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domingo, 8 de febrero de 2009

Epílogo

Por la luz de la ventana entraba una tenue claridad que alcanzaba lo suficiente como para que se pudiera divisar el interior de aquella habitación.

Allí adentro había ocurrido algo malo. Algo prohibido. Algo que no tendría que haber pasado.

Se pudo evitar, pero ninguno tuvo esa intención. Ahora ya estaba hecho y era demasiado tarde como para intentar siquiera arrepentirse. Había que asumir las culpas y seguir adelante.

Mi ropa aún estaba tendida en el piso y mi cuerpo desnudo yacía en mi cama como si hubiera hecho el deporte más cansador de la historia.

Fue increíble. Tan divino que la culpa era inmensa.

Al borde de la cama, el cuerpo de alguien también se encontraba desnudo, pero estaba sentado. Con la vista clavada en el piso, como si quisiera asimilar lo que acababa de suceder.

No hubo alcohol de por medio ni nada que pudiera excusar semejante acto. Sólo una siesta calurosa donde festejamos al calor sacándonos la ropa y haciendo el amor de una forma pasional y excitante.

No hubo reparos, sólo desesperación por poseernos. Desesperación que estaba oculta y que se dejó fluir.

No sabía si hablar o no. No quería estropear todo. Me quedé en silencio y sólo observaba la espalda que acaricié con locura hace unos instantes atrás. Su ropa también estaba desparramada en mi suelo como si fueran pétalos de flores esparcidas.

Prendí un cigarrillo intentando no hacer movimientos y me quedé en la punta observándolo. No dije nada, sólo me senté y me quedé en silencio.

Tal vez esperaba que hablara, tal vez quería que no lo hiciera. No lo sé. No iba a correr el riesgo.

Pese a todo, me caía bien y no quería considerarlo solamente un muchacho más con los que estuve, porque a riesgo de lo bien que la pasamos, podría echar a perder una buena amistad. Y entonces nuestra convivencia diaria se podría volver insoportable. Insostenible.

Era un tema para tratar con sumo cuidado y delicadeza. Muchas cosas entraban en riesgo por este desliz.

- Me siento raro - finalmente dijo.

Se volvió hacia mí y se recostó sobre la cama, estirando su mano para que le convidara de mi cigarrillo. Se lo di y fumó.

- ¿Raro como qué?

- Es que pensé que me iba a sentir distinto - se explayó. - No sé, que no me iba a gustar. Y la verdad es que me encantó.

Mi corazón se aceleró a un nivel extraordinario. No me imaginé una reacción así.

- ¿De verdad?

- Sí, sé que está mal y que es una locura, pero me gustó mucho - continuó. - ¿Crees que lo podamos volver a repetir algún día?

- Siempre y cuando esto no sea un problema para nosotros, por supuesto - aseguré. - Sabes que odiaría que esto se convierta un conflicto entre nosotros. Es mejor si ni siquiera llega a existir un "nosotros".

- Exacto - dijo él y sonrió. - Lo importante es que sigamos como siempre, nada más que esto será un deporte extra, como ir a sacar fotocopias.

Sonreí por la mala metáfora, pero entendía a qué se refería. Se acercó hacia mí y me dio un tierno beso en los labios.

- ¿Lo volvemos a hacer? - preguntó.

Tobías tenía esa manía de ser tierno y dulce, y a la vez incitaba a la maldad.

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LA HISTORIA CONTINÚA

190. El Sueño de Felipe

Faltaban dos días para el Gran Evento en el que Ana pariticiparía y Lucas había cancelado su asistencia por ir a otra fiesta de un amigo más. El problema se presentó que Felipe estaba queriendo apoderarse de esa entrada que ahora Ana tenía libre y ella estaba negándose a dársela.

FELIPE: ¿Tú me mandaste un mensaje anoche?

YO: No, ¿por qué? Yo no te mando mensajes desde ese tema del velorio.

FELIPE: Ah, cierto. Entonces tengo que contarte lo que soñé pero prométeme que no me vas a golpear.

YO: ¿Por qué debería de golpearte?

FELIPE: Soñé que me mandaste un mensaje. No recuerdo qué decía, pero entre muchas cosas al final pusiste "sabes que te amo".

Me quedé unos momento sorprendido ante aquello y todo mi cuerpo sintió los latidos de mi corazón moverse.

YO: ¿Viste lo tierno que soy en tus sueños?

Lo cual no era lo mismo que decirle "sólo en tus sueños seré así de tierno", entiéndase.

FELIPE: Estuve intentando que Ana me consiguiera una entrada para el Evento, pero todavía no pudo. Supongo que tú no has influido en esto.

YO: Te diré la verdad, no es que le haya llorado para que te la consiguiera pero tampoco se lo impedí. Yo no manejo eso.

De repente, se desconectó, por lo cual me di cuenta que le estaba hablando a la nada. En eso, me llegó un mensaje.

"Se desconectó. Espérame que ya vuelvo."

Volvió a conectarse y me despedí, cuando él anunció que de todos modos consiguió ir por otros medios.

FELIPE: Te veré entonces en el Evento. Un beso.

Fue la conversación más cerca de la ternura que había tenido con Felipe en mucho tiempo. Seguramente algo me iba a pedir.

189. El Fetiche

Javier, quizá por el cansancio que sentía de estar más de dos días despierto, no lograba saber a ciencias ciertas si su compañero de estudios tenía alguna especie de fetiche raro a la hora de realizar el sexo, porque en plena fiesta se había conseguido a una muchacha con demasiados kilos de más y la estaba seduciendo para llevarla a la cama, que dicho sea de paso sería la de su departamento. Pero se lo permitió y no le dijo nada, ya que la suerte le había acompañado como siempre y esta vez la amiga de la muchacha excedida de peso, era una morena delgada con buenas delanteras.

Javier sentía que Dios le había dado una caricia.

Mientras su amigo y su fetiche se metían en una habitación de aquél departamento, él se quedó con aquella morena en el sofá donde también estaba su cama.

Se dijeron un par de palabras amables y precalentaron el ambiente, cuando entonces Javier optó por la opción de hacerse el cariñoso y recostarse sobre las piernas de la muchacha.

Sin darse cuenta... se quedó dormido.

- ¡Oye! - le gritó la morena, despertándolo.

Con las pocas fuerzas que pudo la abrazó y comenzó a besarla, haciendo que sus manos cobraran fuerza con cada centímetro de su cuerpo que recorría. Pero entonces, la puerta de la habitación donde se encontraban los otros dos se abrió.

- ¡Vámonos! - gritó la muchacha gorda. - ¡Vámonos de aquí!

Javier y la morena se incorporaron asombrados. El compañero de estudio salió apresurado y semi desnudo de la habitación siguiéndola, pero fue en vano. La morena puso un gesto de pena a Javier y se fue detrás de su amiga, siendo que aquella fuera la noche de mayor frustración sexual para Javier.

Nunca le preguntó a su compañero qué le había pedido a aquella mujer que hiciera en el sexo o cómo es que la consiguió ofender tanto, pero se prometió averiguarlo para cuando regresara nuevamente a aquella ciudad donde estudiaba.

Por el momento, estaba pisando su ciudad natal en compañía de su amigo Iván.

Ambos regresaban finalmente por todas las vacaciones de verano.

188. La Siguiente Semana

Ramiro se convirtió en una especie de Super Estrella para todo el mundo en la Empresa, gracias al morbo que le provocaba a los espectadores que hablara sobre la muerte de su hermana. Parecía que todos tenían algo que decir, todos tenían algo que aconsejar y de repente Ramiro era detenido a cada dos pasos que hacía para que alguien le hablara sobre el dolor hasta la vida después de la muerte.

- ¿Estás harto de que todos te hablen del tema, no? - pregunté.

- Absolutamente - respondió.

Así que jamás le mencioné el tema y lo traté como siempre, hablándole de estupideces e insultándonos mutuamente. Era lo único que podía ofrecer.

Mientras tanto, mi fin de semana que continuó de allí fue tan intrascendente como la semana entera. Para el sábado, quisimos volver a probar suerte en el juego de las mímicas pero no había ganas de los jugadores, por lo que para sumar males, se les dio por hablar.

Ana, Martha, Susana, Leo y yo estábamos en medio de una conversación acerca de qué cambiaríamos de nuestro pasado. No respondí la pregunta por miedo a que la lista se me hiciera interminable. Sin embargo, Leo tenía algunas cosas que decir.

- Hubiera cambiado el momento en que decidí quedarme a vivir aquí - respondió. - Pude haberme ido con mi madre, pero no teníamos para comer, así que me quedé con el padre de mis hermanos porque estaba mejor posicionado económicamente.

El comentario causó una mueca de dolor entre los presentes, menos en Susana que se encontraba en su mundo paralelo.

- No sé en donde me hubiera encontrado ahora - respondió. - No sé si hubiera estado mejor o peor. No sé si me iba a resultar doloroso o iba a encontrarme mejor, pero al menos tendría a mi madre más tiempo conmigo que una vez cada dos años.

Nueva mueca de dolor. Nuevamente, exceptuando a Susana.

- Estoy por dejar de trabajar - siguió comentando. - Estoy por pedir una beca en la universidad y si me la ofrecen, dejaré de trabajar para poder terminar la carrera que dos de los presentes aquí abandonaron.

Por supuesto que se refería a Ana y a mí. Ana, porque se mudaría, dejó de estudiar este último mes mientras que la vida académica pasó a un segundo plano desde que inicié mi desgastante trabajo. Ninguno de los dos motivos era excusa, pero es cierto que dejamos a Leo solo cuando fue con él que nos iniciamos en esa aventura.

Así, poco a poco, y saliendo del drama de Felipe y adquiriendo una cierta frialdad, me noté más extraño y distinto que antes. Por algún motivo, me convertí en una especie de monstruo insensible que para lo único que servía era para lanzar sarcasmos hacia los que tenía cerca.

No me agradaba mi Nuevo Yo, así que tenía que empezar a programarme cosas para hacer al respecto.

187. Morgan y Ana

Morgan era una muchacha que, de vez en cuando se tomaba unas vacaciones de seis meses a la casa de su padrino, en Estados Unidos.

Era hija de un Pastor, y con tan sólo 18 años organizó todos los trámites para abrir su primera guardería.

Era una emprendedora imparable y totalmente entusiasta.

Por unas cosas del destino, conoció a un famoso cantante de una banda cristiana y, cuando el muchacho entró en procesos de divorcio porque su mujer vivía con otro hombre cuando él se iba por giras por América Latina, surgió el amor entre ellos.

Así que antes de marcharse a Estados Unidos, ella iba unos días antes a la ciudad principal para tomar el avión y se quedaba en su casa, a escondidas de los padres que pondrían el grito en el cielo en caso de que llegaran a enterarse.

