68. El Cartel Verde (18º Parte)

jueves, 18 de septiembre de 2008

Pese a que la noticia de la joven suicida era algo escalofriante, cosas peores le estaban sucediendo a las personas. Por lo menos en aquella tarde cuando me reuní con Susana y Martha.

Había pasado más de una semana que nos vimos con Felipe y desde aquél encuentro el muchacho había perdido todo interés en volver a vernos.

Por un momento recordé cuando antes de encontrarnos me confesó que estaba nervioso. Ojalá sea un sentimiento que todavía le seguía sucediendo.

- Hoy mi día fue interminable - me comentó Martha. - Han pasado cosas terribles y desde las cinco de la mañana que estoy despierta.

- Sentiría compasión por ti, pero yo todos los días me despierto a esa hora para ir al trabajo - le contesté.

- Pero lo que me pasó hoy fue antológico - dijo, y comenzó a relatarnos su trágico día.

Resulta ser que la abuela de Martha se comenzó a descomponer desde las cinco de la mañana, pero tenía la gran costumbre de que cuando llegaba la ambulancia, inexplicablemente se volvía a sentir bien. Entonces los médicos les daban múltiples análisis, desde diabetes a deshidratación. Tuvieron que ir a internarla por unas horas cuando por tercera vez, la ambulancia no tenía permiso de volver a su hogar.

- Por si fuera poco, en un momento me dejaron a solas - continuó Martha. - Y lo peor de todo es que yo tenía que cocinarles. ¡Y todos comían una comida distinta! Mi padre como está a dieta, no come lo mismo que mi hermano menor, a su vez, ninguno de ellos comen lo mismo que mi abuela, que por supuesto tenía que comer otra cosa. ¡Y para colmo, ninguno come lo mismo que come el perro! Así que hasta a al perro le tuve que cocinar. Y entre todo ese lío, por supuesto, un poco de aceite saltó en mi brazo y ahora lo tengo completamente vendado.

Susana y yo reímos cuando Martha mostró su brazo enyesado en blanco. No es que fuera gracioso, simplemente necesitábamos algo en qué descargar tanta tensión.

Para colmo de males, los padres de Susana habían descubierto algunas de sus relaciones amorosas gracias a la típica vecina chismosa que comenta lo que vio tras un descuido del hijo menor.

- Todavía no me han dicho nada - relató Susana. - Pero mi hermano me contó que es por alguno de mis chicos, el problema es que todavía no sé por cuál. Mi madre me trata de manera distante, como si estuviera disgustada, y mi padre todavía no vuelve del trabajo.

- Sólo estamos convencidas de que va a pasar un desastre - dijo Martha, y luego me miró. - Eso significa que tendremos que huir de aquí antes que el daño también nos llegue a nosotros.

- Como si nos fuera extraño - resoplé.