76. Él Comienza a Trabajar

miércoles, 24 de septiembre de 2008

No podría catalogar a Jessica como la maldad absoluta, pero un buen puesto en el pedio de lo malévolo se lo ha ganado. Sus lacayos, Guillermina y Pablo, sin su protección, diambulaban como estrellas fuera de órbita.

Sentí asco.

- Marcelo encontró un nuevo juego del que podemos jugar - nos contó Pablo, esa misma noche, un rato más tarde. - Es como Calabozos y Dragones, pero se llama Vampiros. Es diferente, pero podemos probar.

Tanto a Guillermina como a mí nos gustaba la idea. Hacía tiempo ya que no jugábamos con Sebastián, dado que el mismo Master había perdido interés en continuar con su propia campaña, y la idea de poder continuar el juego liderados por Marcelo de una manera más contínua, llamaba poderosamente la atención.

- De todos modos Marcelo tiene que conseguir los libros, ponerse a leer y avisarnos a todos - dijo Pablo. - Si lo vemos ahora, podemos decirle que nos explique mejor.

- Si lo ven ahora, pueden decirle que me devuelva mi celular - pidió Martha, algo enfurecida.

Lo cierto es que desde hacía ya dos semanas que Martha le había dado a Marcelo su celular para que pruebe arreglarlo, pero el muchacho no se había tomado la molestia ni siquiera de verlo, por lo que el movil andaba paseando en su mochila junto a miles de cosas más, a donde quiera que Marcelo fuera.

Mientras tanto, las cosas en la casa de Martha no estaban del todo bien. Sus padres se encontraban cada vez más cerca del divorcio, por lo cual no era un sitio con buena aura para el que podamos estar.

Sin Martha, quien acotó cansancio, Pablo, Guillermina y yo nos fuimos a un kiosco, avisando a todos los que podían que nos encontraríamos allí.

Jessica y Emilio no tardaron en aparecer, mientras que Marcelo respondió que se encontraba en una fiesta por un cumpleaños y que éramos invitados a ir si queríamos.

Emilio tenía su Viernes de Póker, por lo que Jessica quedó a la libre dispocisión de Pablo. Guillermina fue conmigo hacia el lugar.

- No conozco absolutamente a nadie de aquí - dijo Marcelo, al vernos llegar. - De todos modos, por lo menos saluden a la muchacha que cumple años y luego vamos a la parte de atrás.

Así que mientras los cuatro saludábamos en general y nos marchábamos al patio de atrás, como buenos antisociales que somos, me llegó un mensaje de Felipe.

FELIPE: "Me acaba de morder un perro. Tengo la pierna hinchada y mi pantalón totalmente inutilizado. Es lo que me faltaba para terminar mal mi día."

Fingí una preocupación que ocultaba la risa que me daba la noticia.

YO: "¡Que horror! ¿Qué más te pasó?"

FELIPE: "Mi novio tiene que comenzar a trabajar a la tarde también. No me malinterpretes, estoy muy feliz por él y está re linda la noticia, pero si yo no salgo a la siesta y no puedo salir a la noche, ¿me quieres decir cuando nos vamos a ver?".

Debería ser bueno y estar disgustado por aquello que seguro estaba preocupando a Felipe de una forma muy dramática. Sin embargo, mi bondad era algo que cada día estaba ocultándose más.