- Así es que decido mudarme el año que viene a la ciudad donde vive él y, también claro, estudiar Comunicaciones - confesó la chica. - La decisión ya está tomada. Claro que mi carerra es en realidad el lev motive que me hace marcharme. Él solamente es un condimento para el pastel.

Nos encontrábamos en la tarde más calurosa del año, con Karen, quien se había recibido de Maestra Jardinera, cuando la casualidad del destino ha ocasionado que Morgan logre decir el dato en donde se refería a que iría a la misma ciudad donde Ana se mudaría el próximo año y estudiarían la misma carrera.

- Conozco a una chica que se muda a la misma ciudad que tú y que estudiará en la misma universidad - le dije a Ana, llamándola por teléfono. - Pensé que sería muy interesante que se pudieran conocer, así al menos tienes un rostro de tu edad cuando te mudes.

Ana aceptó encantada la idea y fui a buscarla.

Técnicamente, de todos modos nos íbamos a reunir esa tarde porque habíamos quedado con Fabricio y Rafael en tomar algo, pero como nunca confirmaron su presencia, tampoco me preocupé demasiado.

Resultó que Ana y Morgan pegaron una química apasionante y pronto serían las futuras mejores amigas, mientras que yo por el momento me concentraba en el día siguiente, donde sería el regreso de Ramiro.

- Tengo miedo de echarlo a perder - comenté. - Tengo esa habilidad de meter la pata.

- Entonces cócete la boca con un cordón - me aconsejó Ana. - O abróchatela. Por cierto, Morgan me cae bien. Lo cual es raro para ser alguno de tus amigos, que tienen esa costumbre de causar malas impresiones.

- Morgan es un amor - le comenté. - Pero ella es la primera persona a la que te presento por lo que me hace temer más por ti que por la otra persona. Te enloquecerá.

186. Juego de Mímicas

A la noche siguiente, y teniendo en cuenta que el lunes no trabajaba, una reunión poco esperada y más bien extraña tuvo lugar en la casa de Susana. Había surgido como algo impensado y terminó siendo una de las mejores noches que cualquiera de los presentes pudiera recordar.

Leo y Ana llegaron conmigo a ese lugar, donde ya Martha, Emilio y Susana nos estaban esperando, y entre un poco de cervezas, intentamos mantener una charla que no funcionó. Emilio reconoció estar demasiado cansado como para poder estar despierto y hablar al mismo tiempo, por lo que mejor solamente hacía la primera acción.

Mientras, Martha estaba contando una muy impactante historia acerca de cómo sus padres le hicieron pasar vergüenza a ella y a su hermano menor, cuando estaban cenando en un restaurante y se pusieron borrachos, momento en que le cedieron la conducción del vehículo al menor de la familia sólo para que puedan ir atrás los padres, con las ventanillas abajo, gritando por todas las calles.

Y sin saber de qué hablar, se propuso un juego de Mímicas y adivinar de qué película se trataba. Hombres contra mujeres.

Por supuesto que éramos un equipo injusto ya que la competencia fue de dos contra dos y medio. Como Emilio no aportó absolutamente nada en toda la noche y Susana no adivinó ninguna tampoco, Leo, Ana, Martha y yo nos encargamos de ser el alma del juego.

Finalmente terminaron ganando 7 las mujeres contra 6, que logramos cocechar Leo y yo.

- Fue una noche divertidísima - dijo Emilio, al final. - Tenemos que seguir jugando algún día.

Casi lo mato.

Pero la cereza de postre fue cuando Martha se me acercó casi con sutileza, y delante de todos, me gritó:

- Guillermina piensa que la estás poniendo a todos en su contra - dijo la chica. - Lo de los e-mail, por ejemplo, dijo que no tenías la necesidad. Sobretodo se enojó porque Pablo los había leído y no dijo nada sobre eso. Confesó que se siente sola en el grupo, que estas cosas no pasaban cuando tú no estabas y que, en simples palabras, eres la fuente de todos los conflictos que hay en el mundo, creo que incluyendo al Calentamiento Global. Aparte, criticó todas las cosas que haces, que dicho sea de paso antes halagaba cuando se hablaban bien. Y no quiere hablar del tema, pero estuvo criticándote durante unas tres horas y media.

- No sabíamos cómo apagarla - dijo Susana, quien se rió tras su comentario.

- En definitiva - dijo Martha. - Te odia.

- ¿Tú crees? - pregunté, riéndome. - La verdad es que lamento mucho que su vida esté tan vacía como para tener tiempo de armar estos escándalos.

- Esto no lo va a superar nunca - continuó Martha. - Se va a envenenar la boca hablando de ti y creyendo que convence a alguien con sus argumentos.

185. El Regreso de Luis

Me desperté esa noche de viernes totalmente cansado de estar encerrado todo el tiempo. El peso de luchar por intentar hacer el doble de trabajo que hacíamos con Ramiro y dar conferencias acerca de todas las personas que merodeaban intentando sacar alguna información sobre él, me fue desgastando tanto que el viernes por la noche me encontró de un malhumor muy impresionante.

Quería algo nuevo, algo diferente. Quería reírme.

Pero eso no me sucedería hasta el sábado, cuando Martha me invitaría a un Mega Evento donde asistiría con Susana también. Había tanta gente que parecíamos hormigas. Y de todas las personas del mundo que me podría encontrar, precisamente me vine a encontrar con una que entra en mi lista de las que no son mis favoritas.

- ¿Cómo estás? - me saludó Sebastián con una sonrisa. - Hace tanto tiempo que no sé de ti.

Había que destacar que por más que lo odiara con el alma, su sonrisa era algo digno del encanto de los dioses.

- ¿Qué ha sido de tu vida?

- Aquí estoy, me quedo por un par de meses en la ciudad así que seguramente nos veremos con frecuencia - prometió.

- Que bien - mentí.

- Tenía un par de materias para exponer, pero de cuatro el número se fue reduciendo a uno - continuó. - Así que no sé qué haré. Terminé con mi novia y ahora ya tengo otra.

- El tiempo borra todas las heridas.

- Exacto - sonrió. - Bien, te veo al rato.

Esa fue la última vez en toda la noche que nos hablamos. El resto eran un par de miradas divertidas y sonrisas falsas. Pero entonces, cuando ya pensé que me había olvidado de él y que nada más me relacionaría nunca con el sujeto creado por los dioses para que los humanos normales tengamos celos, apareció Luis.

Luis, quien aún continaba su relación con la hermana de Sebastián, me vio entre la multitud y me extendió la mano.

- Oye, tengo que felicitarte - me dijo, sonriendo.

- ¿Por qué?

- Me he enterado que saliste bien en los Exámenes Judiciales - continuó. - Media ciudad te envidia.

- Gracias - dije, pensando que esa información había pasado hace mil años.

- ¿Ya estás trabajando allí? - insistió.

- No - dije. - Ellos me llamarán sin me necesitan.

Nos sonreímos y nos hicimos un saludo al aire y cada cual siguió con su rumbo. Mientras yo me dedicaba a criticar a Martha por sus comentarios y ella se empeñaba en tratar a Susana de chica fácil, el resto de la noche Luis y yo sólo intercambiamos miradas y sonrisas.

- Me tratarás de loca - dijo Martha, susurrándome al oído. - Pero aquél muchacho de allí no deja de mirarte.

Sí, Martha estaba loca. Aquello era imposible. Y tras la locura que fue querer un imposible, no iba a someterme a nada similar nunca más.

184. Músculos

Después de esperar por mucho tiempo a que Lucas se decidiera asistir al gimnasio, me di cuenta que me iba a morir con un cuerpo deforme antes de que mi mejor amigo decidiera tomar un poco de riendas y hacer algo en la vida. Y cuando vi eso en frío, me pregunté por qué había caído en el cliché de esperar a que Lucas hiciera algo por la existencia humana cuando todo el mundo sabe que es un cuerpo que ocupa átomos en esta vida.

Así que me alié a otra persona, buena, igual de inútil pero al menos emprendedor a la hora de hacer las cosas: Pablo.

Así que mandamos un mensaje en general para todos y a las 9 de la noche nos citamos en el trabajo de Tobías para de allí salir todos juntos. Sorprendentemente, Lucas llegó también.

Había una cantidad bastante importante de gimnasios que estuvieran abiertos a esa hora y nos debatimos en una elección de cuál sería el que nos convenía.

Fuimos a uno donde la gente entraba y salía a toda velocidad.

- Me siento inhibido - comentó Tobías, enojado. - Mejor vamos a otro.

Yo me sentía igual, pero por dentro agradecía que fuera él el desubicado y el que se llevara de premio la mirada cínica de Pablo y Lucas.

- Hay uno que está frente a la casa de Morgan - comentó Pablo, en referencia a una amiga. - Creo que podemos ir ahí.

- ¿Y si vamos al que se encuentra frente a la casa de Morgan? - preguntó Tobías, que claramente no le estaba prestando atención a Pablo.

- Acabo de proponer eso - se quejó.

- O podemos ir al que está frente al valdío - propuso Tobías. - Es lejano. No va casi gente.

- Problemos mejor con el que está frente a la casa de Morgan que es el más cercano - acoté. - Si no nos agrada ese tampoco, vamos al del valdío.

Y así volvimos a partir los cuatro. Claro que Tobías nunca entendió a cuál nos referíamos y por error terminó primero en el de frente al valdío, por lo que Lucas, Pablo y yo estuvimos esperándolo afuera del gimnasio por más de 15 minutos.

- ¿Queda mal visto que esté fumando un cigarrillo frente a un gimnasio? - le pregunté a Lucas, mientras esperábamos.

Cuando finalmente apareció Tobías, resultó ser que estaba más infantil que nunca, porque se negó a hacer ejercicios y se conformaría con solamente mirarnos a nosotros hacerlos. Y cuando menos lo esperábamos, se fue.

La noche de gimnasio me costaría un dolor insoportable de brazos, dado que como el Personal Trainer nunca existió caí en las huestes de Pablo. Y vaya por Dios que consiguió que mis brazos explotaran, de un modo que no estaba muy lejos de ser literal.

No volví en toda la semana. No me moví mucho tampoco, y en algunas ocasiones puedo llegar a creer que lloré del dolor.

183. El Equipo

El velorio se llevó a cabo al día siguiente, durante una mañana soleada que no dejaba rastros del lluvioso día anterior. Graciela había anunciado que no podría asistir porque tendría que cuidar de su hijo, mientras que Tadeo y yo nos limitamos a hacer acto de presencia e intentar mantener el perfil bajo. Ambos estábamos igual de afectados, como la mayoría de los presentes.

Al final, sólo me limité a abrazar a Ramiro en un momento que el destino cruzó nuestros caminos y lo puso a mi lado en una especie de procesión.

