171. La Adicción de Tobías

domingo, 8 de febrero de 2009

Aquella debía ser la primera noche que el calor acompañaba a la juventud y su salida en un fin de semana.

Salimos de la casa de Lucas y decidí seguir el camino junto con Pablo en mi auto, mientras que Lucas transportaba a su medio hermano Agustín, además de otros amigos con quienes yo no conocía pero el alcohol los estaba volviendo simpáticos.

Mientras con Pablo nos sentamos a esperar a que alguien se dignara en aparecer, en la esquina de uno de los bares más populares de la ciudad, Pablo y yo tuvimos una pequeña conversación que transvino en Felipe.

- Estoy muy fuerte lo que le hiciste - me dijo, una vez que terminamos de hablar. - Usaste a una persona que odiaba para que vaya a hablar por ti. Que encima te la presentó él.

- Lo sé, fue un golpe bajo - reconocí. - Pero es lo mínimo que se merece después de todo lo que pasó. Si logré molestarlo, cumplí mi objetivo porque era lo que yo quería.

Un instante después vimos pasar como una ráfaga de pérdidas a Emilio, quien nos buscaba por el lugar con aires de no saber qué estaba haciendo allí.

- Apenas pude escaparme del Casino - dijo, cuando nos vio. - Desde que lo inauguraron de nuevo, mi hermano está como un lunático todos los días. Hasta me da miedo que vuelva a caer en el viejo vicio, ¿se acuerdan?

Pablo me lanzó una mirada como si yo hubiera estado enterado oficialmente que antes Tobías tenía un problema con el juego. Más específicamente cuando Emilce lo dejó y se fue a estudiar medicina. Costó demasiado que dejara las malas noches de mujeres que acompañan por dinero y excesos como todo tipo de drogas que lo perdieron.

Todo por una muchacha que le rompió el corazón y, como no era raro en Tobías, no supo pedir ayuda en las personas que lo rodeaban.

Tobías apareció perdido entre la gente y nos encontró cuando Emilio levantó la mano para llamar su atención. Traía una camisa que plasmaba un planifiero, lo cual le devinieron varias burlas cuando todos lo vieron.

- Yo diré un país y tú le pegas una patada al que te menciono - le dije a Lucas, en un momento de la noche cuando todos llegaron. - Lo cual es una idea bastante estúpida porque para empezar tendrías que saber algo de geografía.

- Pero puedo pegarle en cualquier lado igual - se quejó Lucas.

Varios desconocidos empezaron a circular en favor de este evento y de esa noche, por lo que todos celebramos la noche acompañados de cerveza fresca y chistes de ocasión sin sentido.

Lo raro de todo es que Sebastián, dicho sea de paso el ídolo de Lucas, no mostró señales de vida en ningún momento de la noche. Imaginé que eso era un motivo para que se fruste, pero tampoco me preocupé demasiado, ¿qué le hace una mancha más al tigre?