87. Por Toda la Semana

lunes, 6 de octubre de 2008

Fiebre, revolcadas en mi cama, gemidos insensates y tres inyecciones más tarde, sumado a un certificado de 48 horas para no ir a trabajar, la tarde del martes me encontró casi desmayado con Ana y Lucas a mi alrededor, concentrándose en mí como si fuera un muerto al que aprecian en un ataud.

- Por favor, dejen de mirarme así - les dije. - No me estoy por morir.

- Tu jefe posiblemente va a matarte - me dijo Ana, cruzándose de brazos. - Esa presentación era para el Presidente de tu Empresa.

- Esa presentación fue enviada por e-mail anoche antes de que comenzara a sentirme así - le conté a la muchacha. - No soy estúpido. Sabía que dependían de mí y fue un acierto que me hayan permitido hacerlo desde la computadora de mi casa.

Ana cambió la expresión de casi enfado de su rostro al ver que era responsable al menos en mi trabajo, ya que la facultad había pasado a un segundo plano por esta causa.

- Yo he decidido renunciar a mi trabajo - dijo Lucas, de repente.

Había olvidado que Lucas tenía esas intenciones el sábado cuando hablamos en el cumpleaños.

- Oh, por Dios - dijo Ana, de repente. - ¿Y qué harás ahora?

Miré a Ana sorprendido por su falta de tacto a la hora de hacer semejante pregunta. La preocupación que todos teníamos por Lucas no era la admiración de renunciar por la ética que poseía, sino por saber en qué diablos ocuparía ahora su tiempo.

- Podrías molestarte en preguntar qué pasó antes - le dije, sonriendo.

- Es que si ya lo decidió está bárbaro - me explicó la chica. - Pero quisiera saber en qué rumbo andará su vida ahora.

Lucas ignoró completamente el pensamiento sobre lo que le depará el futuro sobre su decisión actual. Quizá para evitar encontrar un sermón sobre el actuar por impulso y seguir comportándose como una criatura. No era necesario conocer mucho a Ana para saber que pensaría algo así.

- Le dije a mi jefa que renunciaba y me dijo que estaba bien - acotó. - Aunque honestamente esperaba una reacción muy distinta, me sentí liberado. Mis compañeros de trabajo, pobres, no querían que lo hiciera. A ellos sí los extrañaré.

Felipe volvió a cancelarme un día más porque su novio trabajaría, si Dios quiere, recién al día siguiente.

Más tarde, Lucas confesó que el tiro le salió por la culata al esperar solamente asustar a su jefa y no que su renuncia sea en serio.

- Tienes un gran problema a la hora de poner a pruebas a la personas.

- Es que prefiero esto a estar en un trabajo donde todo el mundo se esté echando mierda entre todos - dijo, cruzándose de brazos.

- Dime qué trabajo no es así.

Y hablando de trabajo, al día siguiente Felipe me canceló directamente por toda la semana. No le dije nada acerca de la bronca que me invadió.