165. Al Día Siguiente

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Después del tenso final de día, el día siguiente fue mejorando a grandes espectativas. Para empezar, a Ramiro y a mí nos pidieron que hagamos unos trámites y era la primera vez que saldríamos de la oficina juntos para hacer algo.

Tadeo, mi otro compañero que tenía una cabellera adornada de rulos, estaba ayudando también a uno de los nuevos ingresantes a ponerlo al día acerca de las actividades que realiza en cuestión de trámites del ingreso de nuevas mercaderías. Se notaba que aquello le incomodaba porque parecía que tenía miedo de que una vez que su nuevo aprendiz supiera todos los secretos internos, tuvieran que prescindir de él.

Firmamos nuestros permisos de salida y empezamos a caminar por la cuadra de la Empresa.

- ¿Me acompañas hasta el trabajo de mi mujer? - me preguntó. - Voy a pedirle mi auto y tengo que ir hasta mi casa a buscar mi billetera. ¿Te animas?

Ramiro tenía 26 años, era delgado y de ojos verde claro, y estaba de concubino de la madre de su hijo que tenía la misma edad desde que vivían juntos. Era una historia dramática, porque sacrificó sus estudios terciaros para ponerse a trabajar y poder sostener a su familia.

- Podemos ir a donde quieras mientras no tengamos ningún accidente - expliqué. - Porque sé que vives en los suburbios y si nos pasa algo por allí, ¿cómo explicamos que estábamos a kilómetros de los lugares donde nos mandaron?

- Tienes razón, será algo confuso - convino conmigo.

Nos subimos a su auto y nos dirigimos hacia los barrios residenciales de la ciudad mientras hablábamos de cosas de la oficina. Los códigos que manejan nuestros jefes. Las miradas de complicada cuando nos están saturando de trabajo. Sobre lo aplicado que es Tadeo a la hora de hacer algo que quiere hacerlo a una velocidad impresionante. Y unos detalles más sobre qué haremos de nuestra vida si nos echan al final del mes.

La casa de Ramiro era nueva y estaba todavía en construcción. Era un terreno gigante y apenas había comenzado con la cocina, el comedor, un baño y dos habitaciones.

- Hace una semana me mudé y todavía me sigo mudando - comentó. - Antes vivía en la casa de mi suegra, pero finalmente conseguimos con mi mujer tener este lugar hermoso y grande. Si todo sigue bien, construiremos un lugar muy hermoso.

Su utopía parecía ser muy posible porque más allá del desastre que era a primera vista su casa, podría quedar bien si ponían empeño en vivir de una forma organizada, pero el hecho de que sean casi adolescentes los dos dueños convertían en un verdadero caos a todo lo referido a un orden en el ambiente.

Me dio bastante ternura el hecho de lograr ver un par de medias verdes de una criatura que estaban desparramadas por el sillón. Tenían colores navideños y estaban un poco sucias, como si hubiera jugado por toda la casa y luego las hubiera dejado ahí al cambiarse para ir a la escuela.

- ¿Vamos? - me preguntó, cuando muy comodamente me senté. - ¿O quieres que nos quedemos a perder el tiempo aquí en lugar de ir a trabajar? ¿Acaso eso piensas que estaría bien visto por Tadeo?

Me reí y me salí de la casa para subirme al auto. Tadeo se enteraba de esto y haría un escándalo nacional. A veces, tener un cómplice como Ramiro venía a la perfección para escapar de la rutina.