- Oliver - repitió, y me dedicó una sonrisa forzada.

Pero nada sería peor como el lunes a este día. Graciela y yo fuimos los encargados de descubrir que solamente tendría cuatro días de duelo, que corrían de modo ininterrumpido desde el que indique la Partida de Difunsión. Es decir, que si el sábado fue el trágico día en que ocurrió el fallecimiento, la licencia sólo lo cubría hasta el martes inclusive.

Miserables los que hicieron una regla así, pero ¿quiénes éramos para ir en contra de lo ya estipulado?

Afortunadamente, con Graciela se nos ocurrió la idea de conseguir un certificado para que pudiera ausentarse, y con el expreso visto bueno de gran parte de nuestros Superiores, que aún en contra de que estemos haciendo fraude, sepan que es por una buena acción, conseguimos que Ramiro logre ausentarse toda la semana sin que le dijeran nada.

Un gran trabajo para alguien del equipo. Y descubrí que juntos, estamos más unidos que nunca.

- Somos un equipo - le dije a Graciela. - Ustedes estuvieron conmigo el primer día que vine a trabajar aquí y crecieron conmigo en este lugar. Las cosas que hicimos, está bien, pueden llegar a costarnos tranquilamente nuestro empleo... y la licencia de un médico, pero Tadeo, Ramiro, tú y yo... somos un equipo. Estas cosas valen la pena.

- Claro que no me imagino a Tadeo haciendo estas cosas - concluyó Graciela, riéndose. - Posiblemente él sea el que nos meta en prisión.

- Entonces no le comentaremos de dónde salió el dinero que robaremos del banco la semana entrante - me reí.

Toda esa semana, fue algo insoportable todo lo que pasó. Cubrir el puesto de Ramiro e intentar seguir cubriendo el mío fue algo que terminó por cansarme de maneras impensadas. Pero por un equipo, ¿qué cosas no se puede soportar?

182. Separaciones de Grupos

- ¿Estás al tanto de que tu amigo Lucas es el idiota más grande del mundo, no? - me preguntó Martha, cuando me senté por un segundo en el Sector donde se celebraba la fiesta de Jessica.

- Lo sé - dije, y bebí un poco por medio de un sorbete de una bebida rosada que me pasaron en un vaso grande.

- Es que no puedo creer la ridiculez que está haciendo - se quejó Martha. - Está bien que Jessica será un asco de persona, pero realmente no se merece que su cumpleaños sea saboteado de esta manera.

- Totalmente de acuerdo - comenté. - Y generalmente no tendría problemas en ir a decirle que se está comportando de la peor manera posible, pero con el tema del velorio, realmente no tengo la cabeza como para analizar la falta de inteligencia de Lucas.

Lo cierto es que Ramiro, Felipe y Lucas me estaban bailando de la mano alrededor de mi cabeza y no sabía muy bien cómo ordenar las ideas. Así que decidí comenzar a eliminar los dardos y darle prioridad a las cosas que se merecen.

Primer blanco a eliminar: Felipe.

Respondí al estilo Sabina, con encanto y sutileza.

"La respuesta es no. Sobran los motivos."

- ¿Te das cuenta de que acabas de rechazar la oportunidad perfecta de vengarte? - me preguntó Pablo, al ver el mensaje.

- ¿Por qué?

- Porque si vas a sacarle una Cuenta de Ahorros a tu nombre, él no podría retirar su dinero a menos que autorices con tu firma - me comentó.

Volví a mandar un mensaje de inmediato a Felipe.

"Me siento culpable diciéndote que no. Está claro que te odio más que a nadie en el mundo y el planeta sería un mejor lugar si no existieras, pero si realmente necesitas mi ayuda, lo haré."

Genial. Ahora me encontraba como al principio.

Sentí que aquél lugar no era el sitio donde tenía que estar. La ecuación era simple. Cada mañana, y por más que no me sirva absolutamente para nada, al girar mi cabeza sé que Ramiro se encuentra allí y es mi cable a tierra con la humanidad, ahora era mi turno de que él girara su cabeza y también sepa que estaba yo.

Me disculpé de todos y fui hasta el velorio. Y en ese momento me di cuenta que el poder que podría tener sobre Felipe era algo que quería desde hace tiempo. Pero no así. No de esa forma donde tendría que recurrir al chantaje.

"Perdón por mi inestabilidad pero hoy fue un día largo. No es porque esté enojado, pero la respuesta vuelve a ser no."

181. La Mala Suerte de Pablo

Si había alguien que en ese momento no se consideraba la persona más afortunada del mundo, ese era Pablo.

Esa lluviosa mañana de sábado lo encontró verdaderamente asqueado después de haber salido mal en un examen el día anterior.

Esa noche decidió contárselo a su novia Paola, quien hasta ese momento desconocía que también se convertiría en su enemiga para sumarle otro problema.

- No pude estudiar con todo el caos que es mi casa en este momento - le confesó el muchacho. - Lo de mi padre, lo de mis abuelos y el accidente de mi hermano, mi casa parece una oficina de una Empresa Internacional donde están llamando a cada rato. El único rato libre donde quiero concentrarme para estudiar es a la mañana, pero ahora tampoco puedo porque los albañiles están remodelando y construyendo otra habitación.

Su novia se llevó una mano a la boca, con una cara de espanto. Pablo entendió al instante que no le prestó nada de anteción.

- Olvidé tomar la pastilla - dijo, asustada.

Pablo intentó levantar una ceja, pero no le salía.

- No es importante - la consoló. - No es necesario que esta noche termine con sexo. Hay otras cosas que podemos hacer. Además, seguro volveremos cansados de la fiesta de Lucas y Jessica.

Esto parece que fue el error más grande que Pablo pudo cometer, porque a partir de ese momento Paola cambió su postura. Claro que no se dio cuenta hasta un poco después, porque por estar hablando con ella se le quemó la comida que con tantas horas de anticipación había querido preparar y tuvieron que conformarse con salir a cenar a un restaurante barato del barrio donde se encontraban. Y por si las cosas no podían estar peor aún, su motocicleta deja de funcionar en ese momento a causa de que su rueda se vio asesinada por un clavo que se encontraba mal colocado en la calle.

Para todo esto, ya Paola estaba más enojada que nunca en su vida y se quería volver sola y caminando hacia su casa. Él insistió por acompañarla, pero ella estaba furiosa... y Pablo no entendía por qué.

Fueron caminando, y ella se adelantaba un par de pasos mientras que él le gritaba cosas por detrás pero Paola continuó su marcha decidida a demostrar que podía ofenderse todo lo que quería siempre y cuando un imbécil la persiguiera.

Finalmente llegaron a la casa, y él ya estaba totalmente furioso.

- Era la única forma de que me acompañaras a buscar mi pastilla - dijo ella, sonriendo y luego lo besó. - Sé que dejamos tu moto en la intemperie de la ciudad pero cuando veas lo que haremos esta noche, haré que todo valga la pena.

Y aunque en ese momento lo sabía, al día siguiente intentarían robar su moto de la casa de Lucas. Lo descubrirían gracias a los 3 perros de este muchacho, que tienen una habilidad impresionante para ponerse a ladrar.

Cuando Lucas y Pablo salieron hacia el patio donde originalmente se encontraba, vieron que un muchacho se la llevaba mientras corría. Los dos comenzaron a perseguirlo, y el ladrón soltó la moto en la vereda a la media cuadra para poder seguir escapando con velocidad.

Lucas lo hubiera alcanzado sino fuera porque estaba descalzo.

180. Lucas Infantil

La noche finalmente nos encontró a una gran mayoría en el bar de moda, donde finalmente decidí ir. Ana había anunciado que no asistiría porque se encontraba a punto de Confirmarse en la religión católica, por lo cual luego iría a una cena y no tendría tiempo para los demás.

Así que vi el panorama de mis amigos de reunión y entre Jessica y Emilio que estaban en una misma silla una arriba del otro, más allá Susana y Guillermina como si fueran las amigas de toda la vida y Martha quien continuaba quejándose sobre todo lo que se ensució por ir a la casa de Lucas, me quedé pensando en Ramiro y en el asunto del velorio, mientras llamaba a Lucas para saber si iba a hacer acto de presencia, ya que después de todo, era su cumpleaños también.

- Pero estamos en el mismo sitio donde estábamos anoche - me dijo, al teléfono. - Véngase para aquí.

- Lucas, estamos en cuatro mesas y todos los invitados - le contesté, con sutileza. - No me hagas insultarte en tu día, pero realmente creo que eres tú el que se tiene que trasladar aquí.

- Bueno, ahí voy - respondió, algo molesto.

Y en efecto, al rato descieron del auto de Lucas él, Tobías y dos amigos más. Fueron hacia el extremo de la mesa donde me encontraba yo y saludaron a todo el resto con la mano, en general.

- Vamos al otro sitio - dijo Lucas. - Me voy de aquí.

Todos se quedaron observándolo, pero ninguno de sus amigos se atrevió a moverse.

- ¿Y quién va a estar en el otro lado? - preguntó, con cierta timidez, uno de los amigos que fue con Lucas, intentando no quedar mal ante el chico del cumpleaños que claramente había perdido su sano juicio.

- Y allá van a ir Andrés y Sebastián - comentó, como si fueran ellos dos el centro del mundo.

Me sentí ofendido por ese comentario.

- Lucas, Sebastián vive en la casa de enfrente de donde estamos - se quejó Jessica, a la distancia, como si acabara de caer en cuenta que Lucas seguía con intenciones de arruinarle la vida. - Creo que no va a perderse si le dices que cambiamos de sitio.

Lucas le dedicó una mirada de odio que hizo que todos nos sintiéramos incómodos.

Al final, terminó logrando lo que quería pese a las quejas de la gran mayoría. Invitó a todos los hombres por un lado y dejó a todas las mujeres por otro.

Casi nadie se quejó pero todos lo odiaron en secreto. Y si no fuera porque yo me encontraba con la cabeza totalmente perdida por el tema del Ramiro, quizá también hubiera acotado algo acerca de semejante desubicación.

Entre él y Felipe, no hacía uno.

179. Lucas contra Jessica

Generalmente, estaría de acuerdo que Jessica es una peste andante, pero lo que Lucas le hizo también rompe los códigos humanos establecidos. Lo cual vuelve a suponer que en sí eran una pareja perfecta, pero lo más gracioso de todo es que la única que sufrió las consecuencias de la guerra entre Lucas con todo símbolo de humanidad, fue Martha.

