144. Un Descuido Importante

jueves, 25 de diciembre de 2008

- Pasó algo horrible - me contó Pablo.

Esa noche quiso ir a verme a mi casa antes de que yo fuera a dormir. Estaba haciendo tiempo para asistir a algunas de sus semanales clases de karate y afuera el temporal anunciaba una tormenta que quizá se lo impediría.

Su rostro mostraba una confusión terrible, como si no dejara de sentirse presionado por algo que le estaba carcomiendo el pecho.

- Hoy tuve una práctica con unos bebés recién nacidos y estaba aprendiendo a usar la balanza - me contó. - Está a un metro de altura del piso y es algo bastante desequilibrado. Puse al bebé sobre la pequeña balanza y empecé a controlar su peso, esperando que se dejara de mover para tener una cifra más exacta.

El tono de voz que Pablo usaba para contarme la historia era totalmente irregular. Como si por momentos el recuerdo de lo que sucedió le impidiera seguir continuando.

- Entonces... el pequeño se balanceó... - continuó. - Yo no conseguí agarrarlo a tiempo... y cayó al piso.

Fue como si el tiempo se congelara y la imagen de mi boca abierta sin poder creer lo que acababa de escuchar, sería el último recuerdo que esta vida tendría de mí.

- ¿Tiraste a un bebé desde un metro de altura? - pregunté.

- Sí - respondió, como si sus ojos estuvieran a punto de desparrar lágrimas. - Por suerte no pasó nada grave, porque cayó del lado de la pared e iba arrastrándose lentamente mientras caía.

Aquello ya era bizarro.

- Intentaba agarrarlo para que no se siguiera cayendo pero se me resfalaba también - continuó. - Y si tiraba muy fuerte de la cabeza, podía haberme quedado con su cráneo en la mano.

Debo admitir que la imagen de Pablo desesperado porque se caía un bebé mientras este se deslizaba por la pared, era una imagen graciosa por más terrorífica que pudo haber sido en la vida real.

- Pero lo agarré del piso y se lo di a la madre - concluyó. - Quien afortunadamente no me insultó, ya que tenía toda la libertad de hacerlo. El resto del día, practicamente, estuve traumado. Ni siquiera notaron que estaba presente.

Al día siguiente se lo contaría a Ana y ella me diría que jamás le daría a su hijo recién nacido a Pablo. También tachó eso de sus temas de conversación con él, por lo cual ya directamente la próxima vez que se tuvieran frente a frente no sabría de qué hablar. De todos modos, faltaba un dato más que Pablo me revelara esa noche. Y no sería uno muy bonito.