118. La Pelea Definitiva

lunes, 10 de noviembre de 2008

La respuesta no se hizo esperar mucho y fue más horrible aún.

"No sé por qué me molesto en responderte.

Antes de dárme cátedra sobre cómo soy, empecemos por casa. Tus actitudes que tuviste contra algunas personas fueron horribles. De lo peor. Y bien dice el dicho "con amigos como tú, ¿quién necesita enemigos?".

'Los insulto, invento cosas sobre ellos y después me disculpo', nunca funcionó conmigo. Yo a mis amigos los valoro, y siento pena por vos tratándome de una chica con problemas de superioridad y no sé cuántas estupideces más. Pero de ti me lo imaginaba. Total, tú eres re maduro, re centrado y para nada confundido. Hipócrita este mundo, ¿no?

Si mi vida es vacío, es problema mío. Como si la tuya fuera completa. Lo único que falta es que intentes analizar mi vida y cómo soy como amiga cuando todos sabemos que a tu mejor amigo le deseaste hasta la muerte y dijiste cosas enfermas sobre él.

Y lo de las fotos, tu actitud fue muy de poco hombre. Mostrar esas fotos en donde las personas involucradas no estaban presente y encima no tuviste el valor de contármelo. Aunque eso es tan típico de ti.

Y a ver cuándo sales de la literatura para hablar y comienzas a dar la cara. Yo, por lo pronto, voy de frente con las cosas que siento. Eso me hace diferente."

Tomándome un segundo e ignorando los consejos de un Marcelo y un Lucas que se encontraban conmigo justo en el momento de recibir ese e-mail, decidí contestar solamente:

"Si tan directa eres, ¿alguna vez le contaste a Susana que te alejaste de ella por pensar que era una puta?".

Esa fue la última vez que Guillermina y yo hablamos.

Ninguno de los dos nunca pudo perdonar al otro. Y no es que quiera pecar de egocéntrico, pero la verdad es que yo tenía toda la razón del mundo.