Desde que el 50% de la parte elemental del Cumpleaños Doble habría dado marcha atrás en la organización del evento, debido a que su jefa no le había dado ni un céntimo de dinero, Jessica intentaba a toda costa rearmar la fiesta. Hasta se habría ofrecido a pagar todo y celebrar en nombre de los dos con tal de que todo salga a la perfección. Siempre y cuando Lucas aceptara y dejara su orgullo detrás de estar viviendo a costillas de ella.

Claro que jamás se imaginó que aparte de no agradarle la idea, tampoco se mostraría interesado siquiera en ayudarla.

Cuando finalmente consiguieron un salón a un costo exagerado pero dentro de las posibilidades, el dueño del local les dijo que lo único que necesitan para darles el afirmativo, es tener pagados los impuestos. Descubrireron que, como era sábado, el encargado de los impuestos era un sujeto que vivía cerca de la casa de Lucas.

Jessica decide llamarlo.

- Escucha, Lucas, estamos organizando para alquilar un salón para esta noche...

- No tengo dinero, ya te lo dije - la interrumpió él, de mala forma.

- Ya sé que no tienes dinero, en el diario salió publicado también - ironizó, algo cansada, la muchacha. - Pero hemos conseguido un local en donde lo único que tenemos que pagar son los impuestos y ya es nuestro. Ahora, sé que hay uno de ellos que vive cerca de tu casa, ¿tienes idea?

- Sí, hay uno que vive cerca - le dijo él.

- Genial, ¿puedes ir a hablar con él y preguntarle cuándo cuesta el impuesto así sabremos cuánto tenemos que pagar?

- No.

- ¿No puedes?

- No.

- ¿Por qué?

- Porque no es mi fiesta.

- Pero la haremos juntos - dijo Jessica, al borde del infarto. - Yo me haré cargo.

- No.

- Bueno, ¿puedes esperar en tu casa que con Martha iremos para ir a hablar con él? - preguntó ella, intentando ser cordial pero ardiendo de rabia.

- No sé - respondió él. - Porque creo que estoy por salir con Sebastián que anoche...

- ¡ESPERA EN TU CASA QUE YA VAMOS! - le gritó Jessica.

- Bueno, bueno, no me grites - se quejó Lucas y le cortó el teléfono.

Martha y Jessica se trasladaron en la moto de la primera hacia la casa de Lucas, quien estaba un poco impenetrable dado la lluvia tormentosa que cayó durante toda la mañana.

Fueron y descubrieron que el sujeto que buscabas, literalmente, vivía a media cuadra de la casa de Lucas.

Por supuesto, el precio que el hombre les dio excedía los porcentajes que Jessica podría pagar y terminar por aceptar una reunión con todos en algún bar.

- Es lo mejor - dijo Lucas. - Yo sabía que iba a ser en vano ir a preguntarle cuánto salía el impuesto porque seguro que iba a salir demasiado.

Jessica intentó asesinarlo con la mirada, pero no lo consiguió. Lucas continuó con vida.

178. Más Tragedia

Graciela Verdinal ya era practicamente una mujer adulta, pero aún así no fumaba delante de su padre. Por eso, fuimos a dar una vuelta por las calles mientras compartíamos el humo del cigarrillo.

- Es capaz de echarme de la empresa - me comentó. - Inclusive me amenazó con eso.

Graciela tiene una hija de unos 8 años, quien ya se defiende bien y varias veces la vimos pasar por nuestra oficina cuando su madre no podía retenerla en la suya. Su abuelo, el Señor Verdinal, tampoco le prestaba demasiada atención por lo que Ramiro y yo éramos los encargados de entretenerla.

- Es tan horrible esto que está pasando - comentó. - Yo me encontraba visitando a mi abuela materna, quien se encuentra en sus últimos suspiros. Fui a verla temprano, como todos los sábados. En eso, mi padre me llama para comentarme lo que pasó y me dijo que me comunicara con todos los que podía porque no daba ni con tu celular ni con el de Tadeo. Me sentí muy desesperada.

- Te entiendo perfectamente - le comenté. - Es una situación muy fea. Es horrible. No me imaginé que tengamos que atravesar por algo así.

- Aparte tú eres el que más lo debe sentir - dijo ella. - Eres el que ve a Ramiro siete horas al día desde hace seis meses.

- Nuestros códigos no son estos - afirmé. - Con Ramiro siempre hablamos bien, nos divertimos, nos tiramos cosas por la cabeza, hablamos mal de nuestros jefes, etc. Pero nunca imaginé que nuestra alianza de compañerismo tuviera que pasar por una cosa así. Es otra visión de la vida y me hace sentir extraño.

- Lo importante es que sepas que son cosas que uno no superará nunca en su vida - me dijo ella. - Y tú vas a tener que estar día tras día para Ramiro. Cuando mi mamá murió, hace muchos años ya, todavía lo siento, todavía me duele. Es algo que ni con psicólogos conseguí superar.

Nos quedamos alrededor de cinco horas y recibimos con el correr del tiempo a varios rostros familiares de nuestra misma área laboral que vinieron a dar sus condolencias.

Al despedirme, me acerqué a Ramiro quien se encontraba abrazado a su mujer.

- Cualquier cosa, sabes que estoy a tu dispocisión - aclaré.

- Sí, sí - me dijo, como si fuera un tono normal que usamos para agredirnos. - Gracias por venir.

177. Más Desubicado que Nunca

Muchas veces he tenido esa corazonada que Lucas era un desubicado egoísta que sólo le preocupaba lo que él quería y anteponía siempre sus emociones a cualquiera que pudiera tener otro ser humano. Era desconsiderado, inmadura y sobretodo, un gran infeliz que preferiría quebrarse la columna antes de pensar en alguien más.

Sin embargo, alguien le ganaba en esto a mi mejor amigo y ese alguien era Felipe.

El problema mío fue que nunca lo vi tan claro hasta esa tarde, donde aún continuaba enojado con él por su poca consideración ante el suceso del velorio.

Entonces decidió mandarme un mensaje.

"Oye, ¿cómo estás? Es raro que te escriba, ¿cierto? Escucha, ¿tú qué edad tenías? Porque necesito un favor."

Fue el mensaje más raro y menos coherente que recibí en el año.

Contesté lacónicamente: "Dime."

Respondió en menos de un minuto.

"¿Cuántos años tienes, hermoso?"

Estaba empezando a enojarme de una forma muy fea.

"Tengo 21. ¿Tú estás drogado o por qué demonios me estás hablando así?".

Respondió al mismo tiempo que vi a Graciela Verdani llegar entre la multitud.

"Perdón, me olvidé de tu edad. Necesito saber si me puedes sacar una cuenta de ahorro en el banco. Yo soy menor de edad y todavía no puedo. ¿Tú podrías?"

No supe en ese momento si Felipe me estaba haciéndome una broma o si solamente me estaba pasando su Certificado recién llegado del Postgrado que habrá hecho en Estupidez sin Límites - Métodos de Descerebrados Potentes.

- ¿Ya están adentro? - me preguntó la muchacha.

- Sí, pasa - le dije, señalándole la puerta de entrada, aunque no era necesario. - Yo termino de fumar mi cigarrillo y entro contigo.

Vuelve a mandarme un mensaje Felipe con un ícono gestual de tristeza, mientras yo miraba como Graciela ingresaba al lugar. Le contesté más enojado todavía.

"No sé si tu media neurona te permite recordar que estoy en un velorio. ¿Qué diablos quieres?"

Respondió al instante.

"Perdón, me olvidé de eso también. El lunes si puedes salir del trabajo, nos encontramos y te daré la plata y el código."

Aquél muchacho no podía ser tan caradura de decirme una cosa así. Así que en lugar de insultarlo, preferí responderle con su propia moneda.

"No lo sé, porque vernos rompe tu regla programada por nuestro tiempo. Y si no podemos respetar tus reglas, ¿qué podemos respetar de la vida?"

Touché.

Respondió al rato.

"Pero si ya hablamos por chat y eso es un gran paso al reintegro de nuestra amistad."

No le respondí más ese día. No valía la pena.

176. La Destrucción

No recuerdo un momento más triste que esa tarde. Afortunadamente, nunca tuve que atravesar por ningún duelo, luego de la muerte de mi abuela cuando yo tenía 8 años, que apenas recuerdo haber llorado.

Luego, en los años siguientes, ninguno de mis amigos tampoco atravesarían una situación así. Por lo menos, no una muerte no anunciada ni tan bizarra como ésta.

Hace unos meses atrás, cuando cierta joven de la ciudad decidió tomar la abrupta decisión de suicidarse, el dolor llegó hacia los conocidos míos pero jamás de una forma tan cercana como ahora.

La tarde gris estaba dejando pasar unos breves rastros del Sol, y en aquella Sala Velatoria, las personas estaban impacientes esperando a una familia que vendría en cualquier momento.

En ese momento me di cuenta que parecía que estábamos esperando a unas personas a punto de casarse, o al anfitrión de un cumpleaños que estábamos a punto de sorprender. Sin embargo, cuando el auto se detuvo y Ramiro junto con sus padres descendieron de él, un nudo en el estómago se apoderó de mí de una forma tan dolorosa que casi me causó naúseas.

La gente se acercó y comenzó a abrazar a los tres, mientras se daban sus buenos momentos para llorar.

A la distancia, pude ver a Ramiro llorando, con los ojos tan rojos como el Sol que estaba atardeciendo. Las lágrimas bailaban por su cara y su mirada se encontraba tan perdida que daba la sensación de no haber dormido durante años.

¿Qué diablos está pasando?

Nada de aquello tenía sentido. ¿Por qué Ramiro, que es una persona que siempre es feliz y está alegre, ahora lloraba y se mostraba destruido? ¿Por qué justamente la persona más fuerte que yo había conocido y era practicamente mi roca en el trabajo para sobrevivir al Triunvirato de Jefes Menopáusicos, ahora se mostraba tan débil?

No tenía palabras qué decirle. No tenía cosas que comentarle. No había chistes para esa ocasión.

Sólo me acerqué cuando lo dejaron en paz y noté que me reconoció.

- Oliver - dijo, con la voz más ronca y triste que alguien pueda decir.

Lo abracé y me quedé en silencio. No quise soltarlo, no tan rápido, no tan fácilmente. Unos veinte segundos que habrán parecido una eternidad. Pero no me importaba, no me quería despegar.

Noté que estaba sin ganas de seguir existiendo. Lo noté que estaba de pie porque su metabolismo se lo permitía pero su mente no estaba allí con los demás.

Me quedé en silencio y no participé de la caminata hacia el interior de la Funeraria.

Necesitaba fumar un cigarrillo y para ello, tendría que quedarme en la vereda.

175. Sentirse Inútil

No hay peor cosa que dar vueltas a la habitación y no poder encontrar una respuesta coherente a todo lo que está pasando. ¿Dónde estaba Ramiro? ¿Qué es lo que había pasado? ¿Por qué a él?

