18. Hablemos de Sebastián (2º Parte)

jueves, 10 de julio de 2008

Sebastián no respondió mi mensaje de texto que le debió haber llegado al celular al día siguiente, donde le preguntaba qué sucedió y por qué no me tenía agregado a sus contactos.

La duda se estaba convirtiendo en un dejo de bronca por cómo una persona hace una cosa así y ni siquiera es capaz de querer solucionarlo cuando lo descubren.

Ni siquiera me causaba gracia aquello. Ni siquiera era capaz de poder sentir rabia. Era más bien un dejo de tristeza por recibir un golpe bajo. Un golpe que no esperaba de alguien inesperado. Como sea, era una situación bizarra y absurda.

Comentárselo a Lucas no solucionó ni serenó un poco mis temores irracionales.

De hecho, sólo hizo que me diera cuenta que Lucas es un imbécil.

Fue un día después de que Martha me dijera la verdad sobre Sebastián. En una noche donde me escapé de la facultad por verlo a Lucas.

Idioteces que antes uno hacía.

- ¿Se te ocurre una razón por la que Sebastián me puede llegar a tener eliminado de sus contactos? - pregunté.

Sabía de antemano que Lucas no sabría nada del tema. Confiaba en ese criterio.

- No tengo idea - respondió. - Pero digamos que tú no es que lo tratas bien por MSN.

Ese comentario me hizo dar unas ganas impresionantes de romperle la cabeza contra algún fierro.

- ¿Qué? - pregunté, indignado. - No puedo creer que lo estés defendiendo.

- No lo estoy defendiendo - mintió. - Sólo es que me pongo a pensar en su punto de vista y tú siempre que se conecta, lo atacas sin piedad.

- Pobre, pobre, pobre Sebastián - ironicé, totalmente sacado de quicio. - Él no es santo inocente tampoco, así que no sé por qué yo tendría que sentirme culpable. Le estoy dando mi casa al inútil ese para que juegue Rol, por todos los cielos.

- Tal vez entonces hay un error - intentó deducir. - Tal vez te eliminó pensando que eras otra persona.

Bastante tarde. Esas cosas las tendría que haber dicho antes de hacerme responsable a mí de haber herido el corazón de su alma gemela.

Son tácticas que los sabría cualquiera.

Cualquiera que pensara antes de hablar, por supuesto. Y Lucas, por si no es obvio, no ingresaba entre esos estereotipos de personas.