164. Tenso Final

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Mi oficina en ese momento se paralizó, pues todos allí temíamos a la reacción del Sr. Verdian, quien es el Jefe de nuestro sector. Un hombre amable pero demasiado agresivo cuando las cosas no salen bien. Empieza a lanzar gritos a los vientos y eso lo vuelve casi al mismo nivel que Merly Streep en El Diablo Viste de Prada. Aunque confiezo que dudo mucho que sepa qué era Prada, de todos modos era para temerle.

- Dime que alguna vez te pasó esto y que sabes cómo solucionarlo - le supliqué a Ramiro Blanc, uno de mis compañeros de oficina, quien dicho sea de paso es el que más uso le da al portátil.

Ramiro intentó inspeccionar qué faceta de aquella computadora era la que había fallado, pero sólo desgastó unos segundos de vital importancia en vano. Lo peor de todo es que no podíamos apagarla porque estuvo cargándose de batería todo el resto de la mañana.

- Llamaré a los encargados de Computadoras y Sistemas - comentó, algo alterada también, la Sra. Guerras, una rechoncha mujer mayor que estaba a meses de su jubilación.

La ayuda de parte de los operadores fue casi tan útil como mis intentos de hacer que Felipe entendiera alguno de mis chistes.

Nadie tenía idea de qué hacer, el horario ya estaba próximo y nadie se animaba a levantar el teléfono para comunicárselo al Sr. Verdinal.

- Lo llamaré yo - dijo el Sr. Cuevas, quien dicho sea de paso es mi jefe de Sector. - Veo que estás demasiado aterrorizado como para contárselo a él.

- ¿Se me nota demasiado? - pregunté, al borde de las lágrimas.

Entonces el caos fue mayor, aunque a todo esto, la nieta del Sr. Verdinal dormía plácidamente con la cabeza apoyada en uno de mis escritorios, porque había salido temprano del colegio y tenía que hacer tiempo hasta el mediodía para poder ir a su casa. La hija del Sr. Verdinal, Cristina, también trabaja en una de las oficinas de la Empresa, pero como estaba a cargo de Atención al Público, no podía hacerse cargo de la hija.

- Sr. Verdinal - dijo Cuevas, al teléfono. - Hay un problema con la Notebook y no podemos imprimir el acta.

- ¡¿QUÉ?! - se escuchó el grito por toda la oficina pese a que fue por teléfono.

Por un segundo tuve la impresión de que Cuevas quedó medio atontado y aturdido.

- Oliver intentó conectarla a las impresoras de aquí y se ha congelado - continuó explicando Cuevas, como si Verdinal entraría en razones.

Ramiro y yo cruzábamos miradas de temor y en ese momento tenía ganas de desaparecer del planeta. Entonces sucedió algo gracioso que si no fuera porque la situación era para cortarse las venas, me hubiera reído. Verdinal ingresó a la oficina gritándole al teléfono mientras que Cuevas seguía hablándole por medio de él. Así que al segundo, ambos seguían conversando estando en la misma oficina.

- No se ofenda, pero creo que voy a cortar la comunicación - le dijo Cuevas al notar que Verdinal había ingresado.

Por si el momento no era demasiado tenso como para que encima le esté agregando ironías.