130. Todos Contra Guillermina

miércoles, 26 de noviembre de 2008

- Te lo contaré después - le dije a Tobías, sonriendo. - Tienes que terminar de leer el e-mail primero. ¡Es más práctico!

- No, pero quiero saber qué pasó con Emilce - insistió Tobías, que afortunadamente se reía de lo nervioso que me encontraba y se dio cuenta que no podía hablar. - De acuerdo. Seguiré leyendo, pero después me lo cuentas.

Mientras Pablo mostraba su mejor cara de horror al saberse responsable de los actos en contra, intenté encontrar otro tema de conversación de la galera con tal de que Tobías no preguntara nada acerca del tema.

- Como comentaba, las chicas son muy venenosas - dijo Pablo, como si eso nos alejaría del problema. - El sábado pasado nos encontrábamos en un recital de una banda. Estaban Martha y Guillermina criticando a todo el mundo. Luego se fue Martha y llegó Jessica, y entre las dos empezaron a apuñalar por la espalda a Martha. ¡No pueden vivir si no están criticando a alguien! Juzgar a los demás se convirtió en ellas un arte tan necesario como respirar.

- Me imagino las cosas que dirán de mí, entonces - dijo Tobías, enojado. - Esto pasa porque nadie las frena. Jessica y Guillermina se convirtieron en buitres y todos nos damos cuenta de eso, pero nadie les dice nada.

- Yo ya hice la primera parte - dije, sin sentirme para nada orgulloso. - Si alguien quiere seguir mi línea y decírselos, pueden hacerlo.

- A mí la verdad es que no me interesa - dijo Tobías, y prendió un cigarrillo para darse más auge estético mientras hablaba. - Una es mi cuñada y sólo por ser novia de Emilio tengo que soportarla. Y a Guillermina, gracias a Dios, no la veo todos los días. Si no posiblemente estaría muerta, porque yo no soportaría todo lo que hace.

Tal como una vez lo había anunciado, las cosas malas que ellas dos hicieron, se estaban volviendo en su contra. Sin querer y sin esperarlo, todo el grupo pensaba algo que solamente yo me animé a decir, y el hecho de ser el héroe de toda una generación de personas cobardes tampoco era algo que me producía mucho orgullo. Mucho menos lo era el poder que tenía en mí de destruirla socialmente si es que quería. Pero eso no era necesario, ella sola se había encargado de cavar su propio pozo y ahora se estaba enterrando cada vez más.

Cuando Tobías se estaba marchando y fue hacia mi garaje a buscar su moto, Pablo me miró y me tomó del brazo.

- Por un segundo casi me muero por el tema de Emilce - me confesó. - Pensé que iba a tener que dar la cara y créeme que no quiero tener a Tobías en mi contra por una estupidez mía del pasado. Reconozco que me equivoqué con la chica, y ahora tenemos algo en común que es el estudio de una carrera de medicina. Así que por favor, te lo suplico, no le recuerdes el tema ahora que se está yendo.

- No lo pensaba hacer - le dije. - Ya suficiente me odia Guillermina como para seguir sumándole motivos para que piense que puede odiarme más.

Pero, sin lugar a dudas, Tobías no era tan tonto como para dejar pasar la oportunidad de saber todo y tener una conversación a solas.

- Mañana mismo volveré a verte después del trabajo - me dijo, antes de marcharse.

- Y por suerte, yo no volveré del Congreso por cinco días - me susurró Pablo, al verlo partir.

129. Lo que no Debió Pasar

- Ahora me iré a un Congreso por tres días, así que para el fin de semana, seguramente ya estaré aquí y podremos hacer algo - nos anunció Pablo.

Después de tantas ideas y vueltas, con Pablo habíamos roto la tradición de decir que nos juntaríamos pero nunca más encontrarnos. Lo cual fue emocionante para ambos porque por algún motivo uno siempre cancelaba al otro.

Pero la emoción de ese reencuentro no solamente terminó allí, sino que también llegó Tobías a mi casa, por medio de una invitación de Pablo, y me encontraba totalmente feliz de ver, ya que es mi preferido de todo el grupo.

En medio de ese debate sobre cómo iban nuestras vidas, Tobías seguía quejándose acerca de lo desdichada que era su existencia.

- Quiero que este año termine - dijo, molesto. - Me pasó de todo y ninguna de las cosas fueron buenas.

- Yo ya te dije lo que pienso - respondí.

- Gracias por tu e-mail, por cierto - comentó, encogiéndose en hombros. - Y estaría muy agradecido si alguien me puede poner al día con lo que pasó entre Guillermina y Oliver. Porque seguro que la historia es más coherente que el "se enojó por unas fotos".

- Es que, Tobías... - intenté decir. - Ella... se enojó por unas fotos.

Tobías se río ante eso y una parte mía se preocupaba porque las cosas se hayan puesto contra Guillermina, ya que después de todo, yo no tenía nada en contra de ella. Ella era la que tenía un problema conmigo y, siendo honesto, la extrañaba. Y mientras Pablo hacía su descarga emotiva acerca de lo cansado que está que su novia Paola siempre se deje influenciar también por Jessica y Guillermina y las acusaba de ser unas personas que no tienen una vida social coherente que lo único que provocan son escándalos y disturbios entre las personas, ninguno de los dos se dio cuenta que Tobías estaba leyendo mi e-mail.

- Un momento - dijo, de repente. - ¿Qué tiene que ver Emilce en todo esto?

Pablo y yo nos intercambiamos una mirada de complicidad y miedo al ver lo que Tobías acababa de descubrir. Él ignoraba, hasta ese momento, toda la guerra interna provocada por el tema de Emilce y su no participación en nuestro viaje frustrado. Y, de todos los presentes, Pablo era el que más perjudicado iba a terminar, ya que tendría que reconocer que, públicamente, él fue uno de los conspiradores en contra de Emilce junto con Jessica, Guillermina y Lucas.

- ¿Alguno de los dos me piensa responder? - insistió. - ¿Por qué tuviste que pedirle disculpas a Guillermina por el tema de mi novia, Oliver? ¿Qué es lo que sucedió?

128. Dar la Cara

A Pablo le llevó varios días superar lo que pasó en esa fiesta. Por momentos sentía que todos sus compañeros se habían enterado y se imaginaba a todo el mundo hablando a sus espaldas. Adquirió tal grado de paranoia que las clases se volvieron insufribles.

Fue un error. Lo sabía.

Pero tenía que enfrentar al sujeto que lo llevó a eso. Por más que había un poderoso deseo interno de atacarlo, pese a que no tuviera la culpa, se limitó a acercarse finalmente un día después de clase, fingiendo que le iba a preguntar algo relacionado con una materia que estaban dando.

Ernesto mostró un poco de sorpresa pero intentó no retroceder cuando se acercó.

- Quiero que hablemos - dijo Pablo, cortezmente.

- ¿Qué sucede?

- Dime que no se lo contaste a nadie - imploró, aunque sonó más a una orden.

- ¿De qué hablas?

- De lo que pasó en la fiesta - continuó.

Ernesto lanzó una sonrisa y siguió fingiendo que no pasaba nada. Pablo sospechó en ese momento que si hubiera sido gay, le hubiera llamado mucho la atención aquél chico.

- No te preocupes - dijo el muchacho. - Con que fui el primero, ¿cierto?

- Y el último - se defendió Pablo. - No sé qué me pasó esa noche. Estaba alcoholizado o quizá frustrado con mi vida. La cosa es que fue un momento de debilidad.

- No te preocupes - lo detuvo Ernesto, quien sorprendentemente parecía más maduro en esa conversación que cuando se juntaba a reírse con el profesor. - Nadie lo sabrá y yo ya me olvidé del tema. Somos compañeros y tenemos que vernos hasta final de año todos los días. No vale la pena atravesar por algo que puede ser incómodo para los dos.

Pablo no supo a qué se refería pero agradeció el ser comprendido.

Quizá más aliviado y con la extrema necesidad de creerle esa fue la última vez que pensó en lo que sucedió. Quedará como una anécdota que podrá contársela a los más íntimos, pero se juró no volver a repetir.

Hasta la actualidad, mantiene su palabra.