Era sábado por la tarde del día más gris y lluvioso del año y en el MSN brillaban por su ausencia las personas con las que siempre me comunico para poder hablar de estas cosas. No quería molestar a los reales, puesto que tampoco sabría qué decirles. Quería simplemente contarle a alguien lo confundido que estaba, ya que no era una situación por la que esté acostumbrado a pasar. Pero por desgracia, ninguno de todos mis amigos se encontraba dando vueltas por allí. Aunque sí estaba una persona. La menos indicada.

Felipe.

De acuerdo, haré el intento.

YO: Hola.

No sabía si me iba a sacar en cara haber utilizado a Fabricio y a Rafael para que hicieran nuestro intercambio de cosas, pero de todos modos iba a esquivar ese tema, ya que en ese momento no me sentía en condiciones de pelear por algo así.

FELIPE: Hola.

YO: No sabes lo que pasó. Estoy muy desesperado. Acaba de morir la hermana de Ramiro, mi compañero de oficina.

Tuve que decir todo rápido antes de que dijera alguna clase de desubicación que hiciera que aquella charla sea más breve de lo que en realidad iba a ser.

Por supuesto, Felipe mostró su interés y su morbo al preguntar acerca del asunto, pero, como si no era previsible, se encargó de arruinar ese pequeño momento de amistad que teníamos.

FELIPE: No te desesperes así, como si fuera que la conocías a la chica.

Si lo hubiera tenido enfrente mío en ese momento, le hubiera roto los dientes a patadas.

YO: Es que sé que esto te sonará confuso, pero algunas personas nacemos con un problema raro llamado "Sentimientos". Surge cuando otra persona nos produce afecto y consigue que nos preocupemos por ésta. Sé que te estoy hablando practicamente en chino básico con esta información que te estoy dando, pero créeme que es real por más que tú la desconozcas.

De acuerdo, puede que haya pasado un poco mi límite, pero la verdad es que se merecía que le dijera cosas peores. Lo bueno es que fui sutil.

FELIPE: Pobre de ti.

Ahora sí, me lo llegaba a cruzar y le rompía los dientes a ladrillazos. Pero increíblemente la vida se daría vuelta para mi relación con Felipe y las cosas, que ya de por sí estaban mal, ahora se pondrían peores.

174. El Despertar Amargo

Esa mañana me desperté por el ruido de una tormenta que estaba cayendo sobre la ciudad. Algo enfadado, me apresuré a desenchufar todos los equipos eléctricos de mi habitación y a rogar para mis adentros que no entren goteras desde el techo. Luego, maldiciendo al clima, me volví a dormir un rato más.

Me despertaron a la hora y media, cuando la mujer que limpia mi habitación fue a pedirme que me traslade a alguna otra cama para que pueda limpiar allí, así que fui a la habitación de mis padres y me quedé allí.

Entonces, cerca del mediodía, fue cuando la pregunta del año me llegó a mis oídos. Era de mi hermano mayor, ahí de pie, mirándome dormir. Se lo notaba temeroso, como si tuviera miedo de despertarme, lo cual en ese momento fue gracioso porque en un momento pensé que tal vez soy demasiado desagradable cuando intentan despertarme y ya a los que le tocaba el sacrificio, me tenían miedo.

Pero no, ese no era el rostro. Mi hermano agachó la cabeza y se sentó a un lado de la cama.

- ¿Te enteraste? - preguntó.

Lo miré intentando entender a qué se refería. No sé si pensaba que yo poseo ese arte de comunicarme con las personas cuando estoy dormido o de qué diablos me tenía que haber enterado por medio de la telepatía, pero no entendía nada de la situación.

- La hermana de Ramiro - dijo, refiriéndose a mi compañero de oficina. - Falleció.

- ¿Qué? - pregunté.

Todo me estaba dando vueltas en ese momento y no era precisamente por culpa de mi resaca.

- Fue un accidente - continuó su relato, pese a la gravedad de la historia, se lo veía tranquilo. - Llamó tu jefe a casa para avisarte y como no había nadie en casa dejó un mensaje en la contestadora. Si fijas tu celular, seguramente tendrás llamada perdida de parte de él.

Me levanté y fui hacia mi habitación donde efectivamente encontré llamadas de mi jefe y mensajes varios de mis compañeros, como de Tadeo y de Graciela, que también me comunicaban lo mismo en un horario donde yo no pensaba atenderlos.

Diablos. Aquello no podía ser tan real.

173. Los Vidrios Rotos

Hace unos meses atrás, cuando todo el mundo odiaba que Emilce circule por la ciudad, ella hacía más méritos todavía para que haya justificaciones lógicas ante esta conducta.

Un día, cuando estaban cerrando el Ciber donde Tobías atendía, quiso ayudarlo a cerrar una reja y por error terminó explotando una de las puertas de vidrio que el muchacho tiene que pagar mes por mes.

Su jefe le ha reducido el sueldo y hasta que la puerta de vidrio no esté saldada, Tobías debía trabajar practicamente por lo que él mismo denomina "El Salario más Pobre de la Cuadra".

Cuando la noche seguía adentrando, Jessica salió de trabajar y gracias a Emilio se unió a la fiesta donde era la única mujer entre todo aquél grupo.

- Mañana enviaré mensajes avisándoles a todos donde es la fiesta si es que encuentro un salón - dijo ella. - Sino, creo que podremos copiar la idea de Lucas y citar a todos en algún lugar para tomar algo.

- Creo que tal vez sería lo que más te conviene - opiné. - Sobretodo porque la otra parte interesada en la fiesta no es que esté muy preocupada por ayudarte.

Miramos que en ese momento Lucas se reencontraba con sus compañeros de trabajo, que habían llegado allí por casualidad y se sumaron a la multitud de gente de pie en las aceras de un bar de moda.

Cuando se hicieron las 4 de la mañana, Tobías recordó que debía trabajar temprano al día siguiente por lo que me ofrecí a llevarlo y, aprovechando el momento, me retiraría yo también.

Me fui a dormir sin saber que justo en esos tiempos, tres accidentes estarían llevando a cabo.

Uno de ellos sucedería cuando Emilio y Jessica se despedían de Pablo y seguían su rumbo hacia su casa. Un fuerte viento pegó en el rostro de Emilio por culpa de la motocicleta y esto le obligó a cerrar los ojos por un momento. Para cuando los volvió a abrir, Jessica y él se hayaban en el piso por haber chocado contra el cordón de la vereda. Los dos se levantaron y prosiguieron como si nada.

El segundo accidente fue el que se encontró Pablo cuando regresó a su casa y su madre le gritó preocupada que su hermano había chocado contra un colectivo, en el centro. Se fue en su moto de nuevo para allí, sólo para descubrir a la otra moto en el piso y a su hermano en una acera con cuello hortopédico. De más está decir que el interés de Pablo decayó en la moto, más que en el hermano, y hasta se negó a llevárselo a casa para que aprendiera a manejarse solo por la vida. Los médicos y policías no vieron esta actitud de Pablo como algo responsable, por lo que el chico tuvo que llevarse a su hermano menor igual.

Pero el peor de todos los accidentes fue el que trajo consigo una muerte y un fin de semana muy triste.

Sucedió a las 2 de la mañana, casi a la misma hora en la que yo me encontraba hablando con Agustín y llevándolo a su casa a buscar dinero.

Yo no me enteré hasta el mediodía siguiente.

Una muerte llegaría a mi vida y de repente, las cosas no serían iguales.

172. Agustín

La noche seguía pasando y el lugar se iba llenando de desconocidos. Era un bar bastante popular, bien ubicado en el centro y un sitio que no tenía nada que ofrecer pero de todos modos conseguía reunir a todos los adolescentes por lo bien ubicado que está. El problema se presentó para el pobre medio hermano de Lucas, Agustín, quien se dio cuenta que tenía ganas de ir al baño y no tenía acceso a ninguno.

- ¿Me puedes acompañar a un baño público? - me preguntó, desesperado. - No quiero molestarte, pero la verdad es que necesito ir al baño.

No había problema. Nos subimos al auto y me ofreció la idea de ir hasta su casa para que él pudiera pedirle dinero a la madre.

- Si tú ves que me paso de calle, me avisas - le pedí. - Tengo un par de cosas en la cabeza y no puedo conducir, hablar contigo y pensar al mismo tiempo. Así que tengo que dejar de lado esto de conducir bien.

Se río.

- ¿A qué se debe que estés pensando? - preguntó. - ¿Tienes muchos problemas?

- De hecho, no - me sinceré. - Soy un poco problemático por naturaleza, y tengo esa tendencia a ver problemas donde no los hay. No es algo que me preocupe, sólo me lleva tiempo analizarlo.

- Somos iguales - dijo él. - Yo también suelo hacer eso. Tengo problemas en mi casa. Mi madre quiere irse porque su nuevo novio volvió a engañarla y la estafó, dejánonos en la quiebra a la familia.

Definitivamente yo no tenía esos problemas, así que tampoco jamás me puse a analizarlos.

- Y es todo un caos - prosiguió. - Porque mi madre y mi abuela se pasan toda la tarde discutiendo. Entonces estar en mi casa se vuelve insoportable. Usualmente suelo elegir ir a la estación de trenes toda la tarde y escuchar algo de música con mis auriculares. Trabajo atendiendo un estudio de Play, por lo que también mi trabajo es una fuente de tranquilidad. Pero luego vuelvo a casa y es todo un infierno.

- ¿Tú eres hijo único? - pregunté, totalmente sorprendido por toda la confianza que el muchacho estaba depositando en mí.

- Tengo una hermana más - dijo. - Después está Lucas, por parte de mi padre y luego está otro hermano recién nacido por parte de mi padre con... su tercer mujer.

Diablos que el padre de Lucas era un semental.

Regresamos después de unos instantes en donde la conversación no fue más allá del raro ruido que hacía el motor de mi auto. El muchacho era divertido, alegre y me recordaba demasiado a mí en mis épocas inocentes. Quería ser amigo de todo el mundo y todavía creía en la gente. Espero que esas esperanzas nunca se le borren, porque quedaban pocos estereotipos de este modo en el mundo.

171. La Adicción de Tobías

Aquella debía ser la primera noche que el calor acompañaba a la juventud y su salida en un fin de semana.

Salimos de la casa de Lucas y decidí seguir el camino junto con Pablo en mi auto, mientras que Lucas transportaba a su medio hermano Agustín, además de otros amigos con quienes yo no conocía pero el alcohol los estaba volviendo simpáticos.

Mientras con Pablo nos sentamos a esperar a que alguien se dignara en aparecer, en la esquina de uno de los bares más populares de la ciudad, Pablo y yo tuvimos una pequeña conversación que transvino en Felipe.

