141. Sin Entender

jueves, 25 de diciembre de 2008

Carlos era un joven de unos 22 años, que a principio de año había decidido aceptar, aunque forzadamente, la propuesta de una convivencia con un muchacho cinco años mayor que él. Franco era un compositor con suerte de cantante, que tenía presentaciones con una banda en eventos locales y de poco presupuesto.

Carlos tenía toda las oportunidades de tener su romance de cuento de hadas, sino fuera por un simple detalle: no le atraía en lo más mínimo. Pero sumiso por la desesperación de tener todos los lujos que quería y pensar que de última, una vez por día, tener que someterse al sexo sin ganas, era equiparable.

Carlos tenía todo el resto del día para ser libre. Conocer nuevas personas, tener sexo con otras, cometer excesos y mucho más, mientras vivía como un príncipe heredero con aquél apartamento.

Sin embargo, Franco comenzó a notar que cada vez se estaban distanciando más y los problemas en la pareja no tardaron en aparecer. Entre discusiones, y en un momento donde Carlos pensó que sería indestructible, le terminó confesando todas las veces que lo engañó mientras él trabajaba para que se pudieran mantener. Su concubino lloró dos noches seguidas y luego se mudó a otro sitio.

Fue entonces cuando Carlos notó que lo necesitaba, más allá de un espacio físico donde vivir. Quiso volver, de repente, y se dio cuenta que era el amor de su vida. La persona que le había dado todo y que él sólo retribuyó lastimándolo.

Se sintió un miserable, pero iba a superar su agonía en el más absoluto de los silencios hasta que por un amigo en común se entera que Franco se iría de la ciudad a trabajar a otro país. Ahí fue cuando tres semanas de llanto interminable por la separación vinieron sin esperar y ganas de recuperar lo que se había perdido.

Pero tarde. Siempre tarde llega el sentimiento de querer lo que teníamos.

- No nos hablamos desde hace tres semanas - me comentó, prendiendo un cigarrillo en mi habitación. - Nunca pasamos tanto tiempo sin hablarnos. Me está matando lentamente. Lo estoy llamando y mandando mensajes a cada rato y no me responde. Me estoy volviendo loco.

Suspiré y presté atención a la pared. Ni siquiera recordaba qué hacía ese sujeto en mi habitación ni por qué terminábamos de hacer el amor.