99. No tan Zorra como Ella

jueves, 9 de octubre de 2008

El cumplaños pasó casi sin pena ni gloria. Hubo momentos interesantes como cuando encerré a todos afuera de la casa de Ana y me quedé adentro hablando con Guillermina, Pablo y Emilio mientras todos gritaban que tenían frío. Guillermina me obligó a que los dejara pasar sólo porque era irritante el quejido de Martha del otro lado.

Cuando ingresaron, Leo quiso venir a pegarme, pero abrió la puerta de una forma tan brusca que casi rompió el espejo que colgaba de la pared, así que todos se concentraron en eso.

Más adelante, Emilio me pidió que lo acompaña a fumar un cigarrillo al patio y fue cuando descubrimos a Guillermina, Pablo y Jessica hablando de cosas interesantes y de interés general como el tema de embarazos y formas de prevenirlo. Una trivialidad bastante extraña para los 3 seres que se dedican a criticar a todo el mundo cuando están juntos, pero en ese momento me pareció un buen cambio.

- ¿Estás embarazada, cielo? - le preguntó Emilio a Jessica.

- Sí, mi vida, pero no sé si es tuyo.

- Entonces no me haré cargo - dijo él, fingiendo ofenderse y dándose media vuelta.

Todos nos reímos por esa escena, justo cuando a Guillermina le explotaban las ganas de decir algo por la forma que se estaba riendo.

- ¡Eres una puta!

Los cuatro nos quedamos en silencio, mirándola sorprendidos por lo que le había gritado a su mejor amiga.

Guillermina se dio cuenta que nadie entendió el chiste y, entre risas, intentaba explicarse.

- Es lo que Pablo le dijo hoy - dijo, riéndose. - Yo sólo repetí.

- Yo no dije nada - se defendió Pablo, sólo para irritar a Guillermina.

- Y yo le creo - salté.

- Y ni que yo fuera Susana para que me digas una cosa así - exclamó Jessica, riéndose. - Si yo me estuviera revolcando con cualquier hombre que se me cruza, como lo hace esa zorra, estaría bien que me gane el título, así como ella se lo ha ganado. Pero yo dentro de todo le soy fiel, no como esa que a su novio lo engañó con cualquiera y todos los días era uno distinto.

Guillermina lanzó esa sonrisa que siempre hace cuando tiene que reírse por obligación. Creo que la misma cara teníamos todos.

- Ese comentario era innecesario, cielo - le dijo Emilio.

- No era necesario que te explayas tanto - remató Guillermina.

Yo no dije nada, así que fingiendo una sonrisa más, me metí dentro de la casa y dejé mi cigarrillo por la mitad. Jessica hacía que se me fueran las ganas hasta de fumar cuando su idiotez llegaba a niveles tan elevados como los de esa noche.