- Estoy muy fuerte lo que le hiciste - me dijo, una vez que terminamos de hablar. - Usaste a una persona que odiaba para que vaya a hablar por ti. Que encima te la presentó él.

- Lo sé, fue un golpe bajo - reconocí. - Pero es lo mínimo que se merece después de todo lo que pasó. Si logré molestarlo, cumplí mi objetivo porque era lo que yo quería.

Un instante después vimos pasar como una ráfaga de pérdidas a Emilio, quien nos buscaba por el lugar con aires de no saber qué estaba haciendo allí.

- Apenas pude escaparme del Casino - dijo, cuando nos vio. - Desde que lo inauguraron de nuevo, mi hermano está como un lunático todos los días. Hasta me da miedo que vuelva a caer en el viejo vicio, ¿se acuerdan?

Pablo me lanzó una mirada como si yo hubiera estado enterado oficialmente que antes Tobías tenía un problema con el juego. Más específicamente cuando Emilce lo dejó y se fue a estudiar medicina. Costó demasiado que dejara las malas noches de mujeres que acompañan por dinero y excesos como todo tipo de drogas que lo perdieron.

Todo por una muchacha que le rompió el corazón y, como no era raro en Tobías, no supo pedir ayuda en las personas que lo rodeaban.

Tobías apareció perdido entre la gente y nos encontró cuando Emilio levantó la mano para llamar su atención. Traía una camisa que plasmaba un planifiero, lo cual le devinieron varias burlas cuando todos lo vieron.

- Yo diré un país y tú le pegas una patada al que te menciono - le dije a Lucas, en un momento de la noche cuando todos llegaron. - Lo cual es una idea bastante estúpida porque para empezar tendrías que saber algo de geografía.

- Pero puedo pegarle en cualquier lado igual - se quejó Lucas.

Varios desconocidos empezaron a circular en favor de este evento y de esa noche, por lo que todos celebramos la noche acompañados de cerveza fresca y chistes de ocasión sin sentido.

Lo raro de todo es que Sebastián, dicho sea de paso el ídolo de Lucas, no mostró señales de vida en ningún momento de la noche. Imaginé que eso era un motivo para que se fruste, pero tampoco me preocupé demasiado, ¿qué le hace una mancha más al tigre?

El Evento del Año

Hasta el Día de Hoy

miércoles, 31 de diciembre de 2008

170. La Noche en que Todo Cambió

A la noche del siguiente, el cumpleaños de Lucas era objeto de análisis con respecto a qué haríamos para festejarlo. Era viernes, e independientemente sobre si había conseguido un local para alquilar o no, nosotros teníamos que estar presentes para celebrarlo con él.

"Ven a mi casa y allí veremos dónde vamos", me indicó por medio de un mensaje, así que esa noche, mientras intentaba sacarle a Fabricio información sobre a qué se debió la nueva pelea que estaban teniendo Rafael y él, me cambiaba para asistir.

Esperaba llegar a la casa de Lucas y encontrarme con un mundo de personas que me impidieran el paso. Rostros desconocidos por todos lados, pero, para mi sorpresa no había nadie en las veredas ni música en el interior del lugar. Ni rastros de vida.

Por un segundo pensé en asesinar a Lucas si todo el mundo se había ido a otro lado y no fue capaz de avisarme, pero para mi sorpresa el muchacho salió a atenderme.

Aquella era la primera vez que entraba en su habitación y, sin embargo, me pareció un sitio en el que ya había estado un millón de veces. Tal vez de todas las veces que me la imaginé e, inexplicablemente, era curiosamente similar a las de mis fantasías.

- Él es mi medio hermano - me indicó, exteniendo su mano hacia un muchacho de unos 16 años, carilindo y de cabellos largos hasta los hombros. - Se llama Agustín.

Agustín tenía una gorra que acentuaba su juventud y remarcaba la vejez de los que lo rodeaban. Su tono de hablar era simple y simpático, como si no tuviera problemas con el mundo y quisiera caerle bien a toda costa.

- ¿Qué haremos? - preguntó Pablo, cuando llegó, siendo mi segundo rostro conocido en la noche. - ¿Para dónde vamos?

- Salgamos a tomar algo por ahí - propuso el chico del cumpleaños.

Esas palabras fueron el inicio de una serie de eventos desafortunados y de uno de los fines de semanas más tristes que se han vivido en el año. Las desgracias estaban a la vuelta de la esquina.

Esa misma noche, habría tres accidentes que involucraría tanto física como emocionalmente a muchas personas que me rodeaban.

Uno de ellos sería por un pequeño descuido y se produciría entre dos amigos míos.

El segundo sería entre el hermano menor de un amigo mío, quien rompería su auto al estrellarse contra un colectivo.

Y el tercer accidente traería una fatalidad.

Nadie pudo verlo venir, pero la vida iba a cambiar demasiado.

169. Juego por Campera

Esa noche, Fabricio y Rafael fueron a devolverme el juego y a cambiarlo por la campera que tenía de Felipe. Todo sucedió en menos de cinco minutos, en menos de lo que tarda un cigarrillo en consumirse y fue suficiente como para darme cuenta que Rafael no estaba para nada feliz con mi nueva alianza con su novio. Y también fue suficiente para darme cuenta que dicho novio no lo estaba poniendo al tanto de la situación como yo esperaba.

Cuando volví a casa después de dejar a Ana y debatir sobre la rara reunión en el Café donde nos encontramos con el resto del elenco femenino de nuestra vida, decidí mandarle un mensaje a Fabricio.

YO: ¿Hoy vienes?

Al rato, respondió.

FABRICIO: Pasaré por tu casa en unos minutos. No respondas porque Rafael lo leerá.

Genial. ¿Y esto? ¿Por qué Rafael no podía leer un mensaje mío? ¿Por qué estaba siendo tan imbécil de ocultarle información?

Unos diez minutos después, Rafael y Fabricio se encontraban en la vereda de mi casa.

No hubo mucha conversación, pues se notaba que la mirada de Rafael no era precisamente una que auspiciara que quería entablar una amistad allí. Fabricio propuso un día encontrarnos a tomar algo y luego se marcharon.

Esa noche, por MSN, Fabricio me contó lo que sucedió.

FABRICIO: Es que Rafael no sabe la confianza que tú y yo nos tenemos. No se la supe explicar a tiempo con todo el tema de contarle que sabía que su hermano hablaba mal de mí y entonces dejé pasar el momento. Por eso se sorprendió que ahora tengamos que llevarte el juego.

YO: ¿Y cómo fue eso de buscar el juego?

FABRICIO: Yo quería hacerlo sin que Felipe se enterara, pero cuando fuimos a la casa, resulta ser que no encontramos el juego, por lo que tuvimos que esperar a que regresara. Cuando se lo pedimos, me lo dio y lo único que me dijo fue "dile que me devuelva la campera".

Quedaba solamente esperar a saber cuál sería la reacción de Felipe al hablarme ahora que sabe que Fabricio y yo tenemos un vínculo. No sabía si se iba a enojar o si iba a tratarme bien, pero al menos había logrado mi objetivo: molestarlo.

Estaba convencido que aquella actitud le habría hecho hervir la sangre.

Lo único lamentable fue que tuve que devolver esa campera que tanto yo quería.

168. La Mesa de la Hipocrecía

Tanto Martha como Susana miraron emocionadas cuando mi cordial saludo con Guillermina se llevó a cabo. Era una de esas situaciones incómodas en donde todos fingíamos naturalidad, exceptuando a la prima menor de Ana quien estaba suplicándole que le compraran un helado y que se apresuraran para regresar a casa.

- Con Lucas queríamos alquilar un salón - me comentó Jessica, visiblemente desesperada por lo burlezca que sonaba su oración. - El problema es que el encargado de eso fue él.

- Sí, no sé por qué diablos confiaron en él - repuso Martha. - Sabemos que es un inútil.

- Lo sabemos, pero nada quita que tenemos que sacarles las oportunidades de demostrar que puede cambiar - comenté, como si estuviera orgulloso de Lucas o algo así. - No sé a quién quiero engañar con esto que estoy diciendo.

Las muchachas rieron. Me arrepentí al instante de decir algo malo contra Lucas, pero por otro lado no podíamos negar que era totalmente cierto.

- Yo no creo que pueda ir - repuso Ana. - El sábado por la tarde es mi Confirmación Cristiana, y a la noche hacemos una cena con todos los chicos.

- Casualmente lo mismo que en mi cumpleaños - recordé.

- Sí, ¿no es curioso? - preguntó Ana. - Siento que no estuve en ninguno de los cumpleaños de ustedes.

- Tal vez porque no estuviste en ninguno - le ayudó a entender Guillermina.

- Estuve en el de Susana, en el de Martha y en el de Andrés - recordó Ana.

- ¿Podemos volver a hablar de este? - preguntó Jessica. - Porque la poca operatividad que Lucas está brindándonos realmente me está sacando de quicio.

- Cielos, Jessica, ¿qué esperabas? - pregunté. - Tú sabes que Lucas está esperando que su jefa le resuelva el problema, y Dios quiera que eso pase así, porque sino es incapaz de pensar en un Plan B. Es su oportunidad perfecta para deprimirse y quejarse de la vida, ¿piensas que Lucas va a dejar pasar una oportunidad así por más que fuera su cumpleaños?

Ninguna de las cinco muchacha discutió mi teoría.

- Pero es que resulta ilógico que él trabaje en una Empresa de Eventos y no sea capaz de conseguir un salón - dijo Martha. - O por lo menos de tener algún indicio de cuál nos puede convenir. No nos aportó nada e hizo una lista de 50 invitados, de los cuales todos quedarán en la calle ¡porque no hay lugar!

- Por cierto, ¿tú no trabajas el sábado? - le pregunté a Jessica.

- Claro que sí - me contestó. - Pero faltaré.

- ¿Avisarás al menos?

- Todavía no lo he decidido - dijo y se rió. - Pero es mi fiesta y después lidiaré con las consecuencias. Yo no soy como Lucas que se quedará esperando que la vida lo venga a buscar.

167. Doble Cumpleaños

Jessica y Lucas cumplían años con un día de diferencia, siendo el primero el de la muchacha. Toda la semana estuvieron arreglando alquilar un salón y luego poder hacer una fiesta juntos, como así habíamos hecho en su momento Guillermina y yo, en una de aquellas veladas más inolvidables del año.

Lucas estaba esperando que su jefa sea quien le diera el dinero para poder llevar a cabo el evento, mientras que yo esperaba que no fuera el dinero que me debe por la computadora el que tendría que ocupar.

- Espero que no sea el dinero que te debe el que piensa usar en el salón - me señaló Ana.

Y no era la única persona que lo esperaba así.