127. Intento Fallido de Pablo 2

La noche de la fiesta Universitaria de su grupo de enfermería, era algo que solía anhelar por poder ingerir alcohol y de paso dejarse jugar por sus compañeras sexys que se vestían de enfermeras para despertar los morbos de los demás estudiantes, pero también solía molestarle el hecho de tener que soportar a dos personajes que aprovechaban esos eventos para intentar seducirlo. Se refería solamente a su profesor no-declarado-pero-oficialmente-gay y a su compañero de estudios también-gay-más-oficial, Ernesto.

Los dos merodeaban sobre él como buitres cada vez que lo veían con una gota de alcohol en la mano, como si fuera a perder tanto la consicencia como para acostarse con alguno de ellos.

Ernesto era un muchacho deslgado, de ojos oscuros y cabello que bordaban lo rubio. Era lindo a la vista, pero Pablo jamás pensó ni en sus peores pesadillas atravesar la línea con él.

Esa noche lo hizo.

Sucedió antes de las tres de la mañana y nunca sabrá a qué echarle la culpa, pues no estaba lo suficientemente borracho como para olvidarlo pero no estaba lo suficientemente consiciente como para negarse. Inexplicablemente, esta vez atravesó una línea de sexualidad que jamás pensó cruzar. Por única y última vez en su vida.

Recordó que estaba viendo a dos muchachas de muy buenas delanteras bailar seductoramente a un joven que se había quedado exclusivamente en ropa interior.

La música sonaba a todo volumen y las luces apenas alcanzaban para notar a quienes tenían a su lado.

Ernesto lo guió hacia el patio de la facultad. Estaba tan oscuro que la luz de la Luna apenas alcanzaba para distinguir si había alguna interrupción por el camino.

- Déjame hacerlo - susurró Ernesto, a su oído.

Acarició su paquete suavemente. Pablo no se resistió y solamente agachó la mirada. No era considerado una persona violenta y eso Ernesto lo sabía.

- No se lo diré a nadie - insistió. - Sólo una vez. Prueba. Hay que probar de todo en esta vida.

Pablo por un momento sonrió cínicamente por lo que parecía que la única posibilidad de tener una buena mamada sea provenida de un hombre.

Ernesto interpretó el silencio de Pablo como un permiso para desabrochar el cierre del jeans. Se puso de rodillas y con una extrema delicadeza sacó un poco de carne totalmente endurecida. Pablo ni siquiera se dio cuenta lo excitado que estaba y no pudo evitar odiarse por eso.

Ernesto se llevó a la boca la parte de Pablo que jamás había compartido con otro hombre y comenzó una excelente succión que hizo sentir el cuerpo del muchacho vibrar como hacía tiempo no lo sentía.

Sintió los gemidos del muchacho desde el piso elevarse lentamente y eso lo excitó aún más todavía. Era rara esa sensación, como si nunca antes la hubiera experimentado. Fue un niño descubriendo el sexo. Sólo que se sentía diferente. No era una mujer. No sabía en qué recaía la diferencia, pero la notó al instante.

Apartó a Ernesto de su cuerpo y se vistió lo más rápido que pudo.

- Lo siento - se disculpó.

Aún con su bulto totalmente notorio, salió de allí y se adentró en la fiesta de nuevo.

Nunca más volvió a mencionar el tema con Ernesto y de ahora en más sólo fingían un saludo decente.

126. Intento Fallido de Pablo 1

Pablo estuvo planeando desde hacía semanas enteras la noche en que celebraría junto a su novia Paola la cena por los dos años que están juntos. Es todo un logro haber resistido tanto tiempo, y si bien la fidelidad era algo con lo que no contaba en su historial de romance, el estar juntos durante tanto tiempo sí era como un acto que merecía ser celebrado. Y si era posible con sexo, mucho mejor.

La historia de ellos dos no fue fácil desde nunca. Paola era una muchacha que tenía bastantes crisis familiares, muchas de las cuales terminaban en su encierro y la imposibilidad de poder estar juntos. A lo que nuestro estimado Romeo tenía que buscar otras mujeres para poder desquitarse las ganas.

Aún así, cada vez que ellos dos estaban juntos la pasaban fantástico.

Esa noche, Pablo alquiló un par de películas románticas que no verían, consiguió sacarla de su casa y la llevó camino hacia la habitación. Pidieron comida china y por poco el muchacho pensó que tal vez hubiera sido romántico algunas velas, pero no quiso exagerar demasiado.

Estaban terminando de cenar entre caricias y Meg Rayan, cuando de repente...

- Pablo... - se escuchó a Paola susurrar. - Siento una extraña comezón.

Pablo la miró sin doblar la cabeza. Notó que su chica se estaba rascando.

- ¿Qué demonios te ocurre? - preguntó el chico, sorprendido.

Al instante se dio cuenta que matices rojos inundaban la piel de su novia.

- Estás teniendo una reacción alérgica a la comida - se quejó el muchacho, al pronosticar. - Genial.

Sí, sencillamente genial.

No hubo sexo en el 2do aniversario de Pablo y Paola. Pero al menos hubo comida china y una reacción alérgica que los tuvieron entretenidos el resto de la noche.

Canela

125. Acostados (2)

El Sol estaba en su pico más alto, haciendo que el calor disimulado por el giro de un ventilador en una pequeña habitación, de todos modos se sienta fuerte y en las noticias se veía que en Estados al sur una tormenta fabulosa estaba arrasando con todo lo que se venía a su paso. No tardaría en llegar donde estábamos.

- Quizá esta noche, quizá mañana - atiné a predecir.

Felipe hizo algo similar a un resoplido, lo cual preferí pensar que fue por el calor que sentía a que por mi charla estaba aburriéndolo.

- El cuadro de tu hermano sigue estando ahí y me incita a que me lo lleve - dije, mirando al cuadro que estaba sobre mí.

- Sí, es lindo - dijo, poco interesado. - Puedes llevártelo.

- Oh, está celoso porque me gusta más un cuadro del hermano - le dije, en una tonadita bastante burlezca y molesta.

- No estoy celoso - intentó defenderse. - Ya te dije que es lindo.

Sonriendo por la rivalidad estúpida que se puso contra Rafael, miré el reloj y con algo de horror descubrí que mágicamente, sólo faltaban 10 minutos para que yo me marchara de ese lugar, así tenía tiempo suficiente como para llegar a clases.

- ¿Por qué miras el reloj a cada rato? ¿Te quieres ir? - me preguntó, en una tonada brusca, queriendo imitarse a como fue la primera vez que estuvimos juntos. Nada más que esta vez yo no había visto las fotos de su celular.

- Si fuera por mí, me quedaría - insistí. - Ya te lo dije.

Diez rápidos minutos más tarde, me estaba marchando. Nos despedimos en la puerta de entrada como todas las veces.

- Hoy me estoy tomando con mayor tranquilidad tu estupidez cotidiana - le dije, sonriendo.

- Yo también - dijo, para no ser menos. - Pero se debe a que estoy dormido porque no me dejaste dormir.

- Entonces vendré a verte en estas siestas que estás libre y no obtienes la computadora - respondí, sonriendo. - Eres más encantador.

Esa fue la primera vez que me retiré de la casa de Felipe con un poco más de gloria que pena. Nuestras conversaciones, por más banales y superficiales que hayan sido, no dejaron de tener importancia. Porque, después de todo, valía el sitio donde hablamos.

Quizá no se vuelva a repetir más, o quizá el hecho de no intentar nada con él, lo haya llamado la atención.

De todos modos no interesaba. Había aprendido la lección de que no tengo que estar bien para demostrarle algo. Tengo que congelar mis sentimientos, hasta que llegue el momento de ponerlos al horno y servilos en una mesa.

Ojalá, con platos y cubiertos, se encuentre Felipe, dispuesto a deleitarse por lo sabrosos que pueden ser.

Y si no lo era, quedarían reservados hasta que alguien tenga tiempo de sentarse a la mesa y disfrutar de un buen plato.

124. Acostados (1)

Cuatro días y dos visitas más a la casa de Felipe, habíamos llegado a la confianza de que yo ingresara a su habitación delante de toda su familia. Su madre me seguía preguntando cómo me iba en una carrera que yo ni en mis más profundos sueños pensé en cursar y mentía sobre la marcha lo mejor que me salía.

