133. La Tormenta

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La noche de ese fin de semana me encontró con dos planes tan llamativos como inadheribles. Por un lado, Martha y Susana me invitaron a cenar con ellas, como una excusa de poder desligarse de Guillermina. Mientras que Pablo me invitó a ir a la casa de Tobías y que todos juntos tomemos algo para pasar la noche.

Así que, como Martha y Susana rechazarían la idea apenas proponerla, decidí utilizar a Leo como una excusa de poder marcharme temprano de la cena y luego poder ir donde estaba el sector masculino.

El problema fue que la noche con rayos y truenos anunciaba una tormenta que se desataría con mucha furia aquella noche, apenas nos sentamos en un bar a la interperie, ni siquiera alcanzamos a encargar cuando Leo tuvo un repentino ataque de miedo.

- Creo que me voy a ir antes de que llueva - dijo.

Y se fue.

Así que mientras cenábamos escuchando la historia sobre cómo Martha quiere asesinar a Marcelo por haberse ofrecido a arreglarle el celular hace dos meses y nunca se lo había devuelto, yo meditaba sobre cómo asesinar a Leo y que no se notara que fui yo.

- El otro día Guillermina nos invitó a salir - me contó Martha. - Pero sólo nos hizo estar con ella hasta que Jessica salió del trabajo. Luego ni siquiera se acordó de nosotras.

- Lo peor es que piensa que no nos damos cuenta de lo que está haciendo - acotó Susana, mientras bebía un poco de la gaseosa que le había traído un mozo que no pudo evitar mirarle los pechos. - Se piensa que somos tontas y que nos tiene bajo su poder.

- Desde que enviaste los e-mails, de repente está muy apegada emocionalmente a Susana - continuó Martha. - Pero a nosotras no nos comentó nada.

- Se dio cuenta que perdió contra mí - analicé. - Por eso no comentó nada.

- ¿Por qué lo crees?

- Porque si Guillermina me hubiera ganado o tuviera algo para defenderse ante lo que le dije... ¿no creen que se los hubiera contado a todo el mundo con tal de demostrar que es la vencedora?

En mitad de la comida una tormenta feroz dejó sin electricidad a la ciudad y en cuestión de segundos, las calles se inundaron tal Venecia. Susana, Martha y yo, bajo la lluvia y los rayos corriendo para intentar llegar a un sitio seguro.

Martha tropezó contra el cordón de la vereda en uno de los apagones y terminó en medio de un charco en mitad de la calle.

Susana y yo no paramos de reírnos en toda la noche.