79. El Cumpleaños

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Llegamos a una fiesta totalmente bien organizada por la empresa en la que Lucas trabaja. Telas rosadas y amarillas colgaban por el techo y luces de colores se escondían por los rincones del salón. Portarretratos de mi prima como souveniere brillaban en una mesa lejana, mientras que todos los familiares se iban acomodando en sus respectivos puestos.

Apenas entré, pude ver a Lucas en la entrada.

- ¿Targeta de invitación? - bromeó, cuando me vio.

- ¿Cómo estás? - pregunté.

- Bien, desde las ocho de la mañana que estamos acá - dijo.

Seguí a mi familia que se dirigía hacia nuestra mesa.

- Por favor, rescátame apenas puedas - le supliqué, sonriendo.

Esquivé a un par de mimos que entretenían a dos niñas en el patio y me metí en el salón. Así que entretenidos con pequeños platillos, tuvimos que esperar poco más de una hora hasta que mi prima hiciera su apertura.

Divisé a la hermana de Guillermina, que figuraba en la lista de invitados, sentándose en una mesa lejos de allí. También me choqué con la hija de mi compañera de oficina que era practicamente una de las cabecillas del evento. Ambas muy afectadas por el suicidio de hace un par de semanas atrás, ahora finalmente tenían una leve sonrisa en sus rostros.

También encontré a varios chicos del grupo que eran amigos de Juan. Me saludaron gentilmente y cuando me acerqué a hablarles, sólo me dijeron que posiblemente serían unos pocos, ya que todo el resto andaba con distintas presentaciones en la provincia.

Pasada la medianoche las luces se apagaron y en la pantalla apareció un video de la que debería ser mi prima en sus primeros años. Luego ella hizo su gran introducción y una voz de locutora muy sexy anunció que permanezcan todos en sus puestos para que puedan servir la comida.

Yo agradecido, porque me moría del hambre para esa altura.

Por fortuna, debería creer, a Lucas le tocó ser mozo de mi mesa. Lo que le dio la total confianza de servir el plato de entrada y luego el principal, a todos menos a mí.

- Lo siento, no podía traer todos - me decía, encogiéndose en hombros. - Ya te traigo tu comida.

Y minutos después, cuando todos en mi mesa alcanzaron a devorar sus alimentos, a mí recién me los traía.

Lucas a veces no es tan divino como suele mostrarse.

- Ya vuelvo - dije, a los familiares que se encontraban en esa mesa.

Salí del salón con intenciones de ir a la entrada a fumar un cigarrillo, pero en eso me crucé en el pasillo a un chico rubia, de ojos claros y verdaderamente lindo que me resultó conocido.

No supe si en el pasado me había acostado con él.

Sólo recuerdo que, en el presente, sonrió.