26. Hablemos de Lucas (1º Parte)

jueves, 17 de julio de 2008


- Quiero que hablemos de un tema que nunca antes volvimos a tocar - dije, en aquella noche de sábado.

Habían pasado dos semanas desde que comencé a trabajar. Mi relación con Lucas sufrió un desgaste bastante profundo patrocinado por mi ausencia inevitable aunque involuntaria.

Aquella noche de sábado, decidimos escaparnos de toda la multitud para que solamente estemos los dos, hablando.

Como antes.

Como lo que más extrañaba.

- No me molesta - dijo. - Ya sé de lo que vas a hablar y quiero escuchar lo que tienes que decir.

- Antes que nada, quiero comenzar a decirte que yo hice lo que hice porque pensé que tenía oportunidades - comenté, como iniciando una charla más dinámica que mis monólogos usuales.

- ¿Ah, sí? - preguntó.

- Sí - respondí. - ¡Tú me mandabas señales! La noche que te dije que sentía algo por ti, esperaba una respuesta mejor que el hecho de que te marcharas por una semana.

Si buscabas ponerme en un lugar incómodo, lo conseguiste - me aseguró, como un pensamiento que tenía hace tiempo y que veía la oportunidad de sacarlo a flote. - Encima yo no sabía si era cierto, o era algo que me decías para sacarme de encima. No tengo idea.

Su pensamiento sonaba lógico. Cuando había momentos en donde no lo soportaba, antes de que comenzara a sentir algo por él, tenía ganas de usar esa táctica para no tener que verlo todos los días y no quedar como un malvado.

Tendría que haberlo hecho en su oportunidad.

- Es razonable, pero en su momento fue cierto - comenté. - Ahora ya no está más. Por lo menos, eso creo.

- Me alegro - dijo, finalmente. - Porque a veces me siento muy miserable. Tú me das mucho afecto, ¿sabes? Y me da pena que a veces no puedo ser recíproco porque me da miedo que confundas las cosas.

Ahora entendía por qué siempre había una distancia. Todas las piezas, poco a poco, iban entrando en su sitio.

- Y me daba mucha bronca - continuó. - Me daba bronca porque no me podía acercar a mi mejor amigo.