarme por la facultad en ese día.

Prioridades son prioridades.

Llegó un mensaje.

"Mi novio todavía no comenzó a trabajar esta tarde. Lo dejaremos para mañana."

Si bien me disgustaba, era un cierto alivio para las cosas que tenía que hacer.

Para colmo, todos mis familiares continuaban en mi casa, por lo que aclaré que iba a estar ocupado y con necesidad que no sea molestado.

Claro que este punto nadie cumplió y un par de veces tuve que echar a mis primas menores que interrumpian mi poca estabilidad emocional del día.

Entrada la noche siento que algo malo me sucedía.

Mi garganta se comienza a cerrar y el mundo se me comienza a mover.

- Tiene que ser un chiste - dije, dándole el último visto nuevo al trabajo que realizaba. - No puede estar pasando esto.

Y de repente, una fiebre impresionante llegó por mí.

Ella