Generalmente hacía grandes esfuerzos por evitar el tema y rellenaba los espacios contando cosas sobre mi trabajo, lo cansado que me tiene mi jefe y cómo mi vida social se ha recortado a los fines de semana donde no tengo sueño y tengo que recuperar todo lo que he perdido. Luego de eso, Felipe y yo nos acostábamos a mirar televisión mientras, apuntes en mano por si entraba alguien, nuestros cuerpos estaban separados por milímetros en las camas gemelas y unidas de él y de Rafael.

- Estás acostado sobre mi cama - me dijo, cuando me acosté.

- Es linda - acoté y finjí dormir. - Dentro de un par de horas tengo que ir a un curso que me obliga mi empresa, así que no te molestaré mucho.

- Yo no dormí la siesta por quedarme a esperarte - insinuó, como intentando hacerme sentir culpable.

- Tú sabes que me quedaría todo el tiempo que quieras, pero esto es importante - me defendí, como si tuviera que darle explicaciones. - Aparte, la vez pasada ya falté a uno de esos cursos por venir a tu casa, ¿recuerdas?

Felipe se pasó todo el resto de la tarde intentando hacerme la contra, cosa que yo evadí con diplomacia y sutileza, y ante el menor intento de alterarme, le respondía con una sonrisa y le contestaba bien. Mientras que él, estaba mucho más amable de lo habitual, comenzando porque cuando le ofrecí ir a su casa, me dijo "sí", sin reproches ni condiciones ni tiempo de decidir.

- ¿Cuándo fue tu primera relación sexual? - me preguntó.

- Oh, veo que quieres hablar de sexo.

- No, no fue de sexo - se defendió. - Es una pregunta. No la respondas si no quieres.

- ¿No quieres saber la respuesta? - pregunté, insinuándome.

- Claro que sí, pero no quiero tener que responder a tus preguntas.

- Bien, ¿quieres saber mi primera vez con una chica o mi primera vez con un chico? - pregunté.

- Tu primera vez con quien fuera - respondió.

Tuve que hacer memoria y comencé a relatar una historia que ocurrió hace seis años atrás.

- Sucedió tres días antes de mi décimoquinto cumpleaños - conté. - Lo recuerdo porque tres días después cumplí 15. Fue con una amiga de una amiga. La típica historia.

Felipe mi miró como si hubiera arrancado la cabeza de su perro y la estuviera usando de collar.

- ¿Acaso no tuviste infancia?

- Espera, ¿cuándo fue tu primera vez?

- El año pasado - dijo, muy orgulloso. - Unos días antes de cumplir 17.

Y entonces, si mis datos no estaban mal, no quise preguntar pero me di por enterado que su primera vez fue con Alfonzo.

123. La Carta a Tobías

Estimado Tobías:

¿Cómo estás?

Después de haber pasado una maravillosa tarde de sábado, creo que adquirí una extraña seguridad (raro en mí) de poder escribirte unas palabras.

Como me puse a pensar en lo breve que hablamos (aunque suficiente), antes de irme a dormir quería sentarme 5 minutos ante la PC para mandarte esto. Verás, como no tengo todo el tiempo del mundo para dedicarle a mis amigos, por lo menos quiero hacer el intento de que sepan que les doy importancia.

Me dijiste que estabas medio estancado, rutinario, perdido y todos estos adjetivos... y dejame decirte que ¡no sos el único!

Así que la intención de este e-mail no es convencerte de que las cosas van a mejorar, ni decirte que es una mala etapa y que después todo va a estar bien, porque es mentira. ¡No mejora! Contrario a eso, sólo nos acostumbramos y dejamos de padecer cuando caemos en cuenta que no vamos a ningún lado por más que lo intentamos.

Así que no tengo intenciones de darte las pautas para ser feliz en un mundo tan horrible, pero sí quiero que sepas que poner la felicidad ante toda las cosas malas, no es la meta, pero que lo es el sentir lo malo y saber que no vamos a morir por eso.

Pareciera que todos los caminos apuntan a que seamos fríos y de esa forma evitarnos la molestia hasta de pensar en las cosas que hacen falta. Es decir, ¿no estaríamos mejor así? De esa forma nos evitamos el sufrimiento por lo que no tenemos y queremos conseguir para nosotros, pero la conformidad es solamente un cautiverio para la libertad (esto último lo dijo alguien famoso).

Así que lo que estás pasando ahora, dejame decirte que es algo por lo que pasé, paso y seguramente seguiré pasando. Puedo darte un detalle de las cosas que creo que me hacen falta (estabilidad emocional, ir al gimnasio también, dejar de escudarme por medio de mis ironías para no dejar ver mis verdaderos sentimientos, volver a ser amigo de Guillermina, ser el novio de la colorada de Grey's Anatomy, dejar de fumar, etc. etc.), pero también tengo que saber que la felicidad no puede depender de otras personas, porque al fin y al cabo es un proceso interno.

Con respecto a la rutina, no tendría sentido que atiendas una telefónica o que día tras días estés escavando una cueva o tirándote con un paracaídas. Al fin y al cabo, tarde o temprano, todo eso se vuelve rutina también. Y a veces, es bastante considerado y hasta bueno saber que día a día tenés que hacer esas cosas en lugar de vivir día a día como alma que la lleva el viento. No saber para dónde ir o no tener un lugar donde pasar el tiempo, creo que te caería peor.

Aún así, está espectacular que tomes a esto como algo que harás ahora hasta que encuentres la meta a seguir, hasta que averigues que te gusta y qué es lo que quieres hacer, o cómo quieres seguir una rutina que realmente te complete. Y si te sientes perdido, no sabes cómo encontrarla o de repente te das cuenta que ninguna de las opciones te gustan tampoco (o quizá hasta no tengas ninguna otra opción) ¡es totalmente normal!

Así que, como ves, mi e-mail no es nada alentador ni te intenta pintar el mundo de color rosado. Ni tampoco estoy para decirte que cuentes conmigo para encontrar la salida (porque, sinceramente, sería un ciego guiando a otro).

Este e-mail tiene la pura y exclusiva intención de decirte que no estás solo. Que no está mal caerse de vez en cuando, no por lo fuerte que te vuelves al levantarte, sino porque permitís que los demás te sostengan para evitar el golpe.

Y eso último, mi estimado Tobías, es lo que, por medio de estas palabras, intento hacer.

122. No Puedo Hacerlo

- Estoy en un dilema moral - le dije a Lucas, cuando se acostó a mi lado en mi cama, como siempre solíamos hacer cuando teníamos que debatir sobre algún problema.

- Permíteme adivinar de quién se trata - dijo irónico. - ¿Qué ha hecho ahora?

Me senté en la cama mirando hacia mis pies y prendí un cigarrillo. Siempre prendo uno cuando tengo que hablar de mí. Hace quedar como más estético o más profesional a lo que estoy diciendo. Le da ese cierto aire de importancia.

- Hoy se enojó conmigo porque dice que yo lo trato mal - le contesté.

- Y eso es cierto - respondió. - Tú tiendes a tratar mal a las personas que te rodean. No entiendes que hay personas a las que le cuestan captar tus códigos.

- Esto es maravilloso - dije, cruzándome de brazos. - Ahora Mr. Víctima es el abogado de Mr. Sensible, y yo sigo siendo el malo de la película.

- ¿Ves? Comentarios como esos son inentendibles porque no sé de dónde viene tanta maldad - me dijo Lucas, sonriendo.

Le tiré un almohadón por la cabeza.

Una vez que Lucas dejó de intentar devolverme el golpe, me crucé de brazos y me puse a pensar un poco mejor en las cosas.

Afuera, una lluvia torrencial estaba humedeciendo las calles de la ciudad. Ya era el cuarto día así después de meses de sequía. Me encantaba, aunque quizá no tanto para un viernes por la noche.

- No puedo hacerlo - reconocí. - No puedo cambiar y ser una mejor persona.

- ¿Por qué no? - me preguntó. - Tú sabes que te ayudaría. Oliver, no quiero que seas como yo.

Lucas continuaba su campaña para evitar que yo me convirtiera en una persona fría e insensible, y se desesperaba cada vez que nos encontrábamos porque era obvio que no salían bien sus planes.

