139. Nueva Gripe

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Después de nuestro hermoso y famoso fin de semana bajo la lluvia con los dos amigos que estuvieron desde el principio allí, el sábado por la noche comienzo a enfermarme y ya el domingo, mi garganta ni siquiera me dejaba tragar saliva. Hasta el cigarrillo tenía otro sabor, aunque era una teoría que no podía compartir con muchos porque a nadie le iba a agradar que lo estuviera comprobando.

Leo me visitó la noche siguiente sólo para preguntarme si necesitaba un té con limón y miel o alguna clase de medicamento, mientras que yo apenas podía hablar sin que mi garganta me doliera. Por un segundo creí ver que a mi amigo le agradaba mi situación.

Mientras tanto, le escribí un mensaje de texto a Felipe:

"Ahora es tu amigo Oliver el que se encuentra enfermo. ¿Tú lo vendrás a ver esta vez ahora que es él el que no puede salir o lo dejarás en su lecho de muerte?"

- ¿Crees que vaya? - me preguntó Lucas, más tarde, al teléfono, mientras hacía intentos sobrehumanos por entender lo qu yo le contaba.

- Todavía no ha respondido, así que no lo sé - dije, y luego tosí un poco. - Lo cual es raro porque nunca tarda tanto en responderme.

- No creo que vaya - pronosticó mi mejor amigo, lleno de ese positivismo que lo caracterizaba. - No va a ir. Sólo le fuiste útil cuando él te necesito, ahora... ¿para qué va a ir a verte si estás enfermo?

- Lo mismo tendría que decirte a ti, amigo - respondí, no porque haya atacado a Felipe sino porque hace tiempo quería sacárselo en cara. - Cada vez que estoy mal o que intento ubicarte siempre tienes algo más importante que hacer. Así que no eres quien para juzgarlo.

Omití decirle la frase "sólo me buscas si necesita plata", pero aparte de ser cruel, sería una mentira, aunque no podría defenderse de ello. De todos modos, una parte mía quería creer que Felipe escaparía al estereotipo en el cual Lucas lo encansilló. Confiaba en que se escaparía de su ego y haría algo bueno por mí.

Esa noche mi gripe fue en aumento y al día siguiente tuve que retirarme de la oficina porque ya ni siquiera podía hablar sin que me doliera.

Dormí toda la mañana.