75. Los Abandonados

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Apenas había conseguido dormir un par de horas cuando sentí los brutales golpes en la puerta de mi habitación. Alguien intentaba derrumbarla.

Así que mientras me cambiaba rápidamente y comprobaba que faltaba una hora para la medianoche, pensé que todos habrán sospechado que me hayaba muerto.

Sin embargo, al abrir la puerta de mi habitación, me encontré a Marcelo del otro lado.

- ¿Por qué hay tanta gente en tu casa? - me preguntó, asombrado. - ¿Y por qué tienes los ojos rojos?

- Días sin dormir - respondí, encogiéndome en hombros. - Trabajo atrasado. La historia de siempre.

Eché de mi casa a Marcelo y le dije que le avisaría apenas sabía qué es lo que haríamos esa noche. Martha me mandó un mensaje invitándome a su hogar, compadeciéndose sobre mi situación actual.

Así que después de una cena de reencuentro en donde todo el mundo estaba esperando el cumpleaños del día siguiente, huí de mi casa hacia la casa de mi amiga.

- Guillermina me dijo que le avisaste que vendrías para aquí - me dijo Martha, en un tono poco amigable. - ¿Por qué hiciste eso?

- Porque me lo preguntó - respondí.

Estaba más que claro que el grupo femenino se encontraba dividido y esa línea cada día iba aumentando en lugar de extinguirse. Susana y Martha estaban cada vez más alejadas de Guillermina y de Jessica, y como esta última había conseguido empleo, ahora la cara visible del grupo malévolo se quedaba sola.

Esto tuvo como consecuencia que Guillermina, de repente, sienta un desmedido apego hacia dos de las mujeres que más había criticado. Las otras dos lo sabían.

Mi teléfono suena.

- ¿Pablo? - saludé. - ¿Qué haces?

- Quería saber qué hacías y dónde estabas y si puedo ir - sugirió.

Sin comentarios.