66. El Cartel Verde (16º Parte)

jueves, 18 de septiembre de 2008

La fiesta duró hasta eso de las 6 de la mañana. El invierno impidió que el Sol saliera a esa hora a saludarnos, y al marcharnos de allí, Lucas, Marcelo y yo fuimos hacia mi casa, donde Marcelo no se despegó de mi computadora.

Hasta permaneció allí el día siguiente hasta entrada la noche.

Mientras tanto, Lucas y yo hablábamos sobre Felipe en la cocina, pretendiendo que Marcelo no nos escuche.

- Es absurdo - dije, cruzándome en brazos. - No soy una persona que se deja llevar por lo superficial. Es más, creo que la única persona que me gustó hasta ese extremo fue Luis. El amigo de Sebastián, donde festejó su cumpleaños. Pero era solamente una utopía.

- En cambio éste... tira para tu mismo lado.

- Exactamente eso es lo que me dio miedo - continué. - El chico no es solamente superficial. Quizá no tenga muchas luces y todo eso, pero es una persona que dentro de todo tiene una pizca de sentimientos. Y me gusta. Sé que es un flash lo que estoy sintiendo, pero tampoco te estoy mintiendo. No dejo de pensar en él desde que lo conocí.

- Ojalá funcione - me dijo Lucas, mirando hacia la nada. - Ojalá tengas un final feliz.

- Me lo merezco.

Cuando los muchachos se fueron, Pablo llegó totalmente tarde pensando que todavía estaban allí. Para no ser descortez, lo invité a pasar y le pregunté cómo estaba su vida.

Tocamos el tema de Eugenia, quien tampoco la soportaba, pero confesó estar hablando en la fiesta con ella acerca de lo que se encontraba estudiando.

- Me interesa mucho la medicina - me contó. - Con mucha suerte, puede que vaya al mismo lugar donde ella se encuentra y comience a estudiar lo mismo.

No pregunté si este fanatismo por la medicina era algo nuevo o era gracias a Grey's Anatomy.

- ¿Y crees que es factible que te puedas marchar? - pregunté.

- Dependerá de mi madre, si tiene capital como para sostenerme allá - contestó. - Porque podría comenzar a trabajar para ahorrar dinero y poder irme, pero si pasa eso, empezaré a tener mi independencia. Y luego no voy a querer dar marcha atrás y dejar de tener mi propia plata. Seguro que me querré comprar una casa o alquilarme una, al menos, para que podamos vivir con Paola. Yo trabajaría a la mañana y como ella estudia por la tarde, por lo menos tendría seguro que al mediodía tendría un almuerzo preparado.

Me dejó sorprendido los planes a futuro que mi amigo tenía.

- Eso significaría dejar las fiestas y demás - se lamentó. - Pero creo que también algún día pasará.

- Es lo malo de eso que le llaman madurar - retruqué. - Por suerte me encuentro muy lejos de eso.

Pablo sonrío por mi comentario.