174. El Despertar Amargo

domingo, 8 de febrero de 2009

Esa mañana me desperté por el ruido de una tormenta que estaba cayendo sobre la ciudad. Algo enfadado, me apresuré a desenchufar todos los equipos eléctricos de mi habitación y a rogar para mis adentros que no entren goteras desde el techo. Luego, maldiciendo al clima, me volví a dormir un rato más.

Me despertaron a la hora y media, cuando la mujer que limpia mi habitación fue a pedirme que me traslade a alguna otra cama para que pueda limpiar allí, así que fui a la habitación de mis padres y me quedé allí.

Entonces, cerca del mediodía, fue cuando la pregunta del año me llegó a mis oídos. Era de mi hermano mayor, ahí de pie, mirándome dormir. Se lo notaba temeroso, como si tuviera miedo de despertarme, lo cual en ese momento fue gracioso porque en un momento pensé que tal vez soy demasiado desagradable cuando intentan despertarme y ya a los que le tocaba el sacrificio, me tenían miedo.

Pero no, ese no era el rostro. Mi hermano agachó la cabeza y se sentó a un lado de la cama.

- ¿Te enteraste? - preguntó.

Lo miré intentando entender a qué se refería. No sé si pensaba que yo poseo ese arte de comunicarme con las personas cuando estoy dormido o de qué diablos me tenía que haber enterado por medio de la telepatía, pero no entendía nada de la situación.

- La hermana de Ramiro - dijo, refiriéndose a mi compañero de oficina. - Falleció.

- ¿Qué? - pregunté.

Todo me estaba dando vueltas en ese momento y no era precisamente por culpa de mi resaca.

- Fue un accidente - continuó su relato, pese a la gravedad de la historia, se lo veía tranquilo. - Llamó tu jefe a casa para avisarte y como no había nadie en casa dejó un mensaje en la contestadora. Si fijas tu celular, seguramente tendrás llamada perdida de parte de él.

Me levanté y fui hacia mi habitación donde efectivamente encontré llamadas de mi jefe y mensajes varios de mis compañeros, como de Tadeo y de Graciela, que también me comunicaban lo mismo en un horario donde yo no pensaba atenderlos.

Diablos. Aquello no podía ser tan real.