97. Finalmente una Buena

jueves, 9 de octubre de 2008

Leo giró la última vuelta de llave que trababa su puerta comenzó a sacarse el uniforme del trabajo que siempre traía consigo a casa.

Había tenido de esos días casi eternos en donde se enfrentaba a cosas que lo disgustaban: un jefe enojado, un amigo que no podía ser atendido y una novia que partía para volver en unos meses.

Se acostó en su cama, como hace casi siempre que intenta dormir, pero sólo consiguió que su vista se concentre en el techo de la habitación.

El sonido del teléfono volvió a ponerlo en pos de la vida real.

Atendió.

- Hola, Leo - le dijo la voz familiar de su hermana.

- Hey, ¿cómo estás?

- Bastante bien. Tenemos que hablar de algo.

Leo sabía que una llamada de su hermana significaba que era un tema de charla acerca del estado salud de su madre. Durante estos días estuvo muy descolocado con el tema, y en lugar de amargarse por como las cosas empeoraban, prefirió disfrutar del fin de semana con la compañía de su novia.

- ¿Es mamá, no?

- Sí - dijo la chica. - Se trata de algo que sabemos recientemente y no te queríamos comunicar nada hasta que no esté confirmado.

Leo tragó saliva evitando reprochar. Odiaba que le ocultaran cosas, pero él tampoco había hecho méritos para encontrarlas.

- Te escucho.

- Bien, ella se sometió a una operación donde intentaron sacarle parte del tumor - comentó la chica. - No era una operación peligrosa, por lo que no valía la pena preocuparte a la distancia.

El corazón de Leo comenzó a latir con fuerza. No quiso pensar en lo que venía a continuación.

- Dime qué sucedió - dijo.

- Lograron sacarle una parte importante del cáncer - dijo, con voz quebrada, la hermana. - Los médicos ven muchas posibilidades de que sane completamente.

Aquello era lo menos esperado que pudo haber escuchado, mucho más para una persona que estaba esperando que su madre muriera de un momento a otro.

Leo no era buena llorando, pero ese día sintió que tenía motivos para derramar una lágrima.