Esa tarde, con Ana, estábamos caminando por las calles acompañando a una pequeña prima de la muchacha que tenía que presentar un último trabajo escolar al día siguiente. Las vacaciones estaban a días y las notas más importantes surgían el último día lo que representaba que la criatura en cuestión se encuentre realmente insoportable, tanto que daba golpes contra Ana cada vez que algo amenazaba que no la iba a ayudar.

- Tú no me engañas - le dije a Ana, al oído. - El año que viene te mudas solamente para escaparte de esta niña.

- Créeme que no es una teoría muy errada - me confesó.

Estábamos doblando después de comprar unas tiras de papel para adornar un plato, que era la manualidad que Ana tendría que hacer, cuando entonces las veo. Cuatro mujeres que se escapaban por completo de las sensuales protagonistas de Sex and the City, estaban en una mesa redonda tomando un café. Jessica, Guillermina, Susana y Martha.

- Diablos, me vieron - dije, resignado. - Hay que ir a saludar. Hoy es el cumpleaños de Jessica.

- De acuerdo, finge felicidad - me pidió Ana. - Sobreviviremos a esto.

- No estoy tan seguro.

Las cuatro muchachas levantaron la vista cuando Ana y yo atravesamos el portal de ingreso. Jessica se levantó y fue a saludarnos sonriendo.

Suspiré aliviado. Por lo menos en su cumpleaños, era una persona normal.

166. Más Estúpido

Pero el día perfecto terminó con un dato aún más perfecto, que en otros parámetros de mi vida hubiera sido causa de un declive emocional impresionante, esta vez la situación logró que me sintiera más vivo aún de lo que ya me encontraba.

FABRICIO: Tengo que contarte que hice algo malo.

YO: ¿Qué pasa?

FABRICIO: Es que no aguanté más y le dije a Rafael que su hermano habló mal de mí.

Este Fabricio era un idiota.

YO: Te voy a cortar el pene.

FABRICIO: Perdóname, te juro que no va a volver a pasar. Por favor, no me odies. Es que yo me lo tenía que sacar de encima. Quería aclararle a Rafael que odio a su hermano.

Que chico sufrido este.

FABRICIO: Pero no te preocupes, no le dije que fuiste tú el que me lo contó.

YO: ¿Y no crees que, por más mínima que sea la inteligencia de estos dos hermanos, podrán sospechar que casualmente en los tiempos que nos comenzamos a hablar tú te enteras de algo así?

No podía creer que estaba preguntando eso.

FABRICIO: Es lo que Rafael me dijo. "Eso te lo contó Oliver".

Si bien me tomaba por sorpresa que sea el primer acusado, tampoco íbamos a darle tanto mérito por haber descubierto eso.

FABRICIO: Pero yo le dije que no, porque no eras el único amigo de Felipe que era amigo mío. De todos modos quería contárselo al hermano.

Genial.

FABRICIO: Y yo le dije que no lo haga, porque eso iba a presentar problemas ya que yo no me cerraría la boca ante Felipe con todo lo que sé.

Doblemente genial.

FABRICIO: Entonces dijo que no iba a decir nada.

Me rodean. Lo cierto es que no sé de dónde saco gente así, pero las consigo.

Ven por Mí

165. Al Día Siguiente

Después del tenso final de día, el día siguiente fue mejorando a grandes espectativas. Para empezar, a Ramiro y a mí nos pidieron que hagamos unos trámites y era la primera vez que saldríamos de la oficina juntos para hacer algo.

Tadeo, mi otro compañero que tenía una cabellera adornada de rulos, estaba ayudando también a uno de los nuevos ingresantes a ponerlo al día acerca de las actividades que realiza en cuestión de trámites del ingreso de nuevas mercaderías. Se notaba que aquello le incomodaba porque parecía que tenía miedo de que una vez que su nuevo aprendiz supiera todos los secretos internos, tuvieran que prescindir de él.

Firmamos nuestros permisos de salida y empezamos a caminar por la cuadra de la Empresa.

- ¿Me acompañas hasta el trabajo de mi mujer? - me preguntó. - Voy a pedirle mi auto y tengo que ir hasta mi casa a buscar mi billetera. ¿Te animas?

Ramiro tenía 26 años, era delgado y de ojos verde claro, y estaba de concubino de la madre de su hijo que tenía la misma edad desde que vivían juntos. Era una historia dramática, porque sacrificó sus estudios terciaros para ponerse a trabajar y poder sostener a su familia.

- Podemos ir a donde quieras mientras no tengamos ningún accidente - expliqué. - Porque sé que vives en los suburbios y si nos pasa algo por allí, ¿cómo explicamos que estábamos a kilómetros de los lugares donde nos mandaron?

- Tienes razón, será algo confuso - convino conmigo.

Nos subimos a su auto y nos dirigimos hacia los barrios residenciales de la ciudad mientras hablábamos de cosas de la oficina. Los códigos que manejan nuestros jefes. Las miradas de complicada cuando nos están saturando de trabajo. Sobre lo aplicado que es Tadeo a la hora de hacer algo que quiere hacerlo a una velocidad impresionante. Y unos detalles más sobre qué haremos de nuestra vida si nos echan al final del mes.

La casa de Ramiro era nueva y estaba todavía en construcción. Era un terreno gigante y apenas había comenzado con la cocina, el comedor, un baño y dos habitaciones.

- Hace una semana me mudé y todavía me sigo mudando - comentó. - Antes vivía en la casa de mi suegra, pero finalmente conseguimos con mi mujer tener este lugar hermoso y grande. Si todo sigue bien, construiremos un lugar muy hermoso.

Su utopía parecía ser muy posible porque más allá del desastre que era a primera vista su casa, podría quedar bien si ponían empeño en vivir de una forma organizada, pero el hecho de que sean casi adolescentes los dos dueños convertían en un verdadero caos a todo lo referido a un orden en el ambiente.

Me dio bastante ternura el hecho de lograr ver un par de medias verdes de una criatura que estaban desparramadas por el sillón. Tenían colores navideños y estaban un poco sucias, como si hubiera jugado por toda la casa y luego las hubiera dejado ahí al cambiarse para ir a la escuela.

- ¿Vamos? - me preguntó, cuando muy comodamente me senté. - ¿O quieres que nos quedemos a perder el tiempo aquí en lugar de ir a trabajar? ¿Acaso eso piensas que estaría bien visto por Tadeo?

Me reí y me salí de la casa para subirme al auto. Tadeo se enteraba de esto y haría un escándalo nacional. A veces, tener un cómplice como Ramiro venía a la perfección para escapar de la rutina.

164. Tenso Final

Mi oficina en ese momento se paralizó, pues todos allí temíamos a la reacción del Sr. Verdian, quien es el Jefe de nuestro sector. Un hombre amable pero demasiado agresivo cuando las cosas no salen bien. Empieza a lanzar gritos a los vientos y eso lo vuelve casi al mismo nivel que Merly Streep en El Diablo Viste de Prada. Aunque confiezo que dudo mucho que sepa qué era Prada, de todos modos era para temerle.

- Dime que alguna vez te pasó esto y que sabes cómo solucionarlo - le supliqué a Ramiro Blanc, uno de mis compañeros de oficina, quien dicho sea de paso es el que más uso le da al portátil.

Ramiro intentó inspeccionar qué faceta de aquella computadora era la que había fallado, pero sólo desgastó unos segundos de vital importancia en vano. Lo peor de todo es que no podíamos apagarla porque estuvo cargándose de batería todo el resto de la mañana.

- Llamaré a los encargados de Computadoras y Sistemas - comentó, algo alterada también, la Sra. Guerras, una rechoncha mujer mayor que estaba a meses de su jubilación.

La ayuda de parte de los operadores fue casi tan útil como mis intentos de hacer que Felipe entendiera alguno de mis chistes.

Nadie tenía idea de qué hacer, el horario ya estaba próximo y nadie se animaba a levantar el teléfono para comunicárselo al Sr. Verdinal.

- Lo llamaré yo - dijo el Sr. Cuevas, quien dicho sea de paso es mi jefe de Sector. - Veo que estás demasiado aterrorizado como para contárselo a él.

- ¿Se me nota demasiado? - pregunté, al borde de las lágrimas.

Entonces el caos fue mayor, aunque a todo esto, la nieta del Sr. Verdinal dormía plácidamente con la cabeza apoyada en uno de mis escritorios, porque había salido temprano del colegio y tenía que hacer tiempo hasta el mediodía para poder ir a su casa. La hija del Sr. Verdinal, Cristina, también trabaja en una de las oficinas de la Empresa, pero como estaba a cargo de Atención al Público, no podía hacerse cargo de la hija.

- Sr. Verdinal - dijo Cuevas, al teléfono. - Hay un problema con la Notebook y no podemos imprimir el acta.

- ¡¿QUÉ?! - se escuchó el grito por toda la oficina pese a que fue por teléfono.

Por un segundo tuve la impresión de que Cuevas quedó medio atontado y aturdido.

- Oliver intentó conectarla a las impresoras de aquí y se ha congelado - continuó explicando Cuevas, como si Verdinal entraría en razones.

Ramiro y yo cruzábamos miradas de temor y en ese momento tenía ganas de desaparecer del planeta. Entonces sucedió algo gracioso que si no fuera porque la situación era para cortarse las venas, me hubiera reído. Verdinal ingresó a la oficina gritándole al teléfono mientras que Cuevas seguía hablándole por medio de él. Así que al segundo, ambos seguían conversando estando en la misma oficina.

- No se ofenda, pero creo que voy a cortar la comunicación - le dijo Cuevas al notar que Verdinal había ingresado.

Por si el momento no era demasiado tenso como para que encima le esté agregando ironías.

163. El Error de la Notebook

En un primer momento, era un día como cualquier otro en la oficina.

La mañana transcurrió con un calor impresionante, luego de que el día anterior se viera atacado por una tormenta que hizo que el agua ingresara por toda la habitación y tuviéramos que pasarnos la mañana colocando las cajas de archivos que adornaban el piso, tuvieron que ir a parar sobre los armarios.

De repente, los empleados encargados de la limpieza desaparecieron de la Empresa, por lo que mis jefes mismos estuvieron a cargo de limpiar el agua que marcaba manchas en el piso e iban peligrosamente hacia los cables que estaban sueltos y desparramados.

Una nueva camada de ingresantes había despertado todo el interés de los que estábamos hace seis meses, porque creíamos que serían nuestros reemplazantes.

Nuestros contratos estaban por terminarse y no había ninguna hipótesis sobre si seguiríamos perteneciendo al personal del lugar.

Nadie sabía nada, nadie respondía nada y los días estaban a poco de cumplirse.

Por ello, cuando todos los Gerentes del Estado decidieron reunirse en la sala de Directorio esa mañana, muchos fueron los que pensamos que aquello se utilizaría para hablar sobre nuestro futuro.