- El hecho de tratarlo así es lo que me está ayudando a que no sienta nada por él - le dije a Lucas. - Si cambio esto, si bajo el único escudo que tengo y le entrego mi corazón... No me conviene.

Ni yo me esperaba un comentario tan inteligente de mi parte, pero la conclusión pareció caernos como anillo al dedo, ya que a ninguno se le ocurrió nada para contradecirla.

- No puedo permitirme sentir algo - concluí. - Tendrá que aceptar al Oliver que le tocó, porque no puedo seguir regalando partes de mí a quienes me lo piden.

121. Un Poco Culpable

- La verdad es que estuve pensando en lo que hablamos y creo que tienes algo de razón - reconocí, aunque me costaba horrores. - Y me siento algo culpable porque quizá no te mereces esto.

No estaba hablando con Guillermina ni intentando solucionar nada de ese problema. Al contrario, estaba hablando con Felipe, quien dos horas atrás se enfureció conmigo porque me dijo que lo trato demasiado mal con mis ironías. Por más que intenté explicarle que eran solamente unos chistes que no contenían ningún mensaje subliminar, él sentía que mis insultos tenían una base real y que lo que había en mi corazón, lo estaba expresando con palabras de ese modo.

- Es que me siento mal cuando me dices esas cosas - me contestó. - Porque siento como que me estás reprochando que yo no puedo pasar tiempo contigo. Y siendo honesto, yo tengo novio, tengo amigos y tengo personas con las que quiero estar además de ti, y me gustaría hacerlo sin tener que rendirte cuentas.

- Yo no te pido que me rindas cuentas - me defendí, porque después de todo era cierto. Prefería vivir en la ignorancia con respecto a lo que hacía. - Mira, entiendo que tengas inseguridades o que creas que te presiono porque visiblemente no sé expresarme de una forma mejor. Tú lo que debes tener en cuenta antes que nada es que te quiero, que estoy contigo por ti y no porque quiero que me debas algo porque, al fin de cuentas, no te estoy haciendo ningún favor.

Aquella conversación me tomó tan de imprevisto que no tenía sentido que estuviera aclarando algo que pensé que estaba bien establecido.

- Sólo te pido que no me hagas más estas cosas - me pidió, con esa ternura que sólo él sabe tener. - Tú sabes que soy sensible.

- En estos momentos me siento un idiota - respondí. - O tal vez tú nunca supiste entenderme.

- Tal vez.

- Voy a intentar ser una mejor persona - le prometí.

Felipe sonrió como si acabara de ganar una batalla a muerte contra alguien, mientras que yo me declaré vencido ante esa sonrisa.

Ahí me di cuenta que cometí un error al prometer algo que no iba a cumplir.

La Batalla por un Trabajo

Márchate

lunes, 10 de noviembre de 2008

120. Repercusiones

Un nuevo conflicto estaba en puerta de todos e increíblemente yo era la cara visible de una de esas batallas que no tengo intenciones de lidiar pero que tampoco puedo declarar mi Bandera Blanca.

La pelea con Guillermina ya había llegado a oídos de todos y, como siempre es sabido, todos tenían algo que opinar. Cuando menos quería hablar del tema, pareciera que todos necesitaban decir algo. Y, la peor de todas las situaciones, es que todos parecían querer haberle dicho a ella lo que le dije yo.

- Es una estúpida - me dijo Lucas, cuando nos encontramos. - Me parece que fuiste leve con las cosas que le pusiste.

- Sólo contesté de forma agresiva porque ella me respondió así - dije. - No tengo nada en contra de ella. Ella fue la que se enojó.

- De todos modos no tienes nada de qué arrepentirte - prosiguió Lucas, como si logré un objetivo que llenó de orgullo a todo el mundo. - Es lo que pensamos todos sobre Guillermina.

- No digas que "todos" pensamos así - lo acusó Marcelo.

- Bueno, díganselo ustedes - me defendí. - No quiero ser recordado como el chico que derrocó el Reinado Imaginario de Guillermina.

- Ella se buscó esto - me intentó consolar Martha. - Ella quiso hacerse la buena amiga y mira, hoy le mandó un mensaje a Susana porque se iban a juntar con Jessica y cuando Susana le dijo que venía a la Clínica conmigo para ver a mi abuela internada, ella ni contestó. Bien que cuando su hermana estuvo enferma el mes pasado, yo viví en la Clínica con ella.

En ese momento caí en la cuenta que Marcelo, Susana, Lucas, Martha y yo estábamos en una habitación de una Clínica al lado donde descanzaba la abuela de Martha mientras se hacía una transfución de sangre. Debo reconocer que cada vez elegíamos lugares más morbosos para juntarnos como un grupo.

- Ella no se va a hacer responsable de los errores que tiene - dijo Susana. - En el e-mail que te mandó, se notó que se intentó prender de cualquier cosa para atacarte. Como intentando encontrarle lógica al que tú hayas mostrado esas fotos.

- Pero echar al demonio una amistad por una causa así, no tiene sentido - opinó Martha. - Si alguien me dice que Oliver le sacó un hígado, violó a la hermana y prendió fuego la camioneta del padre, te creo. Pero... No, no entiendo.

- Tú no te preocupes, Oliver - me dijo Lucas, apoyándome su mano en mi hombro. - Ninguno te abandonará a ti por ella.

- Eso es lo que más me preocupa - dije, sin que me resulte tierno el comentario en ningún momento. - Sé que pertenezco al grupo de los hombres por el simple hecho de ser un hombre. Antes de ella, sé que para los chicos estaré yo. Y ella junto con Jessica se encargaron de desbaratar al grupo de las mujeres, por lo que Susana y Martha no son muy apegadas emocionalmente. Y Leo y Ana son amigos míos desde antes. Yo tranquilamente puedo estar un fin de semana sin hacer planes con ninguno, pero sé que eso a ella la mataría. Y lo peor de todo es que me va a hacer responsable a mí antes que aceptar que ella es la que cometió errores.

Se produjo un pequeño silencio en la conversación, como si intentaran asimilar todo lo que acababa de decir. Finalmente Susana, que sorprendentemente esta despierta y tenía cosas qué acotar, fue la que sentenció y finalizó la charla.

- Hizo que todos estemos en su contra - me dijo Susana. - Que no se queje. Sólo está haciendo malabares para conseguir un poco de atención.

Sonreí para mis adentros. Sabía de qué se trataba.

119. Molestia Silenciosa

- Ayer fui al cumpleaños de mi sobrino - me contó Felipe, cuando nos hicimos un break en el estudio de una carrera que yo no estudiaba. - En realidad es el sobrino de Alfonzo. Pero lo amo como si fuera mi sobrino también.

Intenté simular que no me llenaba de fastidio la fascinación de Felipe por pertenecer a cualquier cosa que llevara los genes de Alfonzo.

- Fui a verlo a su casa, pero como estaba la madre de él ahí, tuve que mirar el cumpleaños desde la vereda - me contó.

Lo miré como si acabara de decir algo sorprendente, aunque a él le parecía lo más normal del mundo.

- ¿Desde la vereda? - pregunté, sin poder creerlo. - ¡¿Desde la vereda?!

- Es que no podía entrar - se defendió. - Estaban todos allí dentro. Pero Alfonzo fue muy dulce conmigo. Me trajo comida del cumpleaños en un platito para que yo coma.

- ¡¿Comida en un plato para que comas en la vereda?!

Yo no sabía si reírme o llorar por lo que acaba de escuchar, por lo que esta contradicción acerca de mi expresión me hizo tener tal ataque que parecía un perro con moquillo.

En realidad, la escena de Felipe comiendo en la vereda gracias a un platito, era muy graciosa. Como si fuera un mendigo que alguien tiene piedad de él y le da unos platos de comida para que se vaya a molestar a otro lado.

Esa tarde gris, me encontraba en la casa de Felipe, nuevamente fingiendo ante la madre que era su compañero de estudio y, como siempre, sin nada interesante que haya sucedido, salvo el pelearnos porque cada vez que yo hablaba él me interrumpía con alguna incoherencia y nunca me dejaba terminar la historia, haciendo complicado que tengamos una conversación.

En un momento de la tarde comencé a hablar con la pared, que parecía prestarme más atención. Y si tan sólo tuviera vida, juraría que es una buena oyente.

