137. Conversación con Rafael

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Cuando Felipe me pone al tanto de los problemas que su hermano mellizo Rafael estaba teniendo en su casa, decido hacer un acto de caridad y actuar de una forma impensada.

Esa siesta, hablamos por teléfono.

- Te puedo preguntar... ¿puedo hablar con Rafael o eso rompería algún código no establecido dentro de nuestra ya extraña amistad? - pregunté.

- En estos momentos está durmiendo - respondió. - Si quieres hablar con él, inténtalo a la noche.

- De acuerdo, no esperaba que me pasaras con él de todos modos - dije, como si no me sorprendiera.

Sin embargo, a la noche decidí insistir. Había una conversación con Rafael que no me quería perder. Nuevamente, dos horas antes de la medianoche, volví a llamar.

- Se está bañando - respondió Felipe, quien para esas alturas se dio cuenta que yo sospechaba que no me quería pasar el teléfono. - Cuando se desocupe te llamará él. ¿Puedo preguntar cuál es el interés?

- Por el tema de su mal examen - comenté. - Quería decir algunas palabras de apoyo o algo de esa índole. Si no te molestaba a ti.

Dijo que no y cortamos. Pensé que nunca me iba a comunicar con Rafael, cuando sorpresivamente mi celular sonó veinte minutos más tarde y del otro lado, una voz similar a la de Felipe pero más risueña y tímida se dirigió hacia mí.

- Hey, ¿cómo estás? - pregunté. - Me enteré de lo de ayer. Que mala suerte. ¿Cómo estás?

- Ahora bien - respondió, con simpatía. - Ayer nada más estuve algo triste. Pero ya pasó.

- Bueno, mira - dije. - El sábado nos juntaremos con Ana y conmigo y jugaremos Clue. Si eso no te es suficiente para animarte, te encerraremos en un cuarto a Ana y a ti, y ella te contará chiste. Entonces o te terminas riendo o la terminas matando, pero de todos modos se te irán los pensamientos por el mal momento.

Escuché bastante risas del otro lado, las cuales fueron espectaculares, porque era algo que no pasaba cuando me hacía el gracioso con Felipe. Nunca se reía. Así que llegué a la conclusión de que definitivamente su hermano me caía mejor.

Cuatro minutos más tarde cortamos nuestra breve charla, donde también recibió amenazas sobre el plan de que cuando estuviera encerrado, aprovecharía para robarme su cuadro que tanto me gusta. Risas también por este comentario, aunque yo no le vi la parte graciosa.

Finalmente ese fin de semana no pudimos jugar Clue porque la familia de Felipe tenía obligaciones con la Iglesia y no tenían tiempos en su agenda. De todos modos, esa noche me sentí feliz por haber hecho un pazo para ganarme la confianza de la entrada al mundo de Felipe.