123. La Carta a Tobías

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Estimado Tobías:

¿Cómo estás?

Después de haber pasado una maravillosa tarde de sábado, creo que adquirí una extraña seguridad (raro en mí) de poder escribirte unas palabras.

Como me puse a pensar en lo breve que hablamos (aunque suficiente), antes de irme a dormir quería sentarme 5 minutos ante la PC para mandarte esto. Verás, como no tengo todo el tiempo del mundo para dedicarle a mis amigos, por lo menos quiero hacer el intento de que sepan que les doy importancia.

Me dijiste que estabas medio estancado, rutinario, perdido y todos estos adjetivos... y dejame decirte que ¡no sos el único!

Así que la intención de este e-mail no es convencerte de que las cosas van a mejorar, ni decirte que es una mala etapa y que después todo va a estar bien, porque es mentira. ¡No mejora! Contrario a eso, sólo nos acostumbramos y dejamos de padecer cuando caemos en cuenta que no vamos a ningún lado por más que lo intentamos.

Así que no tengo intenciones de darte las pautas para ser feliz en un mundo tan horrible, pero sí quiero que sepas que poner la felicidad ante toda las cosas malas, no es la meta, pero que lo es el sentir lo malo y saber que no vamos a morir por eso.

Pareciera que todos los caminos apuntan a que seamos fríos y de esa forma evitarnos la molestia hasta de pensar en las cosas que hacen falta. Es decir, ¿no estaríamos mejor así? De esa forma nos evitamos el sufrimiento por lo que no tenemos y queremos conseguir para nosotros, pero la conformidad es solamente un cautiverio para la libertad (esto último lo dijo alguien famoso).

Así que lo que estás pasando ahora, dejame decirte que es algo por lo que pasé, paso y seguramente seguiré pasando. Puedo darte un detalle de las cosas que creo que me hacen falta (estabilidad emocional, ir al gimnasio también, dejar de escudarme por medio de mis ironías para no dejar ver mis verdaderos sentimientos, volver a ser amigo de Guillermina, ser el novio de la colorada de Grey's Anatomy, dejar de fumar, etc. etc.), pero también tengo que saber que la felicidad no puede depender de otras personas, porque al fin y al cabo es un proceso interno.

Con respecto a la rutina, no tendría sentido que atiendas una telefónica o que día tras días estés escavando una cueva o tirándote con un paracaídas. Al fin y al cabo, tarde o temprano, todo eso se vuelve rutina también. Y a veces, es bastante considerado y hasta bueno saber que día a día tenés que hacer esas cosas en lugar de vivir día a día como alma que la lleva el viento. No saber para dónde ir o no tener un lugar donde pasar el tiempo, creo que te caería peor.

Aún así, está espectacular que tomes a esto como algo que harás ahora hasta que encuentres la meta a seguir, hasta que averigues que te gusta y qué es lo que quieres hacer, o cómo quieres seguir una rutina que realmente te complete. Y si te sientes perdido, no sabes cómo encontrarla o de repente te das cuenta que ninguna de las opciones te gustan tampoco (o quizá hasta no tengas ninguna otra opción) ¡es totalmente normal!

Así que, como ves, mi e-mail no es nada alentador ni te intenta pintar el mundo de color rosado. Ni tampoco estoy para decirte que cuentes conmigo para encontrar la salida (porque, sinceramente, sería un ciego guiando a otro).

Este e-mail tiene la pura y exclusiva intención de decirte que no estás solo. Que no está mal caerse de vez en cuando, no por lo fuerte que te vuelves al levantarte, sino porque permitís que los demás te sostengan para evitar el golpe.

Y eso último, mi estimado Tobías, es lo que, por medio de estas palabras, intento hacer.