91. ¿Por qué Seguimos Hablando?

lunes, 6 de octubre de 2008

Dos días después de ausencia, decido volver al trabajo porque mi certificado ya había perdido su validez. Apenas podía caminar a causa de las inyecciones, pero ciertamente era la primera vez que caminaba después de haber estado en cama por dos días y medio.

- ¿Qué haces en este estado? - me dijo mi jefe, al verme. - Pide un certificado por dos días más y preséntate a trabajar recién el lunes.

Así que llamé para que volvieran a buscarme y me dediqué a disfrutar de aquella mañana sin ninguna preocupación.

YO: Eres una persona medio complicada, ¿sabías?

Felipe y yo nos habíamos vuelto a enredar en esas conversaciones vía-chat donde no sabíamos cómo saldríamos, ni a qué rumbo íbamos.

YO: Hay que saber cómo decirte las cosas porque uno nunca sabe cómo te puede caer algo. Lo cual me hace preguntarme una y otra vez por qué te sigo hablando.

FELIPE: Será porque soy irresistible. Y no me refiero solamente a la belleza externa.

YO: No te consideres tan irresistible. Porque si hablamos de tus manías, tu forma de hablarme, tus prohibiciones para que yo diga comentarios, las veces que me hablas cuando quieres y sino tengo que esperar a que te desocupes de hasta bajar videos que es más importante. Así que haciendo la sumatoría, te hablo porque... Bueno, me falta encontrar todavía el motivo.

FELIPE: Te hago una pregunta y quiero saber la verdad. ¿Por qué me sigues hablando?

YO: No quiero contestarte esa pregunta, porque si lo hago, tendremos una charla de verdad.

FELIPE: Yo siempre hablo de verdad. No me subestimes.

YO: No lo hago, por eso no quiero hablar contigo. Espera, suena mi teléfono.

Era Leo, quien finalmente apareció después de una semana de ausencia.

- ¿Dónde te habías metido? - le dije, intrigado.

- Tendrás que perdonarme - me dijo. - Estuve estudiando demasiado para la carrera que tú ya no haces mérito en aparecer.

- Lo siento, estuve enfermo - le dije. - Escucha, tenemos que juntarnos a ponernos al día con la vida.

- Vale - dijo. - Pero ahora tengo que ir al trabajo, como sabes. Mañana o el sábado, quizá sea un buen momento para juntarnos.

Cortamos la charla y yo seguí decidido a hablar con Felipe.

YO: Siendo brutalmente honesto, tú me gustas mucho. Lo cual se vuelve una batalla cotidiana el hecho de hablar contigo, porque intento encontrar motivos para dejar de hacerlo o por lo menos despegarte un poco de mí, pero ninguno me parece verdaderamente justificable ni razonablemente coherente.

Yo podía ser una bestia a la hora de decir las cosas cuando quería.

FELIPE: ¿Yo te gusto?