- Ahora tengo que ir a cortarme el cabello - me dijo Felipe, luego de más de tres horas de hacer absolutamente nada. - Pero diré en casa que me voy a tu casa. Aunque no iré para tu casa. Iré para otro lado.

Sonrió y ya supe qué significaba. Desvié la vista y me concentré en el monitor fingiendo interés por las fotos de un viaje que hizo el año anterior.

- No te molesta, ¿verdad? - me preguntó, quizá prestándole atención por primera vez a mi rostro.

- No te digo que sea algo que me llene de satisfacciones, pero no me molesta - mentí descaradamente.

La cuestión es que me irritaba demasiado, pero tampoco era digno de hacer un escándalo sobre el tema. Solamente me digustaba que sea mentira que fuera a mi casa, porque muchas veces al día lo quería ahí.

Fabricio y Rafael aparecieron en varios momentos de la tarde, pero su participación cada vez tenía más pena que gloria.

Ciertamente, ya no quedaban cosas a las que aferrarse.

118. La Pelea Definitiva

La respuesta no se hizo esperar mucho y fue más horrible aún.

"No sé por qué me molesto en responderte.

Antes de dárme cátedra sobre cómo soy, empecemos por casa. Tus actitudes que tuviste contra algunas personas fueron horribles. De lo peor. Y bien dice el dicho "con amigos como tú, ¿quién necesita enemigos?".

'Los insulto, invento cosas sobre ellos y después me disculpo', nunca funcionó conmigo. Yo a mis amigos los valoro, y siento pena por vos tratándome de una chica con problemas de superioridad y no sé cuántas estupideces más. Pero de ti me lo imaginaba. Total, tú eres re maduro, re centrado y para nada confundido. Hipócrita este mundo, ¿no?

Si mi vida es vacío, es problema mío. Como si la tuya fuera completa. Lo único que falta es que intentes analizar mi vida y cómo soy como amiga cuando todos sabemos que a tu mejor amigo le deseaste hasta la muerte y dijiste cosas enfermas sobre él.

Y lo de las fotos, tu actitud fue muy de poco hombre. Mostrar esas fotos en donde las personas involucradas no estaban presente y encima no tuviste el valor de contármelo. Aunque eso es tan típico de ti.

Y a ver cuándo sales de la literatura para hablar y comienzas a dar la cara. Yo, por lo pronto, voy de frente con las cosas que siento. Eso me hace diferente."

Tomándome un segundo e ignorando los consejos de un Marcelo y un Lucas que se encontraban conmigo justo en el momento de recibir ese e-mail, decidí contestar solamente:

"Si tan directa eres, ¿alguna vez le contaste a Susana que te alejaste de ella por pensar que era una puta?".

Esa fue la última vez que Guillermina y yo hablamos.

Ninguno de los dos nunca pudo perdonar al otro. Y no es que quiera pecar de egocéntrico, pero la verdad es que yo tenía toda la razón del mundo.

117. El Cordial E-Mail

Cuando regresé a mi ciudad, decidí mandarle un e-mail a Guillermina.

"Habiendo pasado ya una semana en donde, Dios me perdonará si me equivoco, habrás citado mi nombre adheriendo calificativos e intenciones subliminares bajo las perverciones que puede contener mi errada motivación de mostrar unas fotos de cuatro años de antiguedad, te escribo estas palabras con las únicas aclaratorias de establecer mi postura ante los sucesos.

Sin inmutarme ni cambiar mi forma de ver la vida, vale destacar que resulta confuso y es practicamente incomprensible que después de casi un año de amistad, uno deba seguir siendo víctima de tus inseguridades personales frecuentemente transmitidas a tus relaciones humanas.

Yo empezaría por quitarme la arrogancia de creer merecer el Premio Nobel a la Amistad, porque, sin la menor intención de ofender, no eres una experta en esa área, porque sino no estarías en tantas amistades que, bajo tu puro y exclusivo punto de vista, no funcionan ni sirven.

Si tu vida no es plena, te sientes vacía o directamente estás desbordada, en lugar de buscar conflictos donde no los hay, personalmente te recomendaría escribir una historia. Creo que tu capacidad sería más productiva haciendo arte que jugando a ser una mediática en busca de un minúto de cámara.

Lamento profundamente que hayas pensado que te destruí socialmente (?) al cumplir con la petición de tus amigos, pero mucho más lamento que una persona que reclama la Unión Grupal, sea la causante de tantas rupturas y quiebres. Convengamos que si de 10 personas, hay problemas con 9, quizá el problema no es de las 9 personas.

Sin otro motivo, te saluda atentamente.

Oliver Luk."

Me la busqué, lo sé, pero esas palabras expresaron toda la rabia que sentía ante la situación.

116. Cines y Emociones

Durante los tres días que me encontré visitando a Julieta al cuadrado, tuvimos la oportunidad de ir al cine 3 veces. A ver 3 películas distintas, por supuesto. Y por suerte Julieta 2 nos acompañó en todas.

La primera película que vimos los 3, era alguna directamente ligada al género terror/basada-en-supuestos-hechos-reales-donde-sabemos-que-los-protagonistas-terminarán-muertos. Pero si bien fue llamativa e hizo pasar un buen momento, lo entretenido de eso fue escuchar los gritos de Julieta 2 en cada momento de la película. Agradecí que no tuviera confianza conmigo porque luego vi que a su vecina practicamente la dejó sin brazo de tantas veces que se lo retorció, por el miedo.

- No soy buena mirando esta clase de películas - dijo, cuando salió totalmente espantada.

- Sí, el brazo que alguna vez tuve se dio por enterado - le respondió Julieta, totalmente enojada.

- Es que soy muy miedosa - se defendió, como si nos quedaban dudas. - Todo fue un ambiente muy opresivo. Me sentí muy mal.

Pero al día siguiente, con una película romántica, las cosas no mejoraron precisamente. Esta vez terminó llorando a raudales y no nos dejó levantarnos de la butaca hasta que sus lágrimas se secaran un poco.

- Es que la chica me hizo recordar a mí - dijo, refiriéndose a la protagonista. - Tenía mi misma edad, no tenía una relación estable, odiaba su empleo como a ella misma...

- Tenían el mismo corte de cabello espantoso - dijo Julieta, como si fueran palabras que se las lleva el viento.

- No sé, me tocó muy en el alma porque me vi reflejado en eso - continuó la vecina, frotándose tantos los ojos para ver parecía que se los iba a reventar.

- Eres consciente que eras la única del cine que estaba llorando, ¿verdad? - preguntó Julieta.

- Lo más probable es que sea la única del mundo que lloró al ver esa película - sentencié, ya que después de un día, habíamos adquirido esa clase de confianza.

El último día, antes de emprender mi regreso a la ciudad y despedirme del mejor fin de semana que pasaba en mucho tiempo, decidimos ir al cine por última vez. Esta vez, dado que el horario que elegimos por mi partida era dos minutos después del mediodía, entramos al cine casi muertos por los rayos del Sol que nos estaban quemando la piel.

Esta vez vimos una película de acción y, afortunadamente, Julieta 2 no tuvo ninguna clase de sentimientos. No salió llorando, ni enojada, ni feliz, ni con problemas de sueños. Salió tranquila.

Afuera del cine una tormenta se había largado y azotaba la ciudad de una manera sorprendente, mientras que los tres intentábamos conseguir un taxi que nos llevara a buscar mis bolsos.

- La buena noticia es que ya descubrimos qué película mostrarle a tu vecina - le dije a Julieta. - Ya sabemos a qué género es inmune a desmembrarte o pasar toda la noche depresiva haciendo que evites que se suicide.

Como Duele

115. Parecido a una Relación

Julieta 2 salió esa noche, en busca de un poco de adrenalina y ver si conseguía encontrarse con aquél famoso muchacho que tanto le había cautivado la primera vez. Sin embargo, en plena disco y entre bebidas alcohólicas, se encontró con Fernando, un joven de la facultad que hace poco terminó una relación y ya se sentía en forma para volver a empezar.

Rechazó su oferta de un par de besos y cerca de la madrugada, Julieta 2 decidió irse a dormir temprano y sola. Pero Fernando sabía su número de celular, por lo que comenzó a acosarla.

- No, estoy por dormir - le dijo ella, cuando él le ofreció ir.

