127. Intento Fallido de Pablo 2

miércoles, 26 de noviembre de 2008

La noche de la fiesta Universitaria de su grupo de enfermería, era algo que solía anhelar por poder ingerir alcohol y de paso dejarse jugar por sus compañeras sexys que se vestían de enfermeras para despertar los morbos de los demás estudiantes, pero también solía molestarle el hecho de tener que soportar a dos personajes que aprovechaban esos eventos para intentar seducirlo. Se refería solamente a su profesor no-declarado-pero-oficialmente-gay y a su compañero de estudios también-gay-más-oficial, Ernesto.

Los dos merodeaban sobre él como buitres cada vez que lo veían con una gota de alcohol en la mano, como si fuera a perder tanto la consicencia como para acostarse con alguno de ellos.

Ernesto era un muchacho deslgado, de ojos oscuros y cabello que bordaban lo rubio. Era lindo a la vista, pero Pablo jamás pensó ni en sus peores pesadillas atravesar la línea con él.

Esa noche lo hizo.

Sucedió antes de las tres de la mañana y nunca sabrá a qué echarle la culpa, pues no estaba lo suficientemente borracho como para olvidarlo pero no estaba lo suficientemente consiciente como para negarse. Inexplicablemente, esta vez atravesó una línea de sexualidad que jamás pensó cruzar. Por única y última vez en su vida.

Recordó que estaba viendo a dos muchachas de muy buenas delanteras bailar seductoramente a un joven que se había quedado exclusivamente en ropa interior.

La música sonaba a todo volumen y las luces apenas alcanzaban para notar a quienes tenían a su lado.

Ernesto lo guió hacia el patio de la facultad. Estaba tan oscuro que la luz de la Luna apenas alcanzaba para distinguir si había alguna interrupción por el camino.

- Déjame hacerlo - susurró Ernesto, a su oído.

Acarició su paquete suavemente. Pablo no se resistió y solamente agachó la mirada. No era considerado una persona violenta y eso Ernesto lo sabía.

- No se lo diré a nadie - insistió. - Sólo una vez. Prueba. Hay que probar de todo en esta vida.

Pablo por un momento sonrió cínicamente por lo que parecía que la única posibilidad de tener una buena mamada sea provenida de un hombre.

Ernesto interpretó el silencio de Pablo como un permiso para desabrochar el cierre del jeans. Se puso de rodillas y con una extrema delicadeza sacó un poco de carne totalmente endurecida. Pablo ni siquiera se dio cuenta lo excitado que estaba y no pudo evitar odiarse por eso.

Ernesto se llevó a la boca la parte de Pablo que jamás había compartido con otro hombre y comenzó una excelente succión que hizo sentir el cuerpo del muchacho vibrar como hacía tiempo no lo sentía.

Sintió los gemidos del muchacho desde el piso elevarse lentamente y eso lo excitó aún más todavía. Era rara esa sensación, como si nunca antes la hubiera experimentado. Fue un niño descubriendo el sexo. Sólo que se sentía diferente. No era una mujer. No sabía en qué recaía la diferencia, pero la notó al instante.

Apartó a Ernesto de su cuerpo y se vistió lo más rápido que pudo.

- Lo siento - se disculpó.

Aún con su bulto totalmente notorio, salió de allí y se adentró en la fiesta de nuevo.

Nunca más volvió a mencionar el tema con Ernesto y de ahora en más sólo fingían un saludo decente.