3. Hablemos de Juan (2º Parte)

lunes, 30 de junio de 2008

La primera semana de trabajo fue horrible. Acostumbrarme a despertarme a las 5 de la mañana, para luego estar despierto hasta cerca de la medianoche no era algo que estaba disfrutando como se debería.

Lo que más me dolía era el factor Lucas. Me había acostumbrado tanto a verlo todas las noches. A ver series. A hablar. A verlo jugar en la PC (llegué a un punto en donde hasta extrañaba eso). Pero me dolía mucho más no ver su auto en mi vereda, indicando que esa noche estaba disponible para él. Solamente para él.

Sin contar que la facultad me estaba atrasando demasiado. No llegaba con las materias y la fecha de los exámenes estaban encima. No sabía de dónde iba a sacar tantas fuerzas para estudiar todo lo que tenía. Sobretodo, cómo hacerlo sin cansarme mentalmente.

Me sentía frustrado y al volver a mi casa por la noche y encontrar que no tenía fuerzas para soportar despierto, mientras esperaba en vano que Lucas llegara a mi casa, me destrozaba en pedazos.

- Es algo que a mí también me sucedió - me comentó Juan, mientras hablábamos. - Cuando comencé a trabajar (en el trabajo actual que estoy ahora), me sentí totalmente prisionero. Me tenía que despedir de todos mis amigos, de mi vida social, y para lo único que vivía era para trabajar y luego irme a dormir. Odiaba ese cambio y, como sé que tú odias los cambios más que nada en el mundo, imagino cómo te estará afectando esto.

- Justo en el momento en que las cosas estaban muy bien - medité. - Había conseguido una especie de equilibrio. Y está bien, esa clase de cosas a mí no me duran mucho tiempo, aunque hubiera querido que dure un poco más.

- Te acostumbrás, aunque no lo creas - me revela. - Sé que es algo que todo el mundo te dice, pero es cierto. Vas a tener esos momentos en donde vas a llorar practicamente por no ir, pero luego vas a lograrlo. Yo por otro lado, pienso renunciar a mi trabajo. Porque al estar ahí, me doy cuenta que no es lo mismo. Yo soy artista.

- ¿Y qué ocupación haces en tu trabajo actual?

- Soy parrillero - contestó. - Trabajo en un restaurante.

Y pese a que esa alegría por esa charla me duró un par de días, me sentí mejor al ver que mi desborde no era algo que solamente yo podía conseguirlo. Era algo que le pasaba a más de uno, así que por suerte no me sentí tan ajeno a la sociedad.