- No importa - dijo él. - Será unos minutos.

Y así fue como Julieta 2 comprobó con horror que la conversación estaba siendo sostenida mientras él hablaba desde el patio de su casa. Desde el balcón lo pudo ver.

Lo hizo pasar y hablaron un poco de trivialidades. Julieta 2 sabía que nada más iba a pasar, porque para ella no estaba bien acostarse con un muchacho que apenas conocía. Mucho menos con alguien a quien acababan de destrozarle el corazón, igual que le pasó en su relación anterior. Así que para no seguir su patrón de conducta a la hora de elegir muchachos, se quedó con el corazón en la mano y comenzó a hablar sobre el amigo de su vecina que había llegado ese mismo día a la ciudad.

- Y ese amigo... ¿detrás de cuál de las dos está?

- ¿Disculpa?

- Sí - dijo Fernando, enojadísimo. - No creo en la amistad entre el hombre y la mujer. Así que si me dices que ese muchacho, encima, invitó a ustedes dos a que vayan al cine con él, es porque se quiere revolcar con alguna. Así que dime si es con tu vecina o contigo.

Julieta 2 se imaginó a Fernando cruzándose el balcón, despertando a Oliver sólo para preguntarle "tú, ¿detrás de cuál de las dos estás?", y Oliver respondiéndole algo así como "y de Julieta".

Casi sonrío por eso, y el resto de su madrugada fue una pelea como si fueran una pareja real. Julieta 2 sabía que no lo eran, pero vaya que se sintió diferente y emocionante pelear como si fueran una.

114. Malas Elecciones

Julieta consideraba que tenía una pésima elección a la hora de elegir hombres con los cuales enredarse. Desde su elección por una historia real y duradera hasta su elección por uno con quien pasar la noche.

Conoció a Alberto un día que salió a la disco con sus amigas. Unos tragos, un baile de más y ya se encontraban camino a la casa de él, cada uno en su respectivo auto.

- Espero que no te moleste en entrar en silencio - le dijo el chico, cuando los dos estuvieron en la puerta de entrada. - Tenemos que pasar por la habitación donde están durmiendo mis abuelos.

Algo incómoda pero con las ganas de pasarla bien, Julieta siguió al muchacho por el trayecto hacia su habitación, donde comenzaron a desnudarse y a intentar hacer el amor.

El problema fue... que el chico no tenía nada con lo que pasarla bien. Así que intentando no disgustarse por el tamaño del sexo del muchacho, simplemente fingió disfrutarlo y se frustró emocionalmente por un rato.

- ¿Te quedas a dormir?

- Pero mi auto está afuera - le dijo la chica. - Si alguien se despierta, podrá ver que no estás solo.

Era una excusa muy mala, pero Julieta no tenía intenciones de pasar la noche con él.

- Tienes razón - dijo el muchacho. - Aparte mis abuelos reconocerían tu auto. Después de todo, ellos se lo vendieron a tus padres.

Julieta sintió una leve puntada en el pecho.

- ¿Qué?

- Sí, pero yo no es que te conozco de ahí - continuó Alberto, quien se buscaba una sentencia a muerte. - Yo te conozco porque eres amiga de mi ex novia. Maya.

Julieta había llegado a su límite de estupidez por una noche. Agarró sus cosas, se acomodó bien la remera y con toda la dignidiad del mundo salió por la ventana, para no pasar por la habitación de los abuelos, y decidió nunca más regresar. A las dos semanas se enteró que Alberto regresó con su amiga y nuevamente eran una pareja feliz.

Ella se enteró de esto y agradeció a Julieta por ser honesta, pero por algún extraño sentido, la muchacha evitaba que Alberto y su amante de una noche volvieran a verse en una misma habitación.

Nunca preguntó por qué lo hacía, pero creía saber la respuesta. Después de todo, más allá de la mala elección que uno pueda tener, tiene derecho a protegerla hasta con los dientes.

113. El Escape del Año

Durante tres días, volví a visitar a Julieta en la casa de la ciudad donde estudia para convertirse en veterinaria.

Nuevamente, durante tres días, nos concentramos en divertirnos, reirnos, contarnos historias de nuestra vida y ahogar las penas disfrazándolas de situaciones absurdas.

La novedad de este viaje no fue porque hayamos avanzado algo en la vida al escucharnos mutuamente, sino que fue su nueva vecina, llamada con el mismo nombre. Vivía cruzando el pequeño muro que separaba los dos balcones y, una vez superado el vértigo de saltar un muro a riesgo de tropezar, caer dos pisos y reventarnos los órganos contra el suelo, llegábamos a su habitación donde nos atendía con un poco de té helado para aguantar las primeras tardes de calor del año.

Julieta 2 era una joven abogada que había terminado sus estudios hace unos meses atrás y ahora trabajaba para la Fiscalía haciendo pasantías no renumeradas.

- Definitivamente necesito conseguir un empleo mejor - me dijo, contándome cómo estaba su vida. - Quisiera comprarme un auto pronto. También quisiera un novio nuevo, porque el chico que amo tiene otra mujer, que en realidad es su ex novia y estuvieron separados un tiempo cuando él estuvo conmigo, luego me dejó por ella. Para colmo fui a la peluquería y el maldito dueño de las tijeras me hizo lo que yo denominé el Corte Más Horrible de la Historia. Creo que todo esto es mucho para una persona. Si fuera una masoquista, creo que tendría que estar cortándome la piel o algo así.

- Si fuera por eso, con las cosas que me pasan a mí, yo tendría que estar dándome de latigazos todo el día - sentenció la Julieta original.

- Chicas, creo que ven la vida muy dramática - dije, como si fuera el adecuado.

- ¿Tú me lo dices? - me preguntó Julieta, como si se hubiera indignado. - Eres el Presidente de las Almas Oscuras y ahora, no sé por qué, estás feliz y de repente todo es luz y amor en tu vida.

- Estoy feliz porque estoy aquí - dije, sonriendo. - Créeme que yo tampoco tengo motivos para sonreír cuando estoy en la ciudad.

Pero no me concentré en contarlos. Ni mi jefe, ni Felipe, ni Guillermina, ni Lucas. Ninguno de ellos tendría que tener ni unos minutos de pensamiento en aquél fin de semana fantástico.

112. El Odio Inexplicable

- Guillermina te odia - me dijo Martha, apenas me senté en su casa.

Susana estaba intentando terminar de transcribir unos escritos y participaba, como era su costumbre, muy poco en la conversación. Aún así se la notaba atenta a cada palabra que decíamos, porque siempre soltaba las risas en los lugares apropiados. Por un segundo la puse en el lugar de ser la tribuna de una sitcom.

- Yo también te odiaba por enterarme que mostraste esas fotos - dijo Martha, como si realmente me interesara. - Pero el tema es algo superado. Yo no puedo creer realmente que la muchacha esta se empeñe tanto en detestar a alguien sin motivo.

- La verdad es que es algo ilógico - comenté, aunque no quería seguir hablando del asunto. - Esas fotos que Pablo, Jessica y Ana vieron, lo único que tienen de malo es que ella tiene el cabello más corto.

- Y tiene ese vestido largo que le quedaba feo - prosiguió Martha.

- ¡Y estaba mucho más gorda! - gritó, de repente, Susana, como si se hubiera despertado.

Martha festejó su comentario, estableciendo que la rivalidad ante Guillermina seguía flotando.

- Estoy cansado de estar a prueba - dije, suspirando. - No me agrada que cada dos por tres tenga que haber esta clase de situaciones donde ella simplemente se enoja y nadie entiende por qué.

- Es que es lo que hace - dijo Martha. - Intenta convencer a otros de que ella está en lo cierto. Nos habló a Susana y a mí sólo para decirnos que tú siempre haces lo imposible por humillarnos. Y que mostraste esas fotos sin que ninguna de nosotras estuviera presente como para defenderse.

- Dios mío - dije, mirándola como si acabara de decir la ridiculez más grande del planeta. - Tampoco voy a adentrar en detalles para averiguar cómo es que para ustedes yo me la paso ingeniando planes para humillarlas públicamente.

