92. Una Charla Sincera

lunes, 6 de octubre de 2008

YO: Pensé que lo habíamos dejado en claro la vez pasada cuando te dije que sentía una "superficial atracción hacia tu persona".

FELIPE: ¿Y yo qué tengo que hacer?

De acuerdo, aquella era la pregunta más extraña del mundo y la menos esperada para seguir la conversación.

FELIPE: Es decir, ¿seguimos como antes? ¿Mi actitud?

YO: Nunca te pedí que cambies nada. La historia es simple. Sé que si te sigo hablando en el futuro, es posible que me enamore de ti. Pero no tengo intenciones de dejar de hablarte o quisiera que dejes de hacerlo.

FELIPE: Sería feo eso.

YO: En estos momentos de mi existencia, tú controlas mis movimientos con sólo pedirlo. Simplemente no abuses de ese poder.

Tengo que admitirlo: me había vuelto un experto en esta clase de cosas.

FELIPE: Yo te quiero como a un amigo, pero si ves que estar conmigo te perjudica, no quiero que sufras y todo lo demás.

YO: Yo no quiero que te preocupes por eso.

Nos despedimos prometiendo que nada iba a cambiar y él se fue a la casa de su novio, fingiendo para la familia que iba a la facultad.

Hablamos un poco más sobre mis amigos y nombró nuevamente a Pablo, ya que es al que conoce de vista.

FELIPE: ¿Viste el cuerpo que tiene?

YO: Es un amigo. No le ando viendo el cuerpo.

FELIPE: De todos modos es lindo.

No podía culpar a Felipe por la atracción que Pablo detonaba. Era un joven sexy y musculoso, y siendo honesto varias veces le dediqué parte de mis fantasías aunque nunca se lo confesé a nadie. Pero aún así, no me agradaba la idea de hablar de Pablo como si fuera una oportunidad para Felipe. Aunque, admitiendo en la desesperación de mis pensamientos, me hubiera gustado ser Pablo en ese momento.

FELIPE: Además, tengo que ir a ver a... Bueno, para qué vamos a seguir con este juego. Creo que es mejor que sepas el nombre real así podemos empezar a nombrarlo. Es Lorenzo.

YO: Una vez lo mencionaste por error.

FELIPE: Lo sé. Bueno, ahora ya lo sabes.

No pude evitar sentirme vacío, como un guerrero que acababa de jugar una carta más sobre la mesa sabiendo que no iba a ganar. No se desiluciona, pero se quedó sin la carta.

Pero no podía darme el lujo de deprimirme por esto.

Era el cumpleaños de Ana.