85. Quédate

jueves, 25 de septiembre de 2008

Me desperté a la mañana siguiente un poco confundido por la fiesta de la noche anterior.

Escuché que mis familiares se reían en la cocina, por lo que no quise asomarme al exterior de mi habitación hasta no estar bien despierto.

Recordé a Marcelo y la información que poseía sobre mí.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Actuar con normalidad? ¿Preguntárselo?

Me conecté y, para mi sorpresa, estaba Felipe.

Recordé que la estaba pasando bastante mal por su preocupación sobre su novio y su nuevo empleo, que le ocuparía los horarios libres que tenían para verse a la tarde.

Inexplicablemente, había encontrado ya una solución.

FELIPE: Necesito mudarme de mi casa. Conseguir un departamento y mudarme. Así mi madre no podrá prohibirme que salga a la hora que yo quiera. Podré ver a mi novio a la siesta y a la noche. Seré libre.

Nunca dije que era una solución coherente.

FELIPE: ¿Puedes preguntar a alguno de tus amigos si conocen algunos sitios?

En la primera persona que pensé es en Martha. Ella tenía conocimiento en bienes raíces, porque tuvo una vez un novio que vivía en otro sitio y que también estuvo diambulando de lugar en lugar hasta encontrar alguno cómodo.

YO: De acuerdo. Veré que puedo averiguar. Me tengo que ir.

Y de hecho mientras hablaba con él me estaba cambiando, cuando de repente, en la ventana, aparece la petición menos esperada.

FELIPE: No te vayas. Quédate un poco más.

Suspiré.

No podía decirle que no.

YO: Vale. Me quedaré media hora más y luego me iré, porque todos mis amigos me están esperando.

FELIPE: De acuerdo.

La siguiente media hora hablamos sobre lo que sería tener una nueva vida, prometiendo un espacio de su tiempo libre para dedicármelo a mí.

Una cínica sonrisa se me cruzó en el rostro al darme cuenta que el muchacho ya tenía conocimiento de que me tenía donde quería.

Él me iba a pedir que salte.

Yo iba a preguntar qué tan alto.