- Oliver, en un momento, a la hora que termine la reunión, vas a subir con la notebook para que puedas redactar el Acta Vinculante - me indicó. - Tú escribes rápido y quiero que estas 14 personas puedan firmar esto antes de que se vuelvan a repartir por todo el Estado y luego sea imposible ubicarlas.

Así fue que media hora antes del horario de salida, la reunión que se mantenía con todas las personalidades más importantes de la Empresa, dio por concluída la reunión y me citaron para redactar el Acta.

Contrariamente a lo que todos sospechaban, la reunión se trataba sobre los Ausentes que está teniendo la Empresa en estos días por un cambio de modalidad en los Convenios de Trabajo.

Terminando de redactar el Acta ante todo el mundo con una calidad impresionante y velocidad, mostrándome ante todo el mundo, me indican que imprima unas 10 copias, por lo que bajo hasta mi oficina y decido conectarla.

En ese momento específico fue que la pequeña computadora portatil decidió dejar de funcionar. A dos minutos de la hora de salida y con una cantidad importante de Gerentes de todo el Estado.

Genial. Sencillamente genial.

162. La Otra Historia

FABRICIO: Me lo imaginaba. Siempre se lo digo a Rafael, pero él lo niega.

Entonces Fabricio comenzó a contarme la historia de cómo se conocieron. Resultó ser que cuando él fue a su casa por primera vez, tuvo intenciones de acercarse a Felipe, pero su propio hermano se lo impidió por una cuestión de celos. A partir de allí, Felipe pensó que todo fue culpa de Fabricio y por ello comenzó a odiarlo.

FABRICIO: Siempre intenté que mi cuñado sea mi amigo, pero nunca me lo permitió. Ahora con esto que me dices, confirma mi teoría y significa que voy a dejar de intentar hacer algo para lo cual no soy bien recibido.

Luego, comentó una historia acerca de un amigo de Felipe que terminó siendo amigo de Fabricio. Eran un grupo de la Iglesia, y obviamente también gay. No sé por qué el "obviamente", pero así fue como Fabricio me lo relató. La cosa es que Felipe se armó de nervios al enterarse de esto y una vez que el chico fue a visitarlo le dijo muy cortante "¿Por qué no vas mejor a lo de Fabricio, ya que son amigos ahora?".

FABRICIO: Y lo mismo pasará contigo ahora. Tú y yo ya nos llevamos bien y seguramente nos veremos.

YO: Pero si dice algo sobre mí, es porque él me eliminó de su vida. ¿Qué quieres que haga?

Pero el remate final de todo fue cuando terminó la conversación.

FABRICIO: Sólo te digo una cosa. Así como Felipe habló mal de mí, también habló mal de ti.

Esa no me la esperaba.

Aunque extrañamente tampoco me sorprendía, no sé por qué.

YO: ¿Qué dijo?

FABRICIO: No importa, y no lo comentes o Rafael me asesinaría. Mira que me juego la vida al darte ese dato.

YO: Sabes que no haré líos. No más de los que ya hay.

FABRICIO: Yo entiendo que estés mal por esto, pero déjame decirte que Felipe no es una persona por la que vale la pena que te arriesgues. Tampoco jamás le ruegues para volver.

YO: Créeme que lo aprendí de la forma más dura.

Sí, definitivamente el consejo de Fabricio, me hubiera venido bien hace dos meses atrás.

No hubiera servido de nada, porque todo el mundo me lo dijo y aún así... nunca quise creerles.

161. Fabricio Honesto

Cuando vi a Fabricio conectarse esa noche, le comenté lo que tenía que decirle: que Felipe se había acordado que tenía que devolverle la campera, por lo que ahora estaba viendo que todo mi plan era en vano.

Entonces Fabricio volvió a insistir con algo que yo pensé que no me preguntaría.

FABRICIO: ¿Te gusta Felipe?

Intenté cambiarle de tema, pero insistió.

YO: De acuerdo, Fabricio, ¿por qué eres tan cruel de preguntarme algo de lo que ya sabes la respuesta y se nota que no quiere hablar?

FABRICIO: Perdón, no hablemos del tema. Es que ya me parecía. Sólo que no sabía bien. ¿Ustedes se conocieron por chat?

YO: Alguien le dio mi dirección de correo y así empezó todo.

Recordar aquello era bastante humillante.

FABRICIO: ¿Se conocieron cuando fuiste a su casa?

YO: No, cuando él vino a la mía. Luego nos vimos en la casa de Ana y la tercera vez fue en su casa.

Nuevamente, el suceso de cómo pasó todo fue demasiado. Estaba admitiendo a su cuñado todo lo que sentía. ¿Qué más humillante que eso?

FABRICIO: ¿Se dieron alguna vez un beso?

Esto.

YO: No.

Sí, definitivamente esto.

FABRICIO: No me sorprende, realmente le encanta tener a todos detrás de él para luego no hacer nada.

Me sentí un poco mejor al saber que no era el único. Sólo era un estúpido más del montón.

No sé cómo fue que me hizo sentir mejor, entonces.

YO: Es que sabemos que lo único que tiene es ser hermoso. Dios sabe que carece de inteligencia, simpatía y personalidad.

FABRICIO: Lo sé. Lo mismo pasa con Rafael. Si algún día le tiran ácido en la cara o tienen un accidente, se mueren.

Pese a que Fabricio lo decía por el rostro de los chicos que se morirían de angustia, me imaginé que si le tiraban ácido o tendrían un accidente, también corrían riesgo de morir de verdad. Pero se entendió la intención de la metáfora.

FABRICIO: Una pregunta, ¿Felipe no me soporta mucho, cierto?

YO: La verdad es que te odia.

Ya que estamos, ¿qué peor que seguir embarrando más el asunto todavía?

Te Aviso Te Anuncio

160. Noche Tranquila

La tarde me encontró con Lucas, que como siempre, no aportó nada a mi tarde más que un rato de diversión para retomar los capítulos de Naruto que nos habíamos quedado sin ver. Luego de eso, se marchó y yo recibí una invitación de parte de Tobías para ir a perder tiempo a su casa.

Así fue como la noche de hombres fue liderada por Tobías, Emilio, Pablo, Marcelo y yo, donde se debatieron diversos temas superficiales patrocinados por una botella de cerveza. Cuando se agotó, fui con Pablo a comprar más.

- Ahora estoy enojado - me contó. - Todas las mujeres con las que yo tenía mi piratería están de novias oficialmente y, lo peor, es que le quieren ser fieles a su novio. ¡Es injusto! Cuando ellas querían ser piratas conmigo, yo lo hacía por más que tuviera a Paola. Pero ahora ellas no.

- La reciprocidad es un arte olvidado - comenté, mientras llegábamos al kiosco. - ¿Y cómo están las cosas en tu casa?

Habíamos quedado con Pablo en hablar acerca del asunto de que su padre se fue con otra mujer y abandonó la familia. Sólo que no había tiempo ni forma nunca para que podamos hablarlo.

- Ahora las cosas en mi casa se encuentran bien - comentó. - Un poco desbaratadas, pero superándolas. El problema reciente fue que mis abuelos maternos comieron algo en mal estado y estuvieron un día internados. Lo que mi casa era un desastre viviente de gente llamando y preguntando por ellos, por lo que no pude estudiar mucho.

- Entiendo, te divertiste entonces - ironicé.

Cuando volvimos a sentarnos con los chicos después de ese camino, mi imaginación jugaba a que en cualquier momento aparecería Rafael y me gritaría, delante de todos, que dejara en paz a Fabricio.

Luego apartaría a Rafael del lugar y miraría a mis amigos diciéndoles algo así como "les juro que puedo explicar esto", y tendría la charla con el hermano de Felipe diciéndole que mis intenciones con Fabricio no son más que las de una amistad.

De todos modos, pese a que la casa de Tobías queda a una cuadra de la disco más famosa de la ciudad, ni Rafael ni compañía cruzaron por ahí.

Me quedé unos minutos más allí y luego decidí que era tiempo de volverme. Estaba cansado pero quería terminar algunos de todos los trabajos que tenía para hacer. De todos modos, no sirvió demasiado porque estaba como al principio, sin poder avanzar en nada.

Me dormí durante 17 horas seguida y desperté entrada la noche de domingo, dispuesto a empezar una nueva semana que, ya con el aire acondicionado no funcionando y con el Plus de mi MSN que había desaparecido de mi computadora, sirvió para anunciarme que se pronosticaba igual de mala que la anterior.

159. El Revés

De hecho, todo parecía indicar que mi plan estaba saliendo a la perfección. Inclusive, mi vínculo con Fabricio había aumentado un poco al punto de tener la confianza de preguntar "Si Felipe y yo seguimos sin hablarnos, ¿queda bien que nos juntemos contigo y Rafael, algún día, a jugar en la casa de Ana o en la mía?".

FABRICIO: Obvio que sí. Cuando quieras.

Todo parecía estar saliéndome bien, e inclusive esa misma tarde Fabricio recuperaría mi Clue de la casa de Felipe, sin que yo tuviera que devolver esa campera.

Pero entonces, algo sucedió esa misma tarde cuando por error decidí conectarme mientras esperaba a Lucas.

Felipe volvió a hablarme y no de una forma muy cortez.

FELIPE: No quiero sonar grosero. Antes que nada, "hola, ¿cómo estás?". Segundo, quiero mi campera.

Diablos.

YO: De acuerdo.

FELIPE: ¿De acuerdo qué?

Paciencia.

YO: ¿La quieres hoy?

FELIPE: No, hoy no.

YO: Entonces la semana entrante, si tengo tiempo, te avisaré para devolvértela.

FELIPE: Genial.

No volvimos a hablarnos.

Estaba claro que algo en mis planes había salido mal y me quedé pensando en todas las posibilidades que pudieran existir por esto. Si Fabricio fue a pedir mi juego esa tarde, es muy posible que se haya molestado y por eso tuvo esa táctica. Si conseguí molestarlo, por lo menos ya era algo, porque aquella era la primera vez que sí quería hacerle daño.

No me gustaba la venganza que estaba haciendo, pero tampoco es que tenía una buena forma de herirlo del modo que él hizo conmigo, así que tenía que abstenerme a usar las pocas armas que tenía para sobrevivir.

Esa noche vino Leo a mi casa y yo intenté dormir un poco mientras él hacía un trabajo en la computadora. Me despertó a las 5 de la mañana cuando me llegó un mensaje de mi ex, Hugo, que solamente decía "¡hola!" y que no respondí.

A partir de allí, un intenso dolor de cabeza me invadió y terminé vomitando por más de dos horas el resto de la mañana. Totalmente sorpresivo, porque hace años que no tenía un ataque de estos.