Habíamos terminado de cenar hasta el postre, cuando finalmente tuvimos la oportunidad con Lucas, vestido de etiqueta como todos los mozos, de sentarnos a fumar un cigarrillo.
Los invitados pasaban por delante nuestro en el patio y se preguntaban qué diablos hacía aquél
joven que no estaba trabajando para servir en la fiesta. Pero a Lucas no le importaba.
- Voy a renunciar después de esta noche - me contó.
La primera pregunta que se me vino a la cabeza no fue "¿por qué?", sino "¿qué harás ahora?". No pregunté ninguna de las dos.
- Si hay algo que a mí no me agrada, son los líos que se pueden armar gracias al chisme - comentó, dándole una pitada a su cigarrillo. - Estoy muy enojado con mi jefa. Más que enojado, estoy desilusionado. El otro día vino con un arranque de histeria y comenzó a gritarle a mi compañera que ninguno hacía nada. Dijo que yo solamente jugaba con la Playstation allí y que ni siquiera atendía a la gente.
Dos jóvenes pasaron hacia el baño de hombres. Uno era atractivo.
- Pero voy a renunicar, porque no puedo seguir trabajando aquí.
No quise explayarme en mi opinión porque estaba en total desacuerdo con lo que me decía aquél sujeto.
- ¿Estás completamente seguro? - atiné a preguntar.
- Así es - dijo, cruzándose de brazos. - Mi jefa tendrá que hacer un arduo trabajo de persuación si piensa que va a conseguir que me quede. Y si lo hace, van a cambiar muchas cosas.
Ahora tenía un poco más de sentido.
Lucas quería jugar con su suerte para saber hasta qué punto era importante en la empresa, o hasta qué punto alguien notaba su valía.
Ni yo hago tantas cosas infantiles.
- Me da mucha pena por mis amigos, los que se quedan - dijo. - Ellos son los que van a tener que soportar aquél maltrato.
- Me parece que no es la forma de manejar las cosas - contesté, al fin. - Estás actuando por impulso y no estás usando el razonamiento. Es preferible que lo hables antes que digas algo de lo que después no sepas cómo retornar.
- Es que ya lo pensé - prosiguió. - Es la única alternativa que me queda.
Los invitados pasaban por delante nuestro en el patio y se preguntaban qué diablos hacía aquél

- Voy a renunciar después de esta noche - me contó.
La primera pregunta que se me vino a la cabeza no fue "¿por qué?", sino "¿qué harás ahora?". No pregunté ninguna de las dos.
- Si hay algo que a mí no me agrada, son los líos que se pueden armar gracias al chisme - comentó, dándole una pitada a su cigarrillo. - Estoy muy enojado con mi jefa. Más que enojado, estoy desilusionado. El otro día vino con un arranque de histeria y comenzó a gritarle a mi compañera que ninguno hacía nada. Dijo que yo solamente jugaba con la Playstation allí y que ni siquiera atendía a la gente.
Dos jóvenes pasaron hacia el baño de hombres. Uno era atractivo.
- Pero voy a renunicar, porque no puedo seguir trabajando aquí.
No quise explayarme en mi opinión porque estaba en total desacuerdo con lo que me decía aquél sujeto.
- ¿Estás completamente seguro? - atiné a preguntar.
- Así es - dijo, cruzándose de brazos. - Mi jefa tendrá que hacer un arduo trabajo de persuación si piensa que va a conseguir que me quede. Y si lo hace, van a cambiar muchas cosas.
Ahora tenía un poco más de sentido.
Lucas quería jugar con su suerte para saber hasta qué punto era importante en la empresa, o hasta qué punto alguien notaba su valía.
Ni yo hago tantas cosas infantiles.
- Me da mucha pena por mis amigos, los que se quedan - dijo. - Ellos son los que van a tener que soportar aquél maltrato.
- Me parece que no es la forma de manejar las cosas - contesté, al fin. - Estás actuando por impulso y no estás usando el razonamiento. Es preferible que lo hables antes que digas algo de lo que después no sepas cómo retornar.
- Es que ya lo pensé - prosiguió. - Es la única alternativa que me queda.
0 Dichos:
Publicar un comentario