Me levanté de esa charla tan poco productiva. Lucas me había escrito para decirme que tenía el dinero para devolverme, y me llamaba poderosamente mucho más la atención el hecho de tener dinero que el de lidiar con una persona que no sabía cómo ocupar su tiempo que no sea inventando conflictos donde no los hay.

- Me pregunto si a Jessica, a Ana y a Pablo les piensa decir algo sobre el asunto - dije, mientras me marchaba. - O tal vez para ellos, ella quiere seguir fingiendo que sus neuronas hacían sinapsis de vez en cuando.

111. El Cuadro

El día antes de irme a visitar a Julieta, después de un año de no hacerlo, Felipe me da la extraña aunque para nada desagradable invitación de ir a visitarlo a su casa. Oficialmente, era la segunda vez que podía acceder a visitarlo por mi cuenta y aquello ya era un gran avance para lo que me esperaba.

Cuando llegué, se encontraba despediéndose de alguien por la ventana del chat de una forma romántica y seductora. Tal como lo suele hacer conmigo. Y entonces ahí lo comprendí, yo no era el primero. Y aquél que tampoco era el primero, jamás fue el único.

Era su forma de aumentar su ego y creerse superior. Lo peor de todo es que tenía como conseguir personas que consiguieran hacérselo crecer.

El resto de la tarde, no fue algo que podríamos catalogar de productivo. Estábamos en una nada interesante conversación acerca sobre como yo catalogaba a Chicago como una película excelente, y acerca de cómo a él le había fascinado Legalmente Rubia.

De más está decir que tampoco nos adentramos en una conversación sobre cómo nuestro país está políticamente mal encaminado.

Cuando finalmente yo decido ir a la casa de Martha, que había tenido la cortesía de volver a hablarme después de una semana de enojarse junto con Guillermina por mostrar las fotos, Felipe me pidió que lo dejara cerca de la casa de Alfonzo. Si es que no me molestaba, claro.

- No hay ningún problema - mentí.

Así que nos estábamos despidiendo cuando finalmente logro ver uno de los cuadros de Rafael había hecho y que colgaba en la parte superior de su cama. Era una pintura de París, con un cielo violeta y unas luces de ciudad a la distancia. Maravilloso.

Quise robármelo, pero también fue imposible porque a Felipe le pareció que Rafael notaría que su cuadro no estaba más en su lugar.

- Quedarías muy bien conmigo si me regalas el cuadro que pintaste para mi cumpleaños - dije a Rafael, ingresando en la habitación donde estaba con Fabricio. - Mi cumpleaños... que es la semana que viene.

- Yo le estoy pidiendo ese cuadro desde hace diez años y nunca me lo dio - dijo Fabricio, que visiblemente me odiaba. - No te lo dará a ti.

- Rafael, imagínate lo lindo que se vería ese cuadro en mi habitación...

- En la mía también se ve lindo - dijo Rafael, como indirecta a Fabricio y a mí.


- Pero mi habitación tiene las paredes vacía - proseguí, intentando dar lástima. - Es blanco y hace mucho frío. De acuerdo, las paredes de mi cuarto están llenas de porquerías, pero tiraría hasta mis muebles por ese cuadro.

Rafael dijo que lo iba a meditar, pero sabía que lo dijo para librarse de mí. Le pedí a Felipe que lo consiguera, pero no tendría sentido. Después de todo, la excusa del cuadro era para divertirme yo en una tarde donde todo podía pasar... y terminó pasando absolutamente nada.

Quiero Ser

sábado, 1 de noviembre de 2008

110. Los Eventos

Pablo estaba completamente alterado por la rutina que había adquirido. Tenía tanta dinámica entre su trabajo de medio tiempo, su facultad y su novia que apenas tenía tiempo para sus amigos o para sus clases de karate.

Y precisamente, en ninguno de los cinco puntos le iba bien. O por lo menos, los eventos que desató el hecho de querer hacer los cinco en un mismo día, provocó una crisis nerviosa en su persona.

Todo comenzó en una noche, cuando con sus amigos de barrio se decidió a tomar un poco de alcohol disfrazado de cerveza. La cuestión es que lo que compraron era de tan mala calidad que apenas le tomó unas copas para que le doliera la cabeza al día siguiente.

Esto causó que cuando tuvo que ir a clases y exponer una lección de anatomía, ni siquiera se sienta capaz de explicar lo que era la menstruación. Así que esa noche con sus amigos, directamente lo estaba humillando ante todos sus compañeros que no pudieron evitar reírse ante la falta de dinámica a la hora de hablar.

Por la tarde, para intentar aliviar un dolor de cabeza que todavía no se marchaba y poder olvidar un poco la angustia de no poder explicar en qué consiste el periodo femenino, decidió ir a karate, pero allí le esperaba una rival más poderosa.

Guillermina.

- Estoy enojadísima - le dijo, al verlo llegar. - No puedo creer que faltaron a mi pedido de ver fotos que no tenían que haber visto. Estaba claro que no me iba a gustar y por eso lo hicieron.

- Sí, porque ese es el sentido de nuestra vida - le respondió, totalmente irónico. - Humillarte socialmente.

- ¡Está claro que ese es! - gritó. - Se burlaron de mí. ¡Todos ustedes!

Pablo tenía ganas de enfrentarla en karate sólo para romperle la cara con la excusa de poder pegarle a una mujer.

Pero aún así, se tuvo que quedar con las ganas. Y entre pleno conjunto de cosas, después de su trabajo vespertino donde tuvo que lidiar con un cliente que no quería pagarle una cobranza, optó por dedicarles las últimas horas de su interminable día a su novia Paola.

Por supuesto, las cosas con ellas tampoco iban a estar bien.

- ¡No puedo creerlo! ¡Lo que me enteré es indignante! - le gritó la muchacha, envuelta en lágrimas. - Espero, por tu bien, que no sea cierto que te estés revolcando con Susana.

Pablo suspiró y se agarró la cabeza. Aquello eran más ridiculeces que con las que podría lidiar en un día.

Jamás debió tomar cerveza.

109. Los Eventos

Los días siguienten pasaron una cadena de hechos que creo haber conseguido sobrevivir gracias a lo bien que había pasado en la casa de Felipe, más allá de la incómoda mirada de Fabricio y de los gritos cuando vi las fotos de Alfonzo.

Para empezar, Guillermina y Martha me comenzaron a mandar mensajes donde me amenazaban de muerte porque Pablo y Ana vieron fotos de ellas en donde no les gustaba cómo habían salido. A los cuales, les di la misma importancia que le doy a los intentos de Jessica por llenarme la cabeza contra Susana: ninguna.

Luego de eso, Lucas me pidió $1000 para poder comprarse su computadora, ya que ahora que decidió volver al trabajo pero como todavía no le pagaban, el amigo que le iba a vender dicho producto lo estaba apresurando ya que había recibido otra oferta que iba a aceptar. Finalmente accedí a dárselos porque estaba tan nervioso a la hora de pedírmelo, que por un segundo pensé que me iba a pedir prestado algún DVD mío. Por suerte, sólo era dinero.

Mientras tanto, en el trabajo las cosas se habían complicado de una manera extraordinaria porque pasé mal un dato al Gerente de la Empresa y caí en la cuenta que lo había hecho tres horas más tarde de haber salido.

Por suerte, al día siguiente mi jefe me dio las pautas sobre cómo solucionarlo y nadie se tuvo que enterar de ese error. Y ni siquiera tuve que comerme un reproche o un desplante acerca de que prestara más atención o alguna de esas cosas que los padres siempre le dicen a sus hijos.

- Tuviste una semana bastante activa - me dijo Ana, una vez que terminé mi catastrófico relato. - Yo lo único que hice fue quedarme embarazada.

- ¡Felicidades!

- ¡A ti también! - dijo, la muy graciosa.

108. Por Primera Vez

Aquella era mi primera visita sin Ana a la casa de Felipe, después de una semana de fingir ser sus compañeros de estudio. Como era obvio y casi inevitable, su hermano Rafael se encontraba con su novio Fabricio en otro extremo de la casa, mientras que Felipe y yo nos acomodamos a fingir estudiar en el patio de la casa.

- No me llevo muy bien con Fabricio - me confesó. - No lo sé. Siento que no lo quiere a mi hermano.

- ¿Por qué lo dices?

- Es un presentimiento - resopló.

