7. Hablemos de Ana (3º Parte)

martes, 1 de julio de 2008

Fue Guillermina la que me hizo darme cuenta de los rumores que corrían dentro del grupo, unos días después de mi conversación con Lucas.

Como siempre, cuando una persona mala quiere convertirse en buena (como es lo que intentaba hacer Lucas), la gente te mira con desconfianza. Y comienza a buscar la lógica a cosas que no tienen sentido. Esta era una de ellas.

- Tenemos miedo - me contó Guillermina. - Muchos de los chicos me lo dijeron. Notaron que Lucas cambió su forma de ser y que ahora era bueno y decente. Pero saben que es porque le gusta Ana.

- ¿Y eso? - pregunté, como si yo nunca me hubiera dado cuenta.

- Sí - respondió. - Lucas sólo actúa así cuando alguien le gusta. Sino, sigue siendo un monstruo desagradable.

- Lucas está cambiando porque reconoció ser un monstruo desagradable y no le gusta ser así - defendí. - Vamos, ustedes son sus amigos. Deberían apoyarlo si quiere cambiar y no darle la espalda o inventar las historias más absurdas del mundo. Aparte, Lucas me contó que hay otra persona detrás de Ana.

Los ojos de Guillermina se abrieron de la emoción, como si no le gustara el chisme.

- ¿Quién?

- Te digo si me dices quienes dijeron el chisme - negocié.

- Tobías y Marcelo.

Aquello no costó mucho.

- Genial - dije, cínicamente. - Nadie puede apostar por Lucas. Ni siquiera ellos dos que andan siempre con él. Que buenos amigos, ¿eh?

Guillermina sonrío por mi comentario, pero no creo que haya sido precisamente porque le causó gracia. Sino que creo que se reía de mi inocencia.

- Ten cuidado, Oliver - contestó. - Nosotros queremos cuidar de Ana porque es la nueva del grupo. Y Lucas te puede pegar una desilusión muy grande cuando tú te des cuenta de su engaño.

- Yo creo en él, Guillermina - le respondí, tratando de sonar convincente.

Noté que quería seguir respondiendo algo para convencerme de lo contrario, pero también se dio cuenta que sería tiempo perdido.

Desistió.

- ¿Y entonces quién es el que gusta de Ana? - preguntó finalmente.

- Sebastián.

- ¡Lo sabía! - gritó, llena de felicidad.