48. El Regalo (VIII)

martes, 16 de septiembre de 2008

Si fuera un sexópata pervertido que interpone el sexo ante cualquier cosa que podría llegar a sentir, estaría imaginándome a los dos hermanos conmigo. Sin embargo, el hecho de que su mellizo tuviera también las mismas inclinaciones, sólo lo hizo más interesante en un nivel afectivo.

Como siempre, me estaba metiendo en un pozo sin fondo.

Descubrimos que tenemos bastantes cosas en común. Por ejemplo, cantantes que yo tengo en portaretratos son sus ídolos y canciones que jamás pensé que alguien las escuchaba, él las canta casi todas las noches.

Pero creo que compartíamos ese dejo de tristeza ante las cosas que no se podían cambiar. Un dejo de tristeza bastante más profundo e importante que a cualquier otra persona podría importarle.

- Hablemos de él - dije, en relación a su pareja. - Es hora que me cuentes tu historia.

Felipe se incorporó nuevamente en su silla, como si fuera algo de lo que le costaba mencionar.

- Hace un par de años yo lo vi en una fiesta y gracias a la ayuda de un par de amigas, conseguí que me dieran su dirección de correo - comentó. - Desde hace más de dos años que estamos juntos.

- Pero ahora se tomaron un tiempo - comenté, dando pie como para que me hablara del tema.

- Lo que sucede es que soy una persona un tanto impulsiva - comentó. - Además, él cree que porque yo no puedo salir ni tengo la libertad de hacer todo lo que quiero, significa que él también tendría que correr esa suerte. Yo no lo veo así. Pero aparte, yo no creo en eso de "démonos un tiempo". El lunes me lo dijo y ayer ya nos vimos.

Debo reconocer que ese comentario fue un golpe bajo.

No es que quería aprovecharme de encontrarlo con las defenzas bajas, el problema fue que él no me dio tiempo a que yo subiera las mías antes de recibir esa bofetada.

Genial.

Si aquello se inicia en una competencia, perdía antes de dar el primer paso. Aparte de que debía suponer que los gustos de este chico no debían ser cualquier cosa, estaba compitiendo practicamente con Brad Pitt.

Lo único que me faltaba en mi vida: conflictos de autoestima.

No sé por cuántas etapas me iba a hacer pasar Dios antes de darme la tan esperada muerte, pero parece que no iba a dejar que me muera sin hacerme sufrir todo lo necesario primero.

Estábamos por seguir hablando del tema cuando siento que golpean a mi puerta.

Jessica y su novio Emilio.

Genial.

Sencillamente genial.