Mientras fingíamos estudiar y concentrarnos en detalles que poco importaban en nuestra vida, por momentos me dedicaba a acariciar al perro que jugaba por mis piernas. Entonces Fabricio y Rafael vinieron hacia nosotros y no saludaron.

- ¿Cómo está Ana? - preguntó Rafael.

- Estudiando para su carrera real - dije, ironizando la situación.

Entonces Fabricio se nos acercó e hizo algo por lo que me sentí bastante incómodo. Me miró, extendió mi mano, saludó, miró a Felipe, sonrió complicemente, saludó y se fue. Felipe lo miró, saludó y agachó la mirada. Yo miré a Fabricio, miré a Felipe y luego miré al perro que era lo único en lo que quería concentrarme para no salir corriendo de allí.

Mis intenciones en esa casa ya se habían adivinado, aunque no había que ser muy inteligente para hacerlo, pero de todos modos no me agradaba la idea de que fuera a ser tomado como un objeto de burla. Justamente entos tres personajes, que ni juntándolos intelectualmente conseguíamos sacar medio cerebro.

Y terminando ese día lleno de nada, lo único emocionante fue sacar su celular para ver que en el fondo había una foto de él con Alfonzo.

- ¡No quiero que veas eso! - me gritó.

Felipe se levantó rápidamente y corrió hacia mí para intentar sacarme el celular, por lo que se colgó de mis hombros y practicamente me abrazó, mientras que no permetía que sus manos llegaran hacia su móvil. Me estaba extrangulando, pero era una imagen muy tierna.

Luego de eso, fingió enojarse y me maltrató por una media hora.

- ¿Quieres que me vaya? - pregunté.

- ¿Te quieres ir?

- No, no me quiero ir, pero en pos de cómo me estás tratando, supongo que no quieres que esté y dado que es tu caso, tienes derecho a permanecer más que yo - deduje.

- Eres tan fácil de manejar - insultó. - Ante la menor cosa logran ponerte incómodo. Esperaba más de ti.

- Buen truco para dominarme mentalmente - reconocí, al ver que me quedé sin opciones.

Me quedé. Pero observé que estaba ante una persona a la que había subestimado. No era tan tonto como parecía.

107. E-Mail a Felipe

E-Mail Enviado a Felipe, a los dos días de no hablarnos:

"Esta la historia.

Hace dos años atrás, en la época en el fotolog era algo innovador y nadie sabía qué era, yo tenía uno... gracias a eso de firmas y demás, conocí a Marcos... un chico de los estados del sur pero que estudiaba en el CF, y con el que empezamos a hablar de la vida casi todos los días.

Se volvió una necesidad esa charla. Era gracioso porque el hecho de que no conociera a nadie de los que me rodeaban, me permitía contarle cosas de todo el mundo (total sabía que no se lo iba a contar a nadie).

Hubo un cierto día en donde yo me encontraba chateando a la par con Candela, una amiga de mi secundario, y me pidió que le pasara la dirección de algún chico... le pasé la de él, porque de última sabía que no iba a pasar nada grave... entonces Marcos hace una pregunta incoherente: "y qué le digo a tu amiga? tengo que simular ser hetero?".

Tengo que reconocer que jamás me lo hubiera imaginado, pero a partir de ese momento nuestras charlas de chat se hicieron más profundas y más interesantes cada vez... empezaron a haber noches en donde nos quedábamos hablando durante horas y horas.

¿El problema? Yo jamás le reconocí que yo lo era... no sé por qué, pero simplemente oculté esa información y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde... no había forma de arreglarla y cada vez iba dejándolo pasar más y más... de todos modos, nuestras charlas seguían siendo sinceras.

Marcos salía con Cris, otro chico que también era bastante agradable y que también me agregó gracias al fotolog, y aunque yo sabía que cada uno salía con alguien, jamás me imaginé que ambos eran pareja... De todos modos mi vinculo con Cris no era tan frecuente como el que tenía con Marcos, pero las pocas veces que hablábamos, nos pasábamos horas y horas insultándonos porque así nos llevabamos y era super divertido.

Cuando a finales del año pasado las cosas comenzaron a salirme mal y mi vida amorosa se vio visiblemente afectada por el caos en el que me habia convertido... Decido contarle a Marcos la verdad sobre mí y decirle que estaba sufriendo... por otro chico.

Bueno, a partir de acá las cosas se pusieron oscuras... porque después de contarle esto... fue la última vez que hablamos.

Celos de pareja, furia por haberle ocultado esta información, no sé, miles de hipótesis que pudieron ocasionar que termine eliminándome de sus contactos y de su vida... al principio le mandé mensajes preguntándole si seguía viviendo o si al menos se encontraba bien, pero tampoco respondió nunca... luego intenté por medio de e-mails que jamás tuvieron devolución y hasta intentos de hablarle por la ventana del chat, pero nada dio un resultado positivo.

Y, sinceramente, extraño hablar con él... ¿puedes creerlo?... ha pasado practicamente un año desde la última vez que lo hicimos, pero aún así todavía siento que me falta alguien que se fue sin siquiera despedirse y sin ningún motivo justificado.

Así que hoy quiero volver a hablarte... no porque no soy bueno manteniendo distancia... no porque no pueda encontrar la felicidad sin ti... no porque me retracte de todo lo que pensaba el domingo... ahora quiero volver a hablarte por lo menos a traves de una ventana del chat, porque honestamente creo que mi mundo sería un lugar más bonito si supiera que estás en él... siempre y cuando tú sigas con ganas de pertenecer a mi mundo."

Felipe terminó de leer lo escrito y me habló por la ventana del MSN. Sabía que tenía que decir algo al respecto, pero jamás imaginé lo que me diría a continuación.

FELIPE: ¿Quieres venir a mi casa hoy?

106. Otro Escape

- Me siento vacío - dije, sentándome a la derecha del sofá, mirando a Lucas con esa cara de tristeza que pongo cada vez que me acuerdo del tema.

- Pero creo que fue lo mejor - me dijo Lucas. - No te estaba haciendo bien la situación de sentirte frustrado por no poder conseguirlo.

- Lo sé. Así que a partir de ahora, no más magia. No más romance. No más amor. Y me convertiré en un renegado solitario que se encargará de espantar a cualquier posibilidad de ser feliz de ahora en más.

Lucas no sonrió por mi broma. Creo que intuía que lo decía en serio.

- Has lo que creas mejor para ti.

- Nunca sé lo que es mejor para mí, Lucas - retruqué. - Si lo supiera, no estaríamos teniendo esta conversación por vez... número... ¿500?

Suspiré y me perdí en mis pensamientos por un instante. Habían pasado ya tres días en los cuales tuve que dormir toda la tarde porque sabía que a la noche no chateaba con él. Eran patéticos los niveles a los que me sometía con tal de no hablarle.

- ¿Cuándo crees que volverás a hablar con él?

- Cuando deje de creer que por hablarle me sentiré mejor - respondí. - Es que... No me acuerdo cómo era mi vida antes de él. Sólo recuerdo que al volver a casa, me pasaba toda la siesta hablando de trivialidades y hasta me parecían interesantes. Una persona que detesta esas cosas, se había amoldado a su forma de ser. Y eso que sólo nos hablamos cerca de un mes, imagínate.

- Tal vez tu vida anterior no sea algo que quieres recordar - dijo con una sonrisa, como si hubiera dicho la cosa más brillante del mundo.

- ¿Hay algo de mi vida que merezca la pena recordar? - pregunté, irónico.

- Vamos, Oliver, no te vas a quedar tirado en un sillón porque no puedes hablar con un muchacho - reprochó. - La vida es bella.

- ¿Tú me estás diciendo eso? - pregunté. - Tú. Por Dios, eres increíble.

- Lo siento, hoy tuve un buen día - contestó. - Volví a mi trabajo. Mi jefa me dijo que soy necesario para el funcionamiento de la empresa y que tenía que regresar.

- Me parece bien - dije. - Fue una idiotez de tu parte renunciar a ese empleo. Pero no soy digno de dar cátedra ahora. Yo también renuncio fácil cuando las cosas no salen bien.

- ¿Y ahora qué harás?

- Lo que siempre hago cuando las cosas se complican - dije, mirando hacia la nada. - Me iré unos